Disfruto - Carla Morrison
Abrió los ojos casi al alba. Enrollados en las sábanas, no parecían diferenciarse. La mujer descansaba pegada a su pecho, su espalda estaba descubierta y su melena revuelta. No se movió, no le importaba que hora fuera. Lo compartido la noche anterior ni siquiera creyó que fuese posible vivirlo.
¿Qué haría? ¿Cómo? Debía solucionar su vida, debía enfrentarse a sus miedos, a su infiero, debía someterlo, ganarle, debía pelear, ella lo valía. Ya no deseaba continuar así, ya no podía permanecer sumergido en esa soledad, en ese desierto. La quería a su lado, la necesitaba. La escuchaba respirar serena, tranquila.
Era impresionante cómo se las arreglaba para adentrarse en cada una de sus murallas, para colarse entre sus defensas, para someter sus demonios. Solo un ángel, solo una mujer así, lo habría logrado y no la perdería. Pero debía ir con tiento, despacio, debía reconstruir lo que en su interior estaba devastado, aniquilado, debía sanarse, de otra forma ensuciaría esa oportunidad que la vida le otorgaba, que le inyectaba de nuevo ganas de vivir.
Kristián se removió. Sus pechos rozaban su tórax. Sonrió acariciando su cintura. Era la primera vez que despertaba a su lado y la sensación lo consumió.
Pero primero, lo primero. Mayra, esos anónimos, después ayuda profesional y... entonces, entonces la haría sonreír por siempre. Ese motivo sonaba mejor que los que habían reinado su vida por años, y más los últimos dos. Su corazón después de todo, no era tan estúpido, jamás había estado tan desbocado como cuando ella se acercaba, como justo en ese momento que la tenía envuelta en su cuerpo. Sí, Kristián era más de lo que se atrevió a creer existiera, pero estaba ahí, lo quería, no la perdería, no cometería más errores, no cuando, además, le daría la oportunidad de ser papá.
Kristián abrió los ojos, desorientada. Parpadeó acostumbrándose a la penumbra. Su aroma la atravesó, pero él ya no estaba ahí. Miró su alrededor, ¿qué hora sería? Tomó su móvil que estaba sobre la mesa de noche. Las siete. El conglomerado quedaba muy cerca de ese lugar, aun así, debía levantarse de una vez. Recordó lo ocurrido la noche anterior... Negó escondiendo el rostro en las almohadas. No tenía idea de cómo actuaría cuando lo viera, y eso ya la tenía al límite. Sus cambios de humor la estaban enloqueciendo y más aún, que ella no pudiera evitar pincharlo, buscar sacarlo de esa cueva y mundo de culpas donde vivía. Lo cierto era que como Paloma le dijo, no le correspondía, podía salir lastimada, más... porque pese a que no lo demostraba, su comportamiento sí la dañaba, pero no era su culpa, ella era la responsable por no permanecer alejada, por no escucharlo.
¡Agh! Qué debía hacer. Él se había ido de la recámara, no tenía idea de a qué hora... Pero qué más daba, la realidad era que no avanzaban, y no avanzarían jamás por mucho que lo anhelara, que lo necesitara.
Al salir de su habitación, escuchó su voz en la planta baja. Se asomó por el barandal, hablaba por el móvil con una mano dentro del bolsillo del pantalón y mirando el exterior. Respiró profundamente. Ahí iba, de nuevo.
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Atormentado Deseo © ¡A LA VENTA!
RomansCompleta versión borrador. Un hombre que, años atrás, creyó entregar su corazón y al hacerlo, lo perdió todo. Sin saber, Cristóbal Garza, en su juventud, unió su vida a una mujer llena de resentimiento y carente de escrúpulos. Al quedar esa maldad...