Octubre 24,2015.
He estado mal, la culpa la tiene este jodido mes de mierda. Comenzaré a maldecir con más frecuencia, si esto activa el sonar de mamá tal vez así recuerde que dejó a su hija en cuarentena. Padres mentirosos. Más les vale estar cuidando a TK y a Jonathan muy bien.
Es difícil ignorar la ventana. Literalmente es mi ventana al mundo. O lo que queda de él. Algo me dice que no la veré un buen rato.
También hice un poco de memoria. El primer vídeo que vi fue sobre unos vagos que se drogaban cerca de la planta. Alguien que pasaba en auto los filmó, o algo así iba la historia. Los chicos comenzaron a agredirse, y cuando el camarógrafo notó, bastante espantado supongo, que pedazos de carne comenzaron a volar por todos lados, todo el mundo supo con él (aunque después) que algo demasiado extraño iba a pasar.
Lo curioso es que nos alarmó más esto que los ataques de animales, los cuerpos desmembrados, las desapariciones. Ya había pasado una vez, hace mucho, mencionó papá, el historiador en potencia. Dijo que lo recordaba porque alguien había ido a dejar un brazo en frente de su colegio. ¡Un brazo! Más tarde atraparon a los miembros de la pandilla responsable. No sabía que había habido pandillas en la ciudad.
Y un perro se comió a su dueña, recuerdo. Una gatita se abrió el vientre y se comió a sus crías no nacidas. Cosas salidas de Cuentos desde la cripta, o algo. La mayoría nunca llegué a creerla.
Entonces llegaron los militares, el toque de queda, la gente en trajes espaciales, la cuarentena, los boletines informativos, y la partida de mi familia sin mí. Entre todo eso: la muerte de Caroline y su familia. El suicidio de una familia entera, dos calles abajo. Carlos, el fuego militar hacia todo aquel que intentaba escapar o colarse en los supermercados confiando en la suerte de encontrar algo de alimento, sabiendo que todo estaba más barrido que fiesta de pueblo un lunes.
Y Carlos.
No voy a poder olvidarlo tan fácilmente. No me importa si encuentran tedioso leerlo (no creo que nadie vaya a leer esto).
Yo inicié este diario el 28 de septiembre. Ya llevaba casi el mes sola. Mis padres me abandonaron el 30 de agosto. Haciendo cuentas, oficialmente llevo casi los dos meses. Pero yo lo sigo viendo como uno. Uno uno y un octavo, uno y un tercio, uno y medio, uno y dos tercios. Es a propósito. Sé que entre más tiempo pasa, menos posibilidades hay de qué vengan por mí. Por eso seguiré diciendo lo mismo: llevo un mes aquí. Uno. Solo uno.
Ese primer mes de verdad fue Carlos que me dio ánimos desde su ventana. Él inició el Tip Tap Toe y los mensajes idiotas. Era el único ser humano que veía. No miro a nadie más en otras ventanas. Es triste.
Si me llego a convertir en un muerto viviente, espero que mis piernas sean las primeras en quedar inútiles.
Algo me dice que los humanos no tenemos buen sabor.
JJ
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El diario de Josephine Jones
Short Story¿Hay alguna moraleja en esta historia? Nunca obedezcan a sus padres. Josephine Jones jamás imaginó que a sus dieciséis años le tocaría vivir un apocalipsis zombie. Menos aún, que tendría que vivirlo encerrada, en espera de ser rescatada, sin conoc...