Noviembre 22, 2015.
Otra vez ha pasado el tiempo. Vaya novedad. Ayer volvimos a visitar la casa del sargento, Coen ha abierto un barril y nos hemos bañado juntos. Los dos desnudos, por supuesto. Y así desnudos nos hemos besado. Darwin intentó interrumpirme otra vez, pero no le hice caso. «You shall not pass!» le grité mentalmente. Y fue gracias a esto que disfruté esos gloriosos y castos besos que me erizaron la piel y me hicieron sentir viva de una manera diferente. Qué vamos, viva estoy, este diario es una prueba (al menos que alguien más que no soy yo lo esté leyendo), pero hay diferentes maneras de sentirlo, y con Coen no fue precisamente la manera romántica, fue más a la manera fisiológica-social-existencial. Con esto no le doy la razón a Darwin. No. Lo juro.
Es difícil de explicar, creo que nos besamos, más que por una atracción emocional, porque sentimos que así recuperábamos parte de nuestra adolescencia perdida. ¿No se supone que los adolescentes se la pasan besuqueándose y manoseándose y teniendo sexo sin protección, repartiendo a lo loco enfermedades de transmisión sexual y convirtiéndose en padres adolescentes? Dios mío, ¡cómo ha cambiado la vida! Gracias, zombis del mundo, por este prolongado arrebato de sentido común que reparten entre mordida y mordida.
En otras circunstancias, yo misma me habría criticado, pero vamos. Es difícil cuando llevas tanto tiempo sola. Al inicio sabía que Carlos y su familia estaban en la casa vecina; que la señora Dolly estaba a una cuadra, con sus viejos terriers; Simone, la fanática de las artes escénicas, a dos calles. Aunque no los veía, sabía que estaban ahí. Cuando me dio la impresión de que solo quedaba Carlos me desanimé, pero él estaba ahí, ¡él seguía ahí!, y era alguien. Aun sabiendo lo de su contagio... Para colmo, los roqueros en moto se llevaron a los sonámbulos. Ya no es solo la soledad, es el silencio y los sonidos desconocidos.
Y apareció Coen, y pensarán «¡son tan poquitos días!» (Yo misma lo habría pensado). Pero tendré que defenderme: no, no son pocos días, es casi la eternidad, hemos trascendido las barreras del tiempo y el espacio, estamos vivos, al mismo tiempo y en el mismo lugar, y hasta donde sabemos, muy pocos están gozando en este momento de una suerte similar. Tenemos que hacerlo por aquellos que quieren y no pueden, por los que están solos, y por los perdidos también. No por la supervivencia de la especie, sino como última muestra de humanidad en un mundo de gente podrida. Literalmente, la gente del mundo está podrida. Y apesta. (Bueno, no sé qué tanto del mundo está podrido, pero comprenden).
¿Qué lo inició? Fue en parte la desnudez compartida; las risas queditas, cómplices; las ganas de hacer algo «normal» para nuestra edad. El hecho de que somos hermosos... Está bien, exagero un poco.
Yo me acerqué primero, sólo con ánimos de sentirlo. La novedad. Las ganas. Cuando menos lo esperé ya estaba pasando. Coen me acarició la cintura mientras nos besábamos. Me excité. Él también se excitó, y no se avergonzó por ello, ni yo sentí pena al verlo. Apenas estamos vivos, es normal que ciertas cosas pierdan esa importancia tan desproporcionada que a veces se les dan. Somos dos seres reaccionando de manera natural. De manera sentimental, porque nos sentimos solos; yo esperando encerrada, él corriendo y corriendo buscando un lugar seguro. Y por casualidades de la vida por el momento mi casa es ese lugar seguro, la casa que mis padres dejaron preparados para mí, para que yo los esperara con cierta comodidad. Esperar, esperar, esperar, ¿qué tanto tiempo puedo esperar una persona en la soledad?
Quisimos hacerlo pero nos detuvimos. Sentimos miedo. Coen solo me abrazó y yo lo abracé de vuelta. ¿Y saben qué? Ni siquiera pudimos disfrutar ese momento. ¡Lo notan! ¿Comprenden ahora esta «urgencia»? Mientras estábamos abrazados comenzamos a escuchar pisadas extrañas. Muchas más. Cercanas. Por todos lados. Sentimos pánico. Nos vestimos tan rápido como pudimos y mientras regresábamos a casa tuvimos que controlar la urgencia de echarnos a correr por miedo a hacer demasiado ruido. Ni siquiera me sentí capaz de ver atrás.
¿Ven? Han sido pocos días, pero los hemos pasado sintiendo: miedo, pánico, impaciencia, hambre, dolor, rencor, desesperanza, ilusión, anhelo, sed, calor, frío, etc. Etc. Etc.
Y si no tuve sexo con Coen no fue porque apenas lo conozco y dios, qué barbaridad, qué pensarán de mí los que lean este diario (cosa que espero que nadie haga), o por algún otro prejuicio; fue porque no teníamos condones. Listo. Si iba a pasar mis últimos días sintiendo cosas malas, bien podía desquitarme con una buena.
Con un buen orgasmo.
Un orgasmo sin resultados inesperados.
Un orgasmo que ni yo misma podía darme porque no podía andar por ahí toda cochina sin agua. Pero ahora hay agua y puedo bañarme.
La higiene ante todo.
(Esto terminó sonando tan estúpido).
Y no, no le tengo miedo al sexo sin sentimientos, es sólo que pensé... pensé que sería la única manera de tener a alguien verdaderamente cerca de mí.
Qué tonta.
Quizá después de todo las películas Disney sí me han afectado el cerebro. ¿Saben por qué lo digo?
Porque nada de esto pasó. Nada. Ni un besito, ni un roce, ni una mirada diferente.
Sí, es una estúpida fantasía. Lo que pasa cuando ves demasiadas películas románticas.
Lo siento.
¿Qué pasó en realidad?
Salimos, nos bañamos (cada quién por su lado) y luego regresamos. Comimos, platicamos, reímos, y demás. Lo mismo que hemos estado haciendo todos estos días. Y no me malinterpreten, me encanta hacer todos esto todos los días (la sensación de «normalidad que provoca es alucinante), pero creo que es simplemente miedo al sentir cómo las cosas se están convirtiendo en rutina. No debería acostumbrarme. Es obvio que me quedaré sola, ¿y entonces qué? ¿Irme? Ya veremos.
Tendría que ser una decisión fácil si pensar en ella constantemente me sumerge en estos delirios tan infantiles, pero la cuestión es que no lo es. Desconozco tanto lo que hay afuera que me pregunto si no es mejor la soledad que la muerte, aunque a veces se parezcan demasiado.
JJ
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Hola a todas y todos, perdón por la breve desaparición. No sé qué me pasó el martes. Es más, ni recuerdo haber vivido el martes. Cosas que pasan, supongo xD
Y bien... Es obvio que JJ está confundida, pero debería decidirse pronto. No creo que nada bueno se avecine.
En fin!
Como siempre, no me canso de agradecerles su apoyo constante. Son los mejores :')
Votos, comentarios, y todo lo que quieran es bienvenido.
Saludos.
PD: Por cierto, he estado trabajando en una serie de relatos (aunque no serán muchos, de 3 a 5) ambientados en el mismo universo de JJ, y relacionados con sus personajes, obviamente, que llenarán algunas lagunitas que puedan quedar dispersas por ahí, porque, ya saben, por la situación en la que se encuentra JJ hay muchas cosas de las que no se entera. A veces un simple cambio de perspectiva puede dar un poco de información extra. y bueno. Cuando se termine El diario de Josephine Jones, vendrá esto:
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El diario de Josephine Jones
Conto¿Hay alguna moraleja en esta historia? Nunca obedezcan a sus padres. Josephine Jones jamás imaginó que a sus dieciséis años le tocaría vivir un apocalipsis zombie. Menos aún, que tendría que vivirlo encerrada, en espera de ser rescatada, sin conoc...