15. Octubre 27, 2015.

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Octubre 27, 2015.


Ayer me quedé dormida mientras escribía. Esto fue antes del anochecer. Siempre escribo aprovechando los últimos rayos del sol. Pero he despertado a no sé qué horas de la noche, o más bien, me despertaron. Me despertaron. Malcriados.

     No tuve el valor para ver afuera, pero si escuché. Eran motos. Al inicio eso eran al menos. El sonido de varias motocicletas. Luego algo más fuerte: disparos. De los disparos no solo salía el «¡bam!» sino también risas y mugidos. Los estaban matando. Alguien los estaba poniendo a dormir y disfrutaba con ello (no los culpo).

     No pensé que vinieran por mí, que eran un equipo de rescate o alguna estupidez. Me dio miedo y pensé en mis provisiones y mi bienestar físico.

     Las llaves.

     A oscuras me puse un pantalón en verdad ajustado, un brá deportivo, una camisa vieja y holgada, y me recogí el cabello en una gorra. Era el kit de pordiosera de emergencia, siempre a la mano.

     Me acurruqué a un lado de la cama, abrazando a mí todavía no utilizado bate de defensa. Y esperé.

     Aunque tenía miedo, había algo de relajante en escuchar voces humanas, aunque fueran graves y se comunicaran a puros gritos y estuvieran acompañadas del ronroneo incesante del símbolo universal de los chicos malos malotes, y música rock.

     Por lo que entendí, estaban buscando comida y refugio, pero solo por esa noche (debía de ser temprano, no me había atrevido a iluminar el reloj por temor a dar mi posición).

     Me parecieron unos completos majaderos hijos de su regalada madre. Con tanto escándalo los estaban llamando. En menos de una hora toda la calle estaría a rebozar de ganado podrido. Y quién iba a dormir con eso. ¡Pues ustedes! Delincuentes de mierda. Armada hasta los dientes hasta yo... hasta yo...

     Luego del enfado experimenté algo de admiración. Una pandilla de locos motociclistas rockeros mata zombis estaba en la calle de enfrente matando no-muertos, y montando tiendotas de campaña para tejerles recuerditos (bromas). Imaginé que encendían fogatas, asaban carne, bebían cerveza, pero no lo sé. No los vi. Nunca llegué a escuchar una voz femenina, y esto me hizo perder la confianza. E incluso así llegué a pensar que no habría problema, que se estarían quietos, y bueno, tonta yo. Escándalo. Más escándalo. Y no comprendí lo que era hasta que llegaron a la puerta de mi casa: estaban tumbando puertas y barricadas para buscar provisiones en estos hogares aparentemente abandonados. Obvio se me encogió todo por dentro. Apreté el bate con más fuerza y esperé.

     Transcripción «grosso modo» de lo que escuché:

     —Obvio que hay algo adentro.

     —Pero la casa estaba cerrada por fuera.

     —A ver, si ya mandamos a la verga todos los candados que encontramos, ¿por qué esta puta puerta sigue sin abrir? Debe estar asegurada por dentro también y debe ser por algo.

     —O tan solo se atoró por el desuso. No busques penes donde solo hay vaginas.

     —¿Me estás diciendo culero?

     —Homofóbico de mierda, todo te pone en evidencia. ¡Es solo un dicho!

     —Esa mierda apesta a invento tuyo.

      —¿Y qué? El mundo se ha ido desmoronando de mierda en mierda, ¿crees que a alguien le importara que le copie el estilo?

     —¡Pendejo!

     —¿Y Las ventanas del segundo piso?

     Fin de la transcripción.

     Shit! Exclamé, en el buen americano (estadounidense, aclaro, confío en mi buena pronunciación). Ya estaba tratando de recordar mi plan de contingencia, cuando, para mi buena fortuna, algo ocurrió.

     ¡Un contagiado!, gritó alguien. Ya no pude contener mi curiosidad, y ahora lo lamento. Lo lamento porque hay cosas que no deben verse. Lo lamento porque debió haber sido más claro para mí. Semántica. Dijo «contagiado» no «zombi». Contagiado, una persona que todavía pasa por un ser humano más o menos normal; un enfermo a pocos minutos de convertirse en un empedernido devorador de carne.

     ¿Cómo no me iba a dar curiosidad? (¡Y cómo lo lamento ahora!)

     Gateando llegué hasta la infame ventana, la puerta al exterior, o al infierno, da igual (como la película). Adentro estaba todo oscuro, pero afuera parecía un show de luces, un enfrentamiento Jedi. Todos los malotes parecían llevar linternas. Los focos de sus motocicletas también iluminaban la calle. En frente de mi casa, la de Carlos. El «Adiós» estaba ahora más opaco.

     No debí haber dejado que la curiosidad me ganara. No debí y me maldigo y odio por ello y de tener un revólver ya me habría agujereado el cráneo. Todo tiene un límite. No puedes ver morir a la misma persona dos veces (ni siquiera una) menos tres. Volví a ver el «Adiós» en la ventana de enfrente. Ese «adiós» había sido definitivo para mí. Definitivo en serio. Ya había tenido mi periodo de luto. Por lo mismo no tenía que estar viendo como esos idiotas, esos malnacidos mierderos irrespetuosos arrastraban a Carlos. Como lo pateaban lo levantaban y lo volvían a patear. Quise gritar: ¡mátenlo de una vez, es humano todavía! Pero fui cobarde. Soy cobarde.

     Cuando Carlos llegó a casa de su familia, visita por el cumpleaños de su madre, cruzó la calle y me saludó con un beso en la mejilla. «Estás más bonita que la última vez que te vi», me dijo. Carlos me había gustado de niña, luego se convirtió en una especie de role model. Volví a enamorarme de él hace poco, por necesidad, y ya me había despedido. Como cuando se fue a la universidad y yo le dije que tenía planeado ir a esa misma universidad. Volvió hasta seis meses después convertido en una persona diferente. Ahora ya no volvería. Pero igual no merecía sufrir.

     Me apreté las orejas fuertemente y cerré los ojos. Las risas duraron un poco más, el llanto también.

     Soy cobarde, me dije una y otra vez hasta el cansancio. Soy cobarde.

     Todavía intento convencerme, fue simple sentido común. Aunque lograra hacer algo, Carlos igual ya no tenía salvación. No debía ponerme en riesgo, él no lo habría querido.

     ¿No lo habrías querido, verdad, Carlos?

     Ojalá te hubiera besado el día que viniste por las provisiones.

     Tal vez ahora estaría contigo.

JJ



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RIP Carlos. Me caía bien xD

Bueno, quiero pedir perdón por la demora, esta vez no fue por el internet sino porque ayer salí y me dije "actualizaré cuando regrese". Regresé a la casa y lo olvidé por completo e iba a actualizar hoy más temprano pero igual se me olvidó D: Y es tarde, lo sé. Mi cerebro me traiciona xD

Espero que hayan disfrutado esta entrada, creo que es la más extensa hasta el momento (lo que ya es mucho decir jajaja).

Muchas gracias a todas y todos por leer y estar pendiente de la historia. Se les quiere.

Saludos.

El diario de Josephine JonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora