Sin fecha

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Seguimos sin ver nada, lo que sería alentador de no ser porque el cansancio al fin nos está pasando factura. ¿Qué significa esto? Al menos vamos a morir como queríamos: siendo humanos.

     Las piernas me pesan, pero tomar el lápiz me pesa todavía más. Apenas quedan quince páginas en este diario, ¿qué clase de ironía de la vida es esta? Lo tomaré como una señal. Aunque haré algo de trampa haciendo mi letra tan pequeña como resulte legible. Nadie se me va a adelantar, terminará cuando yo quiera que termine. 

***

Tenemos que administrar bien el agua que nos queda. ¿En qué estábamos pensando? Hemos llegado a un arroyo pero el agua estaba roja y olía bastante mal. Era lo que hacían antes en tiempo de guerra, ¿no? Tirar cadáveres a los ríos para cortarle los suministros de agua a los enemigos o matarlos envenenados. Como sea. No quiero saber cuánto tiempo ha pasado, pero ya se nos está acabando todo. La vida es así. No hemos visto sonámbulos en un buen rato, pero igual nos vamos a morir. Humanos. Somos humanos. ¡YEY!

     ¿Y qué pasó con los animales? Ahí queda la evolución. Nos inventamos una bonita pirámide y nos coronamos en la cima pero lo cierto es que en situaciones de supervivencia siglos y siglos de información genética se reducen a esto. Los animales tuvieron que haber sabido con más exactitud qué pasaba; esas cosas que lees sobre comportamiento animal durante catástrofes naturales y no tan naturales; los animales saben, y su silencio dice mucho, el problema es que nuestra evolución humana se inclinó hacia otro camino y por eso dejamos de entender lo que la desaparición de la vida animal significa.

     Divago. Solo divago y no debería gastar mis últimas páginas en esto, pero la ansiedad es cada vez mayor y a veces sólo puedo controlarla escribiendo.  

***

Se me hizo: hay animales muertos en el camino. Cadáveres secos, duros, ya ni desprenden mal olor. Mamíferos la mayoría, aparentemente, pero también encontramos aves, reptiles, insectos, huecos todos, cascarones vacíos, arrugados.... ¿Todo se habrá perdido?

     Caminando sin descanso hemos encontrado una extraña cabaña. Algún «campesino renegado» bromeó Coen, y reí por obligación, tal como hemos pactado. Dentro de la cabaña no había nada, ni una cama, ni una mesa, ni siquiera una silla; pero hacía sombra y la sombra significa unos cinco grados menos de temperatura. Toda una bendición considerando el calor insoportable que se ha apoderado del ambiente desde hace ya varios días.

     He perdido la cuenta. Miro el cielo pero no me interesa contar los días. Estoy segura de que Coen sí lleva sus cuentas en orden, con el reloj en su muñeca, su mapa y esa brújula que a saber de dónde sacó. Faltan tantos kilómetros, y ahora quedan estos. Y nos encontraremos un río... Pero nada de río, seco o contaminado, nada. ¿Cuántas botellas de agua nos quedan? No, me rehúso a contar. Que cuente él, que este fue su plan desde el inicio: caminar tan lejos de la civilización como fuera posible. «Allá ya no queda nada, lo he visto, tenemos que seguir por acá». Ja, já. No debería estarlo culpando, de hecho, no lo culpo, solo estoy cansada, molesta, adolorida, hambrienta y sedienta. No se me puede acusar de falta de empatía en estas condiciones, cuando apenas me siento ser humano.

     Pero soy humana, demasiado humana, eso no va a cambiar, y por eso sigo caminando, y lo haré aunque signifique morir de pie, pero para conservar fuerzas tengo que dejar otros rasgos de mi humanidad. Moriremos, ¿verdad? Soñé con eso hace... No lo recuerdo. Soñé con eso y fue hermoso, pacífico. 

***

Hemos cruzado la frontera. Suena tan ilegal. Pero asuntos migratorios aparte, hemos cruzado al fin. Coen dice que son al menos 68 kilómetros hasta la próxima ciudad, pero estamos contagiados por un optimismo que nos ha terminado recargando las baterías tal vez para ese último impulso que necesitamos para sobrevivir.

El diario de Josephine JonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora