19. Noviembre 05, 2015.

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Noviembre05, 2015.


He aventado una lata de atún por la ventana como quien lanza con una caña de pescar; y esperé. La marea estaba tranquila, augurio de una buena pesca (en realidad no lo sé, divago porque... porque Coen no es lo que esperaba).

     Esperé apenas asomada por el borde, segura de que Coen no me descubriría mirando. ¡Já, por supuesto! Apareció, tomó la lata, pero no se fue. Fijó la mirada en la ventana, o más bien, en mí; me veía perfectamente, lo supe cuando sonrió a lo «te veo, tontita». (Está bien, no fue así, pero para efectos dramáticos diré que fue la sonrisa más encantadora que he visto en mi puta vida, aunque de puta bien poco ¡y cómo lo lamento ahora! ¿Para qué portarse bien? Hoy puede ser un apocalipsis zombi, mañana un alcoholizado detrás del volante).

     Sintiendo vergüenza me puse de pie. Ahora que lo pienso, debí actuar con más cautela. Podía haber sido una trampa. Ahora que saben que soy una adolescente que aparenta 14-16 años (pero tengo 16, conste), nada evitará que me ataquen y me roben si así lo desean. ¡Por qué uno piensa en estas cosas hasta que ya han pasado, carajo! Podría estar contagiada o cualquier otra mierda, pero es mi vida, y el instinto de supervivencia me falló miserablemente. Parece ser cierto que lo primero que se come el virus es el cerebro... Genial, justo lo que necesito ahora, estresarme más por un posible contagio. ¿Por qué no se me ha ocurrido pensar en que en realidad toda mi vida he sido tonta? Dale, JJ, sigue con el auto-bullying, claro.

     Desde el segundo piso no puedo garantizar buenos cálculos, pero esta es mi impresión: cabello hasta los hombros, castaño, desarreglado. Piel bronceada, labios partidos. Rostro bonito, ni tan aniñado ni tan maduro. Brazos fuertes. Parecía alto. Llevaba una camiseta sin mangas y un pantalón tipo militar, camuflaje y todo. Botas. (Las botas parecían militares también). El pantalón, ahora que recuerdo, parecía quedarle algo grande. Una medalla de metal pendía de su pecho, eso lo noté por el sol. La medalla brilló y obvio acaparó mi atención.

     Coen hizo una reverencia, agradeciendo quizá, y yo lo imité, porque, bueno, no sé qué etiqueta debe seguirse durante un apocalipsis zombi. Se metió la lata de atún en uno de los bolsillos, se quitó la camiseta, levantó los brazos, y lentamente comenzó a girar. Me estaba diciendo: es cierto, estoy sano, un poco flaco, pero nada más.

     Creo que le sonreí. Lo que no significa que ahora confíe en él. Tácticas de guerra. Seguro espera que yo baje las defensas para apoderarse de todo lo que es mío, bunker incluido.

     Esta te va a costar, muchacho, te va a costar.

     ¿Pensará que uno ha visto películas sobres zombis en vano? ¡Qué va! Cierto que no hay nada en este diario que me defienda de mi aparente ineptitud, pero no se puede decir que sea tan tonta, ¿verdad? ¡Oh, demonios, acaso no...! ¿Para qué escribí esto? Estoy contagiada, definitivamente. Ahora que recuerdo olvido las cosas (mala forma de escribirlo), también está la pérdida de la noción del tiempo, el balbuceo, las pláticas conmigo misma, la falta de apetito, mis malas decisiones... Soy un zombi. Un zombi sano. Un zombi tonto (debería escribir una canción). Tal vez no ando allá afuera comiendo cerebros y carne humana, pero no soy tan diferente.

     Demonios.

     PD: la muletilla de esta ocasión: parecía. Pues no, nada simplemente «parece», solo es.

JJ



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¡Perdonen la demora! La computadora se me murió y me pasé media semana tratando de resucitarla (soy tacaña). Parece que está bien otra vez. 

Ya actualizaré pronto para compensar esta demora.

¡Saludos y gracias por todo!

El diario de Josephine JonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora