Pesadilla 3: Nadie (final)

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No soy nadie. O tal vez en un momento específico de todo esto lo fui, pero ahora no importa. Creo que por ser nadie es que comencé a encontrarme a otros. No suena como algo con mucho sentido, pero lo tiene para mí. Pese a todo, sigo conociendo personas a lo largo de mi camino, aunque más me sorprende el que yo siga con vida, tal vez solo es más de lo mismo. ¡Ya qué! Lo importante aquí es la información que he ido recopilando.

Nada de esto inició aquí, no en esta ciudad, ni siquiera en el mismo país. En otros lados la situación era peor. El caos era continental, hasta donde se sabía. Quienes pudieron tomaron aviones, pero del otro lado del charco, conociendo la situación, nunca los dejaron tocar tierra.

Fue una farmaceútica disfrazada de institución de regulación alimentaria. El tópico de toda la vida: armas biológicas. Pero no eran los gobiernos tercermundistas los interesados en estas armas, estos solo cedieron espacio y conejillos de india a cambio de una buena cantidad de billetes verdes. ¿Para qué? Terminaron muertos igual.

Un objeto de prueba huyó portando en su cuerpo una cepa del virus todavía no perfeccionada. Infectó a una prostituta, y ésta a todos sus clientes; la cosa se fue propagando, y el proceso de infección, que era bastante lento al inicio, tenía la apariencia de una enfermedad de transmisión sexual cualquiera, aunque su contagio no era exclusivo de esa vía. Todo estaba relacionado con fluidos, y el virus fue evolucionando de una manera tan pasiva, que cuando despertó con toda su agresiva potencia los mamíferos ya estaban condenados.

O eso fue lo que me dijo uno de los sobrevivientes que encontré en mi camino. ¿Quién era yo para no creerle? Cualquier cosa me suena racional después de días enteros sin más presencia que mi propia sombra.

Una vez desatado el desastre, los militares fueron puestos al mando de las medidas que debían tomarse: protección civil, cuarentena, eliminación de sujetos infectados. Se desplegaron junto a ellos un prestigioso equipo extranjero especializado en manejo y transporte de material biológico altamente peligroso. ¿Para qué? Los extranjeros súper especializados pronto terminaron infectados; los altos mandos militares se dieron a la fuga dejando en caos a fuerzas militares ya bastante mediocres desde el inicio.

«Algunos se vendieron, hicieron cualquier cosa por conseguir salir del país a expensas de los desprotegidos civiles —dijo el militar moribundo que me encontré en medio de la nada, con el pie gangrenado y cero posibilidades de salir con vida—. En realidad iban a volar ciudades enteras sin más consideración, pero en la confusión nunca se concretó nada. Incluso terminaron vendiendo armamento pesado a grupos de narcotraficantes y guerrillas locales. Un verdadero descontrol. Cuando por fin abrieron los ojos los militares que quedaban no eran más que niños asustados sin saber hacia dónde correr».

Su olor me recordó al de los no muertos en un inicio, cuando era fácil distinguirlos. Fue por eso que me acerqué. Entre más humana me parece una persona más distancia interpongo. Sólo por seguridad. No me ha fallado hasta el momento.

Lo peor fue lo que comenzaron a hacer con los civiles. Las medidas de evacuación no sólo eran torpes y lentas, tampoco daban abasto. En apariencia los primeros en movilizarse corrieron mejor suerte porque ya después, al verse saturados, comenzaron a rechazar personas. ¿Tu familia es de cinco miembros? Sólo pueden pasar dos. ¿De ocho? Sólo pueden pasar dos? ¿De uno? Lo siento, tienen que ser dos. Así, abrumados, muchos extendían la peregrinación para ir a otro centro de evacuación y refugio, dejando a su suerte la posibilidad de ser aceptados. Las personas fueron separadas de sus seres queridos, y en este estado de caos sólo pudieron crear más caos, obligando a las autoridades a cerrar algunos centros; otros decidieron crear pantallas, comenzaron a transportar a estas personas, pero no los llevaron sino a su perdición. En sus mentes retorcidas pensaban en el bien común, y para ellos el bien común era eliminar a la mitad de los refugiados para garantizar la estabilidad de la otra mitad.

El diario de Josephine JonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora