37. Diciembre 18, 2015.

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Se me están acabando las páginas de este cuaderno. La verdad, ni he escrito tanto, supongo que la culpa la tiene mi letra, por ser tan grande. De ahora en adelante la haré más pequeña.

     Hay más ganado afuera, pero no es como antes, que mugían sin importar qué, poniéndome los pelos de punta. Ahora hay un silencio en ellos. Lo que resulta todavía más escalofriante. Cambian tan rápidamente que mis peores suposiciones ya parecen una realidad.

     Ahora que veo tantos (¡sorpresa, hay más!) me pregunto si, por casualidades de la vida todos comienzan a darse de tumbos contra las puertas, éstas cederán sin importar los bien aseguradas que estén. Digo, por la fuerza y el peso de sus cuerpos, de tantos de ellos. ¿Son más fuertes que antes, más inteligentes o sólo su detector de carne humana fue el que mejoró? No me gusta seguirle dando vueltas a lo mismo, pero es lo que hay.

     No queda en nosotros más que miedo.

     Otra vez ya no puedo dormir, pero Coen me dice que tengo que hacerlo, que debo mantenerme fuerte (es una putada, primero dormir por montones para después no pegar los ojos. Un día sí, un día no, como ruleta). Pero es que ahora estoy segura de que saben que estamos aquí adentro, no por puro instinto, sino por alguna especie de inteligencia que antes no tenían; y estoy todavía más segura de otra cosa: nos van a comer. Sobrevivimos una batalla perdida, así que el asunto de la sobrevivencia es sólo una cuestión de tiempo. Lo sé.

     No se lo digo a Coen porque su optimismo ciego se lleva todo lo mejor de él, y lo menos que necesita es que doña Penas y Pesimismo salga con sus ideas retorcidas y fatalistas. No creo que sea optimismo puro, sólo trata de aparentar para no incomodarme a mí. Y bueno, es un juego al que jugamos los dos.

     Si estuviera sola, en esta misma situación, creo que ya me habría suicidado, así que en cierta medida sigo viva por él, porque no puedo dejar que atraviese toda esta mierda espeluznante solo. Aunque yo ya no quiero nada de esta mierda retorcida en mi vida. Ya no quiero esta vida. No quiero nada.

     Y no quiero nada porque sé muy bien que no importa lo que haga, esto no se detendrá de la noche a la mañana. Nada allá afuera indica que las cosas estén normalizándose, todo lo contrario...

     ¿Tuvimos que marcharnos cuando el camino parecía despejado? Puede que la respuesta en este momento sea sí, pero, ¿qué garantía teníamos de que unos kilómetros más allá de todo lo que veíamos no estuviera atestado de zombis borrachos desorientados? ¿Desde dónde habían venido los que ahora rodean la casa?

     Supongo que...


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Hola, hola. Un nuevo y breve capítulo. La cosa parece que se está alargando, ¿no? Bueno, por algo este capítulo terminó con puntos suspensivos. Inicia el conteo regresivo. La recta final. 

Entre otras cosas, quiero darles mis más sinceras GRACIAS por hacer que El diario de Josephine Jones alcanzara 1k de lecturas. Sin ninguno de ustedes esto no habría sido posible. Me alegro que disfruten esta pequeña historia, que no es nada del otro mundo pero que está escrito con cariño e ideada para que se entretengan, para que maten unos minutos de su tiempo. Espero haberlo conseguido. Creo haberlo conseguido. Pero ustedes tienen la última palabra.

Nuevamente, MUCHAS GRACIAS  por TODO. Son los mejores ;)

Un avance del próximo capítulo:

  —¡Shhh! —me regañó, aunque ya era demasiado tarde, todas esas miradas podridas estaban sobre nosotros.

El diario de Josephine JonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora