Esa palabra me tiembla en los oídos aún mucho después de haberla escuchado.
Enferma.
Enferma.
Enferma.
Enferma.
No entiendo.
Yo no estoy enferma.
No estoy confinada en una cama a ver "cuando me curo".
Yo estoy bien.
¿A quién quiero engañar?
Esta noche he pasado mucho más tiempo de lo normal acomodando la cocina y cerrando todas las puertas del primer piso...
Tengo demasiada presión en mi...
Me cuesta trabajo levantarme y tener que hacer mis rutinas para no caer en crisis.
Me cuesta trabajo ocultarlo cada vez más.
A veces necesito un abrazo.
Un gran y hermoso abrazo que me diga que todo está bien, que no va a pasar nada...
Extraño los días en los que sabía que tenía a alguien a quien amar, que podía hacer que el día se compusiera con un beso, con un abrazo, con una mirada...
Ahora estoy sola.
No.
Siempre he estado sola.
Supongo que ya es mi destino.
Para poder lidiar con esto tendré que cambiar.
Y si eso significa cerrar mi corazón por un posible "para siempre", lo haré.
El corazón se enfría cada vez más.
Ahora, ya ningún fuego es tan potente como para sacarlo de ahí.
Está muerto.