Hay días buenos.
Hay días malos.
Últimamente he tenido días increíbles.
Sólo espero que siga así por más tiempo.
Pero se que volverán las crisis.
Caeré de nuevo.
Pero, ahora que la ansiedad quedó guardada en un cajón, hay que vivir.
Los escalofríos me recorren por todo el cuerpo.
Mis manos sudan.
Estoy nerviosa, estoy emocionada.
Repaso mentalmente lo que haré.
Y prometo no equivocarme.
Prometo que será perfecto.
Y, finalmente pasa.
Esa sensación nadie me la va a quitar nunca.
Esa sonrisa, nadie me la va a hacer de la misma forma.
Porque simplemente no hay palabras para describir lo que se siente estar ahí.
Sentirme querida.
Aceptada.
Sin miedo a nada.
No me avergüenzo de lo que soy.
Principalmente porque "mi lugar" me ha salvado tantas veces.
Cuando no podía con mi mente.
Cuando todo se tornaba gris.
Cuando quería acabar con todo de una vez.
Cuando quería escapar y nunca volver.
Cuando me desmoronaba por completo.
Cuando todo se caía.
Cuando mi ansiedad me mataba por dentro.
Cuando creí que no tenía nada.
Siempre estuvo ahí.
Siempre me cobijó.
Me hizo sentir segura.
Querida.
Nunca me olvidaré de eso.
Y ahora la necesito más que nunca.
Ahora, cada cosa la hago como si fuera la primera, la única y la última.