Prólogo.

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Marzo 15, 2019.
01 : 38 pm.


Bajamos del auto las cuatro juntas para quedar paradas frente al lugar del que Lana nos había estado hablado los últimos días.

—No puedo creer que haremos esto —se rió Caroline.

—Vamos, será divertido —rodó los ojos Lana, divertida.

—¿Es en serio? ¿Nos trajiste con una adivina? —Pregunté, riéndome— Lana, estás loca.

—¿Nos va a leer la bola mágica? —Dijo Lauren, sarcástica.

—Dejen de ser tan amargadas, será divertido. Entremos —. Contestó Lana, caminando hacia la puerta de vidrio. Tocó dos veces y esperamos. No se podía ver nada hacia adentro, gracias a las peculiares cortinas que colgaban con gracia.
Detrás de éstas, se asomó el rostro de una mujer blanca. Llevaba exceso de labial rojo. Nos observó a las cuatro y abrió la puerta, dándonos paso.

Miré a Lauren —que estaba a mi lado— y ambas aguantamos la risa. Seguimos a Lana y a Caroline adentro. El lugar solamente estaba alumbrado con velas por todos lados, en el centro de la habitación había una mesa rectangular con un mantel morado brilloso.

—Bienvenidas —habló la mujer, sentándose frente a la mesa. Nos observó a todas— ¿En qué puedo ayudarles?

—Una amiga de mi mamá me contó que podías leer el futuro —habló Lana— Nos gustaría que se lo leyeras a mi amiga Katherin. Esta noche perderá su virginidad con su novio y queremos saber cómo le irá con eso.

Volteé a ver a Lana con los ojos amenazantes, cosa que ella ignoró por completo.

—Siéntate —dijo la mujer, observándome con una mueca rígida. Me quedé quieta. ¿Cómo demonios supuso que hablaba de mí?

Las chicas me miraron y asintieron para que tomara asiento frente a la mujer. Me aclaré la garganta.

—Sólo... sólo quiero saber qué pasará en mi futuro.

—¿Estás segura de que quieres saber eso? —Preguntó— A veces no son cosas que uno se espera.

—Estoy segura —respondí. Tampoco era como si esa mujer realmente pudiera decirme lo que sería de mí, sabía muy bien que ese tipo de personas sólo eran completos charlatanes. Sólo estaba siguiendo el juego.

—Bien —respondió, extendiendo sus manos sobre la mesa— Dame tus manos.

Hice caso. Coloqué mis manos sobre las de ella. Sus ojos se cerraron y respiró hondo. Se quedó así por un rato mientras hacía algunas muecas, volteé a ver de reojo a Lauren que aguantaba las ganas de reírse. Regresé la mirada a la mujer cuando sentí que apretó mis manos. Las apretó nuevamente, ésta vez más fuerte y sus ojos se abrieron de golpe. Fruncí el ceño. Quitó sus manos de las mías tan rápido como si le quemaran y se puso de pie bruscamente.

—Deben irse, tengo que cerrar —fue lo único que dijo, caminando hacia la puerta de salida.

—Oye, ¿ese fue tu gran trabajo? No dijiste nada —reclamó Lana, siguiéndola. Todas hicimos lo mismo.

—Lo lamento, pero deben irse —contestó, abriendo la puerta.

Lana rodó los ojos, quejándose.

—Charlatana basura —murmuró al pasar a su lado. Cuando estaba por salir, la mujer me tomó del brazo con fuerza, haciendo que me quejara por lo bajo.

—No vayas esta noche con él. Quédate en casa —me dijo, sin soltar mi brazo.

—¿Qué te sucede abuela? —Reclamó Lana, dándose cuenta de la manera en que sostenía mi brazo.

—Debes hacerme caso —dijo, antes de soltarme. La miré a los ojos y por un momento me asusté, realmente lo hice. Pero no por ella, sino por el hecho de que algo malo me pudiese pasar si no hacía lo que ella acababa de decirme.

Salí del lugar y la puerta se cerró detrás de mí.

—¿Estás bien? —Me preguntó Caroline.

Asentí.

Después de contarles lo que la mujer había dicho, me convencieron de que sólo lo había hecho para asustarme, que no debía preocuparme por tonterías. Y bueno, tenían razón.



10 : 08 pm.

Mi corazón latía con fuerza, podía sentirlo; Sentir cada latido con pasmosa ferocidad. Corrí como pude, tratando de alejarme de aquél lugar. Mis pies descalzos se estrellaban a cada paso contra el frío y sucio pavimento. Intentaba sujetarme de la pared e ir tomando fuertes bocanadas de aire, tratando de no caer al piso. Mi vista estaba borrosa, sentía que en cualquier momento me desmayaría. Pero no podía permitirlo, debía alejarme. Tenía que alejarme de él. Todo a mi alrededor estaba tan callado, no había nadie cerca.
Me detuve para tratar de ubicar el lugar en donde estaba, pero me era muy difícil distinguir, mi vista se nublaba cada vez más y más. Pude escuchar el claxon de un camión a lo lejos, agarré fuertemente mi cabeza y cerré los ojos, intentando concentrarme. Cuando los abrí me encontré con dos luces de frente viniendo directo a mí, el claxon se escuchó nuevamente, esta vez tan alto que lastimaba.
No hubo tiempo de hacer nada, no pude moverme, ni siquiera gritar. Sólo sentí el golpe contra mi cuerpo, inclusive pude escuchar el crujido de mis costillas al romperse. El sabor metálico de la sangre emergió tan deprisa por mi boca.
Después no sentí más, no vi más. No supe que sucedió, todo quedó completamente negro.

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