Capítulo 1.

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Despierto en medio de lo que parece ser el bosque. Mi cuerpo está lleno de sangre, mi vestido está completamente arruinado. Todo mi cuerpo está lleno de heridas, rasguños, sangre y tierra. Toso, sintiendo mi garganta seca y me pongo de pie con un poco de dificultad. Puedo sentir mis piernas dormidas y un poco de dolor en el vientre. Ni siquiera recuerdo cómo llegué a ese lugar o qué fue lo que me sucedió. No tengo idea de porqué estoy llena de sangre, pero estoy segura de que no por algo bueno.

Me pongo a caminar entre los enormes árboles, esquivando ramas que intentan cruzarse por mi camino. Intento guiarme en busca de un camino para llegar a una salida e ir a casa. Después de lo que para mí se convierte en una eternidad, logro ver a lo lejos parte de la carretera. Apresuro el paso con impaciencia y llego al final, justo al mismo tiempo en el que veo un auto acercarse. Extiendo mi brazo, y al sentir que no es suficiente, hago lo mismo con el otro y los sacudo en el aire en un intento desesperado por pedir auxilio, esperando a que el carro se detenga y acepte acercarme a casa o llamar por ayuda; pero el conductor ni siquiera se molesta en voltear a verme.

—Idiota —murmuro por lo bajo, siguiendo el camino de la carretera. 

Intento unas ocho veces más, pero con todos pasa exactamente lo mismo. Todos se niegan a ayudarme. Se siguen derecho sin voltear a verme si quiera, como si no existiese; y eso llega a ser bastante molesto. Sé que mi apariencia no es la mejor pero tampoco creo tener características físicas de una asesina en serie como para que finjan no verme, al menos, claro, que sea por la sangre. 

Al final no me queda de otra más que seguir caminando hasta llegar a una avenida principal que, por lo menos logra que me sienta un poco más segura y más cerca de casa.
Probablemente mis padres estaban ya preocupados. Conmigo no llevaba mi bolsa donde siempre guardo mi celular y mi dinero, no tenía idea de cómo había llegado al bosque y mucho menos de en dónde demonios había dejado mis cosas.

Después de casi una hora caminando pude llegar hasta la escuela del oeste, eso quería decir que estaba más cerca de casa. Los del oeste y el este —mi preciado instituto— siempre hemos sido rivales en prácticamente todo. Entre los jugadores del equipo de fútbol se odiaban al igual que entre las porristas (que próximamente sería una de ellas). Digo, no se trataba de ser egocéntrica, pero, mi audición había sido perfecta. Estaba completamente segura de que me llamarían para pertenecer a ellas este año.

Me sorprendí al darme cuenta que ya era la hora de salida. Pero me sorprendió más notar que todos los que pasaban junto a mí ni siquiera volteaban a mirarme, mínimo de reojo. Pasaban a mi lado como si no estuviese llena de heridas y sangre, seguramente lucía peor que un vagabundo y ni así se dignaban a verme o a preguntarme si estaba bien. Y no era porque amase ser el centro de atención, solamente era bastante extraño que no notasen mi apariencia tan fuera de lugar.
Resoplo con enorme frustración intentando convencerme de que era esa una de las tantas razones por las cuales los del oeste apestaban.
Cuando estoy por seguir con mi camino, siento cómo titubea mi tobillo antes de mandarme al piso de rodillas.

—Mierda —me quejo del dolor. Reviso mi rodilla derecha, dándome cuenta de que la he estropeado más de lo que estaba. La sangre comienza a resbalar de prisa.

—¿Estás bien? —Escucho una voz masculina frente a mí. Levantó la mirada para toparme con un par de ojos verdes que me observan con lástima y confusión— Luces horrible. Sin ofender —aclara esto último con rapidez, al ver mi ceño fruncido.

—Gracias por decir algo bastante obvio —ruedo los ojos, poniéndome de pie.

—¿Qué te sucedió? —Pregunta, viendo las manchas de sangre en mi vestido.

— No lo sé.

—¿No lo sabes? —Frunce el ceño.

—No lo recuerdo —aclaro— Mi mente está en blanco.

ScarsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora