Capítulo 4.

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Deslizo la mano sobre la colcha suave por quinta vez y respiro lentamente. No sé porqué sigo haciéndolo, tal vez es sólo la costumbre, pero debo confesar que es aterrador dejar de hacerlo aunque no lo necesite.

La puerta del baño se abre y sale Jeremy con la pijama puesta y su cabello mojado y despeinado. Me paro de su cama y lo observo mientras él me observa a mí. Inhala fuertemente.

—¿Cómo se supone que funciona? ¿Te quedarás aquí? —Pregunta, dejando su ropa sucia en el cesto.

—No lo sé —me encojo de hombros, desilusionada— Traté de hacer lo mismo que hice cuando aparecí aquí pero no funciona.

—¿En qué lugar pensaste? —Pregunta, tomando asiento en su cama.

—En casa —susurro.

—Lo lamento —murmura.

—¿Por qué lo haces? —Pregunto, frunciendo el ceño.

Suspira, levantando sus hombros.

—Por lo que te pasó, la manera en la que te enteraste... Lo lamento.

Sonrío sin ganas, asintiendo.

—No importa, supongo.

Asiente. Nos quedamos en silencio por lo que parece un minuto y el ambiente se pone tenso, inclusive muerta puedo darme cuenta de eso.

—Yo... —comienzo, dando un paso atrás— Iré a abajo, si no te importa. No tengo sueño y no creo que vuelva a tener... ya sabes, por...

—Sí —asiente, haciendo una
mueca— No me molesta, mientras no te vea mi madre.

Me río asintiendo lentamente.

—Seré cuidadosa, lo prometo. Como si fuese un fantasma —abro la puerta y antes de bajar, digo: —Buenas noches.

A lo que él responde con un "Gracias". Y puedo sentirlo, la manera en que lo dice, queriendo responder con un "Igualmente", pero ambos sabemos que yo no podría tener una buena noche nunca más. No era un privilegio para los muertos.

. . .

Resoplo ruidosamente otra vez. La madre de Jeremy había salido a su trabajo y por fin la había conocido, después de que Jeremy se dio cuenta que sí estaba muerta y habíamos subido a su habitación, llegó ella. Pero no me dejó salir cuando la saludó, supongo que creyó que me vería... o tal vez no quiso sentirse aún más raro por ser el único que podía verme. Su madre era delgada y bastante baja, me llegaba a los hombros. Su cabello era marrón al igual que el mío, sólo que el de ella era lacio y más corto. Suspiré cuando lo vi, jamás podría volver a usar mi champú de fresas y frambuesas, ni mi acondicionador con olor a mango ni mi aromatizante para cabello con olor a fresa. Eso era horrible.

Sólo esperaba a que él despertara y bajara, se suponía que debía ir a la escuela y yo me estaba aburriendo bastante.
Era algo realmente extraño; el hecho de no tener que dormir ni mucho menos. Mientras me paseaba por su cocina y por su patio trasero estuve pensando en lo que me había pasado. No tenía idea de cómo morí, no sé cómo, dónde y en qué situación me encontraron. Si había muerto en marzo quince... ¿por qué esperaron tanto para velarme? Inclusive llegué a pensar que era por esas dudas que no podía irme al paraíso que muchos prometían al morir. O tal vez todo eso era una farsa para hacer a la gente creyente, no sé, no sé cuánto duraría esto ni cuánto tardaría en acostumbrarme del todo. Alguna vez leí por ahí que las almas permanecían en la tierra cuando dejaban cosas pendientes o dudas pendientes y era cuando las llamaban Almas en pena. ¿Yo soy un alma en pena? ¿Cómo podría yo saber eso? Si me enteraba sobre mi muerte... ¿dejaría de ser un alma en pena e irme a donde sea que los muertos vayan? No sabía si alegrarme o entristecerme por eso.

ScarsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora