Capítulo 5.

425 40 3
                                        

Ambos nos sorprendimos ante la reacción del agente mientras él, sostenía la puerta para que Jeremy se retirara. Me miró para pedir ayuda pero no sabía qué hacer o decir.

—Vamos, retírate, ¿o es que quieres que llame a los de seguridad para que te saquen a la fuerza? —Habla nuevamente, con el rostro completamente serio.

—Dile que conoces a papá —le digo, antes de que Sam lo termine sacando por sus propias manos.

—Conozco a papá —dice, con la voz temblorosa.

Estrello mi mano contra mi frente y ni siquiera me es necesario ver el rostro del agente Cleanstone para saber que lo mira como si fuese un idiota.

—No seas tonto —me quejo en un susurro— Dile que conoces a mi papá, Matthew Fhenter.

—Escucha, chico... —comienza el agente, cerrando la puerta y caminando hacia su teléfono, dispuesto a llamar a seguridad.

—Conozco a Matthew Fhenter —lo interrumpe Jeremy. Sam se queda con el teléfono en el aire y lo mira con desconfianza— Yo... era cercano a Katherin... era una amiga —me voltea a ver, para confirmar que lo hace bien. Asiento rápidamente, levantando ambos pulgares hacia él.

Sam baja el teléfono pero no deja de mirarlo con desconfianza.

—Sólo supe que murió pero nadie dijo cuál fue la razón, era una de mis mejores amigas... necesito saber qué le sucedió. Su padre no quiere hablar al respecto —continúa mintiendo. Es tan bueno que por poco le creo.

—El señor Fhenter quiso que sólo la familia tuviera acceso a esa información. Y si él no quiso decirte nada, sus razones tendrá. No puedo hacer nada por ayudarte —contesta el agente.

—Por favor, era mi amiga —suplica Jeremy, haciendo una cara de cachorro dolido.

—Lo lamento, pero ya dije que no puedo ayudarte. Es información confidencial y por código de ética y profesionalismo no hablaré sobre ese tema contigo.

Resoplo, rodando los ojos.

—No te dirá nada — digo, negando lentamente— Vámonos ya.

—De acuerdo, entonces... yo me retiro —Le dice, poniéndose de pie al mismo tiempo en el que yo me detengo antes de llegar a la puerta.

—Pregúntale cuándo enterrarán mi cuerpo —digo, sintiendo la garganta seca al pronunciar esas horribles palabras.

—Una cosa más... —comienza nerviosamente, volteando a verlo— ¿Podría decirme cuándo la enterrarán?

El agente Cleanstone se cruza de brazos y lo mira dudoso.

—Lo harán éste viernes —contesta con voz para nada amigable.

Jeremy asiente lentamente, tragando saliva.

—Gracias —responde antes de abrir la puerta para que ambos salgamos de allí—. Al final no lo logramos —susurra, una vez que salimos de ese lugar y caminamos hacia su auto.

—Bueno, podemos averiguarlo el viernes.

—Espera —se para a media banqueta para verme. La gente le frunce el ceño molesta por estorbar en el paso y él se da cuenta. Sigue caminando hacia su auto conmigo a su lado— No me digas que quieres ir a tu propio entierro y me obligarás a hacerlo a mí también —susurra con la mandíbula tensa.

—Dijiste que me ayudarías, ¿recuerdas? —respondo, entrando al auto junto con él.

—Lo hice y no funcionó —contesta, colocándose el cinturón de seguridad— ¿Qué te hace creer que yendo a tu funeral lograremos saber algo?

—Escucha, puedes hacerlo o no, pero mientras no sepa qué me sucedió realmente, tendrás que seguir viéndome por el resto de tu vida —digo, entregándole una sonrisa reluciente.

—Esto apesta —resopla, antes de arrancar.

Una vez que llegamos a su casa, yo me quedo en la sala mientras él se va a la cocina a prepararse un sándwich. En la televisión pasan un programa sobre adictos compulsivos a cosas asquerosas y tontas, lo cuál hace que me dé repulsión absoluta.
Después de unos segundos llega la mamá de Jeremy y se queda junto con él en la cocina. Minutos más tarde la puerta de entrada vuelve a abrirse, sorprendiéndome. Entran dos hombres, uno más grande; cabello castaño, ojos miel y unas bermudas de palmeras color naranja y azul. No tengo idea de quién sea pero se ve que tiene malísimo gusto por la moda. Hago una mueca de horror.
El otro es más joven y tiene un leve parecido a Jeremy, sólo que éste es más alto, musculoso y tiene los ojos grises.

La mamá de Jeremy y él, salen de la cocina, justo cuando el hombre mayor deja un par de maletas en el suelo.

—¡Llegamos, familia! —Sonríe, extendiendo los brazos para abrazarlos a ambos.

—Papá —dice Jeremy abrazándolo.

—¿No hay abrazo para el hijo más perfecto del mundo? —Habla el otro chico, acercándose a abrazar a la mamá de Jeremy que, ahora sé que es mamá de él también.

Hablan por unos minutos cortos sobre el viaje de campamento que hicieron a Hawái y luego todos se van a la cocina. Jeremy ni siquiera se molesta en voltear a verme, simplemente me ignora, como todos ahora. Como si él tampoco pudiese verme. Inclusive apaga el televisor de la sala antes de irse con sus padres y su hermano a la cocina, dejándome sola y aburrida.

Resoplo lentamente y me pongo de pie para ir a la cocina. No hace falta entrar del todo para ver sus rostros felices y sonrientes, todos hacen bromas y ríen divertidos mientras comen y beben jugo de fresa; Mi favorito. Suspiro hondo. Honestamente no sé cómo describir lo que siento en ese momento. Tristeza, tal vez. Enfado, quizá. Envidia...
Por un momento se me viene a la cabeza una imagen de mis padres y de mí, cada vez que hacíamos los miércoles de cena familiar. No había nunca un miércoles en que no hiciéramos esa cena.
Escucho la risa de los padres de Jeremy por el chiste que dice el hermano y siento unas ganas enormes de soltarme a llorar, por verlos a ellos tan felices... y yo sin nada.
Limpio la pequeña lágrima que cae por mi mejilla y doy media vuelta, dando la espalda a aquella escena. Me siento fuera de lugar y terriblemente incómoda. Esa casa no es mi hogar y no es el lugar en donde realmente pertenezco o debería estar.

Abro la puerta principal sin hacer absolutamente nada de ruido para evitarles un susto a la familia de Jeremy, y me voy de ahí. Camino hasta casa con paso apresurado, deseando ya estar allí y poder ver a mamá y a papá.

La casa por fuera luce apagada y solitaria, hay algo que no sé qué es pero hace que la casa adopte esa postura tan fea y para nada gustosa. Entro por la puerta principal, igualmente sin hacer algún ruido. Todo está silencioso. Levanto la mirada al reloj que marca las 7:15 pm. Sonrío melancólica. Llegué justo a tiempo para la cena.

Me dirijo al comedor con una sonrisa en el rostro porque veré a papá y a mamá comiendo y podré sentarme junto a ellos. Aunque no puedan verme, el sólo hecho de yo verlos me hace sentir aliviada y en casa. Pero la desilusión llega cuando entro al comedor y me doy cuenta que está completamente vacío. No hay ni un plato colocado en la mesa, no está papá ni mamá. No hay un tarro lleno de fresas en el centro ni los claveles a un lado. No hay nada.

Siento un dolor en el pecho inexplicable, como si alguien metiera su mano dentro de éste y tomara mi corazón entre sus manos para luego estrujarlo con fuerza y sin piedad. Me doy cuenta entonces que, nunca volveré a tener a mi familia. Nunca más habrán tarros llenos de fresas ni claveles a los lados. Nunca más habrá cena familiar de los miércoles porque ahora estoy muerta, y mi familia comenzará a dejar de ser una familia para convertirse en sólo un recuerdo de mi pasado... Cuando aún estaba viva.

ScarsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora