Al fin mi primer día de clases en la universidad había llegado. Estaba tan nerviosa que no había podido dormir casi nada. Estaba a minutos de comenzar a realizar uno de mis sueños. Quizás sería lindo decir que desde pequeña siempre había querido ser doctora y que jugaba a curar las enfermedades de mis muñecas, pero la verdad es que no. De niña pasaba todos los fines de semana en la casa de campo de mis abuelos junto con mi hermano Tom, nos encantaba imaginar aventuras, salir a explorar mundos secretos y descubrir enormes huesos de dinosaurios que no eran más que ramas de algún árbol. En ese mundo de fantasía habíamos jurado que cuando fuéramos grandes seríamos exploradores y arqueólogos. Pero a medida que fuimos creciendo, los dos comenzamos a ir por caminos diferentes.
Por un lado mi hermano se enamoró del deporte y se dedicó al hockey sobre hielo, siempre decía que no iba a parar hasta ser el mejor profesional. Por mi parte divague por muchas profeciones, desde veterinaria hasta diseño de moda. Hasta que un día, mi tía Natalie, que había viajado a Canadá a visitarnos, me invitó a que la acompañara a un hospital de niños. Yo tenía 16 años y no estaba muy segura de si hacia bien en ir, pero cuando entramos a la habitación de Josh, Bella y Rubí, niños de no más de 8 años que tenían cáncer, mi cabeza dio un giro de 180 grados. Me asombré de la manera en la que actuaba mi tía con ellos, como tocaba cables y miraba máquinas que hacían muchos ruidos, a la vez que jugaba con ellos y los hacia reír inflando guantes de látex. Admiré su trabajo así como también la valentía y fuerza que tenían esos niños por mantenerse en este mundo a pesar de estar tan enfermos. En ese momento, me di cuenta que al fin había encontrado mi vocación.
Y así fue como llegue hasta aquí, parada en frente de lo que será mi templo por varios años. El corazón me latía con fuerza, suspiré profundamente y con mi mejor sonrisa me encaminé hacia el interior del enorme edificio.
- Hola Sophie- escuche a alguien saludándome a mis espaldas.
- Zoe, ¿cómo estas?
- Muerta de miedo la verdad- dijo tocándose la nuca.- ¿y tu?
- No pude pegar un ojo anoche, imagínate como estoy- las dos nos reímos y comenzamos a buscar el aula magna en donde sería el discurso de bienvenida.
En el aula un señor de traje se presentó como el decano de la facultad de medicina: Doctor, profesor y no se cuantos títulos mas, Albert Montgomeri. Dio un discurso como de una hora, al principio presté atención, pero al pasar de los minutos se volvió algo aburrido.
Una vez finalizó el discurso, nos dirigimos hacia el aula de anatomía, era un salón enorme con unas 20 mesas de disección bien distribuidas. Con Zoe nos acomodamos en una y se nos unieron tres personas más: Maria, que era una latinoamericana muy bonita, Peter, que me sorprendió por el intenso color rojo de su cabello, y Brad, un moreno con una sonrisa que contenía millones de dientes.
Una mujer rubia de pelo recogido y con un guardapolvo impecable se acercó a nuestra mesa.
- Buenos días chicos- todos la saludamos al unisono- soy la doctora Novak y voy a ser su profesora de trabajos prácticos, el día de hoy lo vamos a utilizar sólo para aclarar cómo va a ser el cursado y despejar algunas dudas- se tomó todo su tiempo explicando cada detalle de la materia y contestó amablemente las preguntas que le hacíamos. Al final nos dijo- éste primer mes va a ser de adaptación, por lo que cada uno de ustedes van a tener tutores, que son alumnos de años más avanzados. Cuando salgan de aquí en la pizarra de la secretaría cátedra va a haber una lista con los nombres de los tutores que les tocaron- hizo sonar sus manos- asique esto es todo por hoy, nos vemos en dos días y estudien por favor.
Ansiosas, Zoe y yo fuimos al segundo piso donde se encontraba la secretaria de la catedra, miramos la lista y allí en negrita al lado de mi nombre decía:
William O'Connor
Mierda.
¿Cuántas posibilidades había de que hubiese dos personas con el mismo nombre en la misma universidad?
La vibración de mi celular en mi pantalones me sacó de mis pensamientos, y como si lo hubiese invocado era un mensaje de William.
Por lo que veo ya descubriste que serás mi alumnita por un tiempo.
Con el ceño fruncido levanté mi cabeza y comencé a buscar entre la gente, y allí estaba él, apoyado contra la pared con sus manos en los bolsillos y un guardapolvo blanco que le quedaba demasiado sexi. Al ver que lo había descubierto, sonrió de lado y comenzó a caminar hacia mi.
- Hola Will.
- Alumnita, ¿feliz de saber que voy a ser tu profe?- dijo despeinándose el cabello de la forma en la que sólo él sabe hacerlo, tan jodidamene sexy.
- ¿Acaso estas acosandome?
- Eso quisieras, sólo quería decirte que soy muy exigente, asique vas a tener que estudiar mucho niña.
- Te dije que no me dijeras niña- en proceso de cabreamiento en 3..2..1
-Si, lo que digas- dijo moviendo su mano restándole importancia a lo que había dicho.
- Oye Will, ya nos vamos- le gritó un chico de cabello negro que llevaba una chaqueta de cuero y que mi sexto sentido me decía que no era alguien de fiar.
- Nos vemos alumnita- saludo William guiñándome un ojo y desapareció entre los alumnos.
- ¿Quién era ese tipo?- preguntó Zoe con la boca abierta.
- Ya, secate la baba pervertida- puse mis ojos en blanco- sólo es mi estúpido tutor.
Hola lectores y lectoras!!!
Tengo dos cosas para decir:Primero quiero agradecerles por engancharse a mi historia, es súper importante para mi saber que le interesa al alguien, aunque seamos poquitos.
Y segundo quiero decirles que cualquier cosa que ustedes no lleguen a entender de lo que escribo, no duden en preguntarme. Con respecto a la universidad yo me voy a basar en como es aquí en mi ciudad ya que es la única manera que conosco, asique no se preocupen si no tiene nada que ver con lo que ustedes conocen Jajaja así es como se dicta aquí en Argentina, no tal cual porque voy a omitir algunas cosas, pero más o menos es así. Espero no generarles demasiados inconvenientes. Si es así haganmelo saber y buscaré la manera de corregirlo.
Gracias por leer.
Voten y comenten <3

ESTÁS LEYENDO
Alejate De Mi
Romance"-Sophie, tienes que escucharme- rogaba a través del celular. Pero yo ya no quería oírlo más, su voz me lastimaba, su esencia, hasta imaginar sus ojos mirándome me rompía en mil pedazos. ¿Como pude caer en sus redes? ¿Como pude pensar que alguna ve...