Capítulo 2: Llegando a casa

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Poco a poco, fui percatándome de quien podría ser y al mirar más hacia mi izquierda, cerca de la calle y al frente al restaurante Emmy's Diners; pasaban el respetado y correcto Michael Corbett con un gorra de béisbol en su calva, acompañado de su hijastra, Elizabeth. Ella venía a todo velocidad, pasando sobre los charcos como flecha y sus negros rizos saltaban ante su andar y una sonrisa, cubría su rostro jovial. No sabía qué pensar, mi mente estaba en blanco.

— ¡Madison! ¡Hola!—exclamó ella corriendo hacia mí. —Qué bueno verte hoy. ¿Cómo estás? — comentó casi sin aliento para respirar

Tarde un milisegundo en responder. Mi cerebro trabajo rápido, era pregunta sencilla y directa

—Eh...bien. —le mentí. —Fantástica. ¿Y tú? ¿Cómo están tus hermanos? —pregunté sin titubeó. No quería mostrarle mi mal genio que cargaba ese día

—Están muy bien, en casa. Y dime, ¿qué haces por aquí?, ¿no deberías estar en tu casa...?— inquirió ella con algo de curiosidad

—Ah, eso—balbuceé. —Bueno yo...no...— vacilé en mi contestación. No quería revelarme mis verdaderos motivos, porque estaba aquí.

—Eres una chica muy mala, Madison— intervino la profunda y grave voz del señor Michael. Él estaba junto a su hija, mirándome con curiosidad y una ceja levantada.

— ¿A qué se refiere, señor Corbett? — pregunté

—Tú deberías estar en este instante en tu casa, apoyando y cuidando de tu madre, niñita...eh. — me regaño.

Se veía superficialmente en su cara, que estaba molesto. Se notaba como sus patas de gallo, se plegaron hasta formar más arrugas más de las necesarias. Realmente estaba molesto conmigo, por mi irresponsabilidad; y estaba en lo cierto el señor Corbett: yo debía estar acompañando a Cleo

>>> Soy una malísima hija<<<, pensé con ofuscación

—Eh, Maddy...me preguntaba si...tu...bueno...quisieras...—comenzó a decir Elizabeth con algo de vergüenza. Se estaba sonrojando.

—Madison... ¿te gustaría acompañarnos a desayunar? — me preguntó, ahora con una amplia sonrisa el señor Michael. —Elizabeth y yo íbamos a comer, cuando te vimos aquí sentada y sola—

— ¡No es justo, papá! — exclamó molesta su hija. — ¡Yo quería pedírselo! ¡Arg! —dijo ella, haciendo una mueca con los labios fruncidos.

Su padre y yo nos reímos, sin soltar carcajadas al ver la reacción de su encantadora hija, al ser ella, quien deseaba invitarme a desayunar con ellos. Me pareció algo muy dulce de su parte, al ser tan amable conmigo; Elizabeth era demasiada considerada con las personas que la rodeaban.

—Gracias, señor Corbett —repuse algo ruborizada. — Será un placer acompañarlos a desayunar. Así no me moriré de hambre— dije con algunas risitas

—No hay de que, Madison —afirmó el señor Michael. — Vamos...

***

Caminamos suave y sin prisa, hacia la puerta de cristal, que tenía el pequeño restaurante como entrada. El sonido de la campanilla dorada, anunciaba la entrada de un nuevo cliente, al establecimiento. Elizabeth y su padre entraron tan naturalmente como siempre; en cambio yo...no me sentía muy cómoda, estando en sitios como estés. Lentamente, dejé de pensar en eso, y empecé a observar un poco más el entorno en que me encontraba. Dos hombres de barbas oscuros con gorras y de aspecto rudo, yacían sentados en una mesa en el fondo, tomando dos tazas de café humeante y un par de donas, parecían camioneros, en otra esquina alejada estaba un viejo anciano con su periódico y unos waffles con jarabe; y en la barra, unos chicos de la secundaria de White Rose riéndose, tal vez de sus payasadas o de la temporada de sus deportes favoritos, a excepción de nosotros y esas personas, el resto del establecimiento estaba casi vacío. Suspiré de alivio.

Luz y Oscuridad © ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora