AL CALOR DEL MOMENTO

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Sofía

Un año después...

Click.

Flash.

Parpadeé.

—Señorita, por aquí.

Los destellos de las cámaras fotográficas y las luces cegadoras de los dispositivos de video perturbaron mi visión. Gerardo, Blanca y los demás actores desfilaban por la alfombra y posaban para las fotos de los reporteros. Guillermo se paseó orgulloso con su esposa por toda la línea de prensa, su mujer me recordó a la actriz que tanto solía imitar cuando era pequeña; miraba su programa todas las noches en la vieja televisión de bulbos en casa mientras mi madre salía con su novio en turno. Recuerdo que quería ser como ella, toda rubia y empoderada. Mientras su personaje bebía coñac y fumaba un cigarrillo largo, yo tomaba jugo de manzana en mi vaso rosa decorado y mordisqueaba mi lápiz de la escuela.

Me sentía como una niña en un parque de diversiones, celebridades que había visto en las pantallas al crecer, se paseaban a mi alrededor. Carlos no podría con la emoción cuando llegase, Mariel tendría que ponerlo en cintura o terminaría siendo bastante vergonzoso para todos nosotros.

Miré de nuevo mi teléfono. Nada.

—¿Dónde están? — musité.

Moví mi pierna, estaba bastante ansiosa, así que me escabullí de regreso a mi escondite en una esquina junto al letrero gigante del festival de cine.

Calor se empalmó en mi espalda, regando una corriente eléctrica en la piel desnuda de mi escote trasero. Estiré el cuello, incapaz de hablar, o gemir dada la situación de dónde, y con quién me hallaba oculta.

—Te ves hermosa. — Mi cuerpo respondió en automático ante el toque de Sergio. Con sus labios pegados a mi oreja, sentí mis piernas debilitarse.

—Lo sé.

Por puro instinto presioné mi trasero cubierto por la caída del vestido contra su entrepierna.

Gruñó por lo bajo, bajó su mano descendió entre nuestros cuerpos hasta aprisionar entre sus dedos la carne de mi nalga derecha. Me levanté sobre mis puntas como estímulo para la bragueta de su pantalón de diseñador.

—Qué dices si tú y yo nos fugamos. Estos eventos me aburren. —fue regando besos a lo largo de mis hombros.

Me di la vuelta, mis brazos rodearon su cuello.

—No creo que sea buena idea que el director del filme que está nominado a mejor película desaparezca en medio del festival la noche de su proyección.

—Viviré con las críticas si eso significa que estarás conmigo.

Lo miré mal.

—Sergio...

Alejó sus manos de mi cuerpo en señal de rendición.

—Lo siento. Nada de cosas románticas. —citó mis palabras.

—Lo tienes claro, ¿cierto? Porque de lo contrario, esto no va a funcionar.

—Sí. —Su voz se perdió entre el barullo del exterior.

—Gracias.

Sus ojos se negaron a mirarme.

Felicidades, Sofía. Lo has hecho enojar.

Resoplé un tanto frustrada, debería admitir. Había aceptado ser su pareja para el evento luego de que él rotundamente renegara mi sugerencia de llevar a Alicia. Le dije que sí sólo para que olvidara su enojo por lo de la otra noche cuando abandoné su cama para ir a casa de Óscar a charlar. No ocurrió nada, pero Sergio dramatizó y escupió mierda sobre ser exclusivos y nunca volverlo a abandonar a la mitad de la noche para irme a meter con otro sujeto.

Hasta Que El Sol Se CongeleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora