PROPUESTAS

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Andrea

Por encima del borde de mi libro vi a Diego pasar los dedos por su cabello y tirar de él hacia atrás, exhaló exasperado. Di vuelta a la página colocando el separador, cerré el libro y lo dejé en la orilla el sillón.

—Oye, señor socio. — le arrojé un puñado de palomitas de maíz del tazón a mi lado.

Separó la vista de la computadora y me miró parpadeando. —Perdón, ¿qué?

Reí. —Nada. Te ves sexy cuando estás estresado por el trabajo.

Me miró con la disculpa reflejada en su rostro.

—Lo siento, tengo un bloqueo y realmente necesito terminar con esto.

Poniéndome de pie caminé hacia él rodeando el comedor. Mis manos hicieron contacto con su espalda y hombros masajeando las zonas rígidas a través de la ropa. Diego estiró su espalda contra mis dedos, los músculos tensos de su cuello sobresalieron como bultos de cemento de entre su perfecta piel bronceada. Presioné un nudo clave en su omóplato, gimió bruscamente.

—Justo ahí.

Soplé en su oreja.

—Deberías tomar un descanso. —Mis manos se perdieron debajo de su camiseta, mis uñas rasguñando eróticamente sus pectorales. — Mami necesita cariños.

Sujetó mis muñecas y besó mi antebrazo. —Papi está muy ocupado en estos momento, juro que voy a compensarlo.

—Por lo menos dame un beso. —Tomé asiento en su regazo.

—¡Diego!

Se escuchó un grito atronador seguido de varios golpes en la puerta principal.

—¡Diego!

—¿Ahora qué? —Diego me sujetó de la cintura para levantarse.

—¡Diego!

Óscar entro corriendo y jadeando al departamento en cuanto se le abrió la puerta, cayó en cuatro patas. Respiraba con dificultad.

—¡Dios!—corrí hacia él pasando de largo a mi novio.— ¿Estás bien?

—Alerta roja.— hipó.

—¿Qué?— hice una mueca.

—¡Alerta roja, código 33:12!— enderezó el torso y puso las manos sobre las rodillas recuperando el aliento.

—No puede ser...— Diego maldijo.

Miré a ambos hombres buscando respuestas.

—¿Qué es el Código 33:12?— pregunté confundida ya que Diego se veía notablemente alterado.

—Ex novias juntas en un mismo lugar. —Diego ayudó a su amigo a ponerse de pie— ¿Qué quieren? ¿Qué buscan?

—A mi esposa— dijo con una expresión de horror.

¿Qué mierda está pasando?

—¿Esposa? —Arqueé una ceja. —Alguien explíqueme por favor de qué demonios están hablando.

Diego y Óscar compartieron miradas secretas, luego se pasearon por la sala tarándose en responder. Finalmente Óscar me llevó consigo hasta el sofá y explicó:

—Hace tiempo, cuando las chicas se ponían... ¿cómo podría explicarlo?

—¡Intensas! —apuntó Diego.

—¡Sí, intensas! Gracias, amigo. En fin—continuó. —, cuando veíamos que querían volverse demasiado serias, usualmente las asustábamos con un anillo falso.

Hasta Que El Sol Se CongeleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora