INESPERADO

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Sofía


—Andrea, por favor. —gemí tratando de de no afligirme demasiado. —Ha paso un año y medio.

—¿Has sabido algo de él? — Dejó su cuchara a un lado, y son esa mano acarició su vientre de ahora casi ocho meses.

Negué con la cabeza. —No precisamente.

—Has pensado en, no sé, ¿buscarlo?

—No. ¿Para qué?

—Le debes una explicación. —sus ojos agotados me acusaron.

—No le debo nada, le dije lo que tenía que decirle ese día. Si él hubiera querido, me habría buscado.

—Pero tú le dijiste que no lo hiciera.

—Como sea. —di una última cucharada a mi helado y dejé el recipiente junto al de ella. Mi mirada vagó por toda la habitación de la casa vacía. Óscar había partido a un viaje de negocios por cuatro días y apenas llevaba dos, Andrea no podía estar cuidando a Valentina sola, así que el acuerdo fue: Óscar al trabajo, Mariel con los niños, y yo, siento enfermera de la embarazada.

—Sofía...—presionó.

—Lo extraño, Andrea, ¿bien? Lo amo como nunca he amado a alguien. Sé que cometí el error más grande de mi vida y que él jamás va a querer estar conmigo de nuevo. Me asusta, todo él me asusta. Me hace sentir tanto, que luego me doy cuenta de que le he dado tan poco y sin embargo le he entregado todo. Me aterra pensar que por él soy capaz de hacer tantas cosas. No quiero ser como antes, Sergio hacía de mí una mejor persona. Me quedé con ganas de decirle lo mucho que lo amaba, que tan enamorada estaba de él. Tengo el corazón roto, Andy. Y todo es mi culpa.

—No, Sofí.

—Quiero que me ame. —dije, mirándola a los ojos. Suplicándole que me ayudara a calmar el dolor punzante en mi pecho.

—Él te ama. —aseguró. No, ya no lo hace.

—Quiero que me haga sentir especial otra vez, quiero que me bese, que me abrace, que me toque. Lo necesito tanto. —mordí mis labios cuando me di cuenta de que temblaban. — No quiero que encuentre a otra que lo haga más feliz que yo. No quiero que se encuentre a una mujer que lo ame más de lo que yo lo hago. No quiero que ame a nadie más, no quiero que la ame más que a mí. Andy, no quiero que me olvide.

—Él también necesita tiempo, tú necesitas tiempo. Tampoco se trata de que lo esperes el resto de tu vida. Si no lo buscas, no aparecerá. Así es este asunto del amor, si no luchas, no vences. Luego todo deja de ser tan complicado. —prometió sin querer.

Me quedé mirando a mi mejor amiga, a su rostro cansado, a sus brazos delgados. Tenía ojeras, y sus mejillas habían perdido un poco de color. Se veía agotada.

—Lo siento, Andy. —sacudí la cabeza. —He estado aquí sentada, aburriéndote con mi drama, cuando lo que tú necesitas es ir a descansar. Realmente tienes un aspecto horrible. Vamos, hay que llevarte a la cama.

Traté de ayudarla a levantarse del taburete, pero se detuvo. Tenía una mirada extraña en su rostro. Soltó un ligero gemido, dejando caer su mano hacia su abdomen presionándolo con fuerza. Empecé a asustarme mientras observaba su rostro afligido.

—¿Qué pasa?—pregunté ansiosamente.

—Nada— respondió en voz baja—. Tengo calambres, eso es todo.

Hasta Que El Sol Se CongeleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora