EL ÚLTIMO SUSPIRO

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  Óscar


—Está en el quirófano, el médico les avisará sobre su estado.—dijo la chica.

—¡Maldición! — Golpeé la pared, desesperado. La enfermera en la recepción se sacudió del susto. Cuando regresé la mirada hacia su familia, Mariel estaba hecha un río de lágrimas, Carlos corrió a abrazarla y Sofía se acercó cuidadosamente a mí.

—Óscar, todo va a estar bien.—susurró ella tocando mi hombro. Mi corazón se hizo trizas.

Me aparté un poco, caminé hacia atrás. Todos me miraban. ¿Cómo podían estar tan seguros de que Andrea estaría bien? Ellos no escucharon lo que yo escuché, ellos no la vieron cerrar los ojos como si se hubiera dando por vencida, ¡Ella está luchando por su vida! No quería que se fuera, no quería que se me escapara de entre las manos.

Montones de imágenes rondaron mi cabeza; la primera vez que la vi, la forma en que me sonrió cuando le pedí matrimonio, su rostro cuando me dijo que me amaba. La forma en la que ella me abrazaba cuando pasaba sus brazos alrededor de mi cintura mientras yo le daba la espalda.

Por favor...No.

Andrea no se iría. No podía.

No puedes hacernos esto, Andrea. No puedes dejarme, no te atrevas a dejarme.

Cerré los ojos y no me permití llorar, no permití que los pensamientos me hicieran más daño. Me obligué a creer que ella estaría bien.

—Necesito verla. —clamé. —Quiero abrazar a mi hija. Tengo que llamarla, no quiero que esté preocupada.

—Óscar. —Sofía me quitó el teléfono de las manos. —Acabo de hablar con Daniela, Valentina está bien.

—¿Cómo lo sabes? ¿Ella te lo dijo? —Moví las manos ansioso.

—Para ya. Tu hija está bien, ella ni siquiera sabe lo que está sucediendo. Daniela acaba de dejarla en casa de la mamá de Mariel. Valentina va a pasarse la tarde jugando con Santiago, si la llamas vas a provocar que sólo se inquiete.

Mis labios temblaron. —Mi bebé no sabe sobre su mamá. Si esto se va a la mierda...si Andrea...¿cómo se lo voy a explicar?

—No vas a tener que explicarle nada, ¿me entiendes? Para mañana esto habrá sido un trago amargo y estaremos burlándonos de lo maricas que somos.

—Óscar. —Me llama la mamá de Andrea al tiempo que se levanta de la silla.

Uno de tantos doctores salé por la puerta del quirófano, seguido de una enfermera y otros dos hombres. Ellos ceden el paso hacia adentro, a cuatro personas uniformadas. El sujeto camina lentamente hacia nosotros mientras se quita su cubre bocas. No pregunta quién es familiar de Andrea, sólo se queda parado en medio de nosotros y dedica unos segundos a mirarnos. A todos. Observa detalladamente a este grupo de personas que está aquí por una sola alma, aquella que nos unía a todos. Somos como el sistema solar que se mueve alrededor de un sol que nos irradia vida. Andrea es nuestro sol, nosotros los planetas.

—No pudimos salvarlos, hicimos lo humanamente posible. —dice. Y todo se detiene.

Somos los planetas, y la rotación se detiene tan de repente, que chocamos unos contra otros.

¿Qué pasa cuando el sol que llena de calor, se apaga? ¿Qué pasa con los planetas?, ¿También mueren?

No pudimos salvarlos.

Salvarlos.

A ninguno de los dos.

En ese momento mi mundo se desploma.

Hasta Que El Sol Se CongeleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora