CULPABLE

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Sofía


—¡¿Te acostaste con Andrea?! —grité como nunca antes.

—Ah, Sofía.— Se llevó las manos a la cabeza.

—¿Ves mi cara? Estoy berreando de alegría en el interior.

—No debí venir. Sergio va a llegar en cualquier momento y no tengo ganas de pelear, no estoy de humor.

Óscar se puso de pie y tomó su chaqueta del brazo del sillón, lo detuve sujetándolo por la hebilla de cinturón.

—Siéntate. — Lo hizo. — Ya es hora de que el niño madure y entienda que no voy a alejarme de ti. Eres mi amigo. Y no pienso perder mis amistades sólo porque él es un inseguro celoso de mierda y llora porque teme perderme.

—Tu novio no es mi persona favorita en el mundo, pero créeme que a veces lo entiendo.

Dejé la cerveza a un lado y me senté correctamente.

—Luego puedes besarlo si quieres. A lo importante: Déjame ver si entiendo, ¿me estás diciendo entonces, que te acostaste con ella?

Óscar afirmó, la vergüenza filtrándose en su voz. —Sí.

—¡No lo puedo creer! ¡Dormiste con ella!

Resopló.—No es la gran cosa.

—¡Claro que lo es! Tuviste sexo con ella. Tú, Óscar, pasaste la noche con Andrea y ella está comprometida con tu mejor amigo. Esto es absolutamente grandioso. — Aplaudí varias veces, sonriendo y riendo.

—Sofía, no es gracioso.

Asentí eufóricamente y volví a sonreír con todos los dientes.

—¡Claro que lo es!

—Es increíble que debajo de tu diversión no logres entender la gravedad del asunto. —dijo, antes de darle un trago a su séptima botella de cerveza.

—Pues si me explicaras, tal vez podría hacerlo. Podría entenderte.

Óscar hizo un ademán con la cabeza, dándome la espalda. La palma de mi mano fue directo a su hombro tratando de reconfortarlo, él se escabulló de mí.

—No tiene caso.

Se puso de pie y metió las manos a los bolsillos de su pantalón, lo vi caminar en todas direcciones; preocupado, recordando.

—Dime qué fue lo que pasó.

Él dejó salir el aire que había estado conteniendo.

—La llevé a un montón de lados ese día. Ella estaba triste porque nadie salvo sus padres la había felicitado. Yo sabía que esa era mi oportunidad, sabía que si Andrea se daba cuenta de lo feliz que yo podía hacerla, entonces ella...

—¿Qué? ¿Qué pensaste?, ¿Qué ella iba a dejarlo por ti? ¿Creíste que Andrea abriría los ojos y te diría: Te amo?

— No, Sofía, no. —escupió, mirándome con ojos fulminantes.

—¿Entonces?

—Andrea de forma inconsciente estaba respondiendo. Empezó a dudar y a me entró el pánico, sentí que estaba traicionando nuestro significado de amistad y que estaba aprovechándome de la situación.

—¿Y, no?

Se frotó la cara con las manos, exasperado. —Es que tú no lo entiendes.

—Porque no me estás diciendo absolutamente nada.

Hasta Que El Sol Se CongeleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora