1. Sus manos.

440 34 10
                                    

Los rayos de sol mañanero se colaron por la ventana de la habitación superior en la mansión Jeevas. Los insoportables rayos solares chocaron contra la apacible figura que descansaba sin preocupación alguna en su enorme cama. Removió su rostro buscando el consuelo de la almohada, pero tarde o temprano tendría que moverse. Abrió sus ojos miel perezosamente, rascandoselos con el puño de las manos. Vio la ventana una vez mas, observando al intruso sol que se asomaba dictando la mañana. "Me encantaría despertar en otro lugar que no fuera este", pensó, levantándose de la cama y acomodándola un poco. Hizo lo que hacia siempre, cerrar las cortinas interrumpiendo los rayos de sol para ver mejor. Se miro en el espejo, pero, no lograba ver nada valioso en el. Alto, de contextura pequeña. Cabello rojizo y ojos miel. Nariz respingada y tez pálida. No se veia triunfador, pero se aseguraría de verse así. Se coloco el uniforme que hacia resaltar el escudo de "Mirror Genius". Abrió un poco las solapas de su camisa, dejando pasar un poco el aire. Se la abrocho y coloco su abrigo. Se peino, despeinándose a penas. Hizo crujir los huesos de su cuello y se dispuso a ir abajo. Bajo las escaleras de madera oscura, sosteniéndose del barandal. Se acerco sin hacer mucho ruido a la puerta, tomando su mochila de jean simplista. Estaba a punto de girar la manilla de la puerta cuando.

—Buenos días, Mail. —escucho una chillona voz proveniente de sus espaldas. Se dio vuelta de mala gana, viendo a Alisa, con una bandeja con tostadas y jugo de naranja. Arqueo la ceja.— ¿Cómo amaneciste?.— pregunto, esbozando una tímida sonrisa

—Como si te importara.— "Me encantaría que te importe, pero, se reconocer tus falsas sonrisas madre".— Gracias por el desayuno, pero tengo que irme. Adiós.— azoto la puerta dejando un ruido a sus espaldas. La cara de confusión de su madre le parecía odiosa, ella sabia que el no la queria, pero al fin y al cabo ella se había ganado el odio de Matt. Encamino hacia su instituto, ni en sueños dejaria que su padre lo lleve. Evitaba a toda costa que lo encontraran con el, que pensaran que significaba algo para su oscurecida alma. Tan solo 18 años y ya tenia ese peso sobre sus hombros. Ladeo la cabeza chasqueando la lengua, siguiendo su camino al instituto.

Mientras tanto, al otro lado de la ciudad de Tokio, en la localidad "Howstale" dibagaba un curioso rubio con un chocolate en la mano. Llevaba jeans y una polera negra de mangas largas. Escondia un poco su ojo izquierdo con su largo cabello, del mismo color del sol. Caminaba callado por la solitaria localidad. A veces lograba ver a algunos niños pobres sentados en las esquinas, como esperando que su fin llegara pronto. Y, los comprendia en absoluto. El estuvo asi en algun momento. Si no fuera por el gobierno que lo ayudo, aun estaria en ese estado. No le desagradaba la idea. Con su familia adoptiva todo era limitado. Sus "padres" lo privaban de la calle, ya que sabían que el, apodado como Mello era conocido en las calles. Nadie se metía con el, simple pero a la vez complejo, el ojiazul provocaba pavor a quien quiera que se metiera con el. Siempre con el puño cerrado y un arma escondida en alguna esquina de su abrigo o mochila. Caminaba tranquilo por el lugar, dos pistolas junto con municiones se escondian en lo mas recondito de su mochila de cuero negra que portaba en su espalda. Habia sido suspendido, por vijesima vez creia ya. Se le vino a la cabeza la imagen de ese pelinegro forzudo, que quiso meterse con el y con su mochila. "Le adverti una vez que dejara de molestar, el que no quisiera obedecer es culpa suya" recordaba. Las palabras de la directora de la institucion, que ya estaba acostumbrada a ver al problematico rubio en su despacho, eran claras. Suspension por 3 dias, hasta que los padres del agredido se tranqulizen. "No fue gran cosa, solo le parti el labio y...bueno, un ojo negro. No es como si le hubiera roto las piernas" se quejo, pero la opinion de la directora siguio en pie. Se retiro de la escuela, no tenia ansias de ver a sus odiosos...compañeros de casa. No los llamaria padres nunca. No es que les tuviera odio o algo, solo que, su familia verdadera era una, y era su fallecida madre. Que hizo todo por el, que dio la vida por el. Nunca llamaría mama a otra persona que no sea ella. No mancharía su nombre nunca. Se detuvo en una casa, toco la puerta, uno dos y tres veces. No abria nadie, asi que se abrio paso el solo y se adentro en la pequeña y desordenada casa. Ropa sucia por todos lados, los sillones rotos dejaban ver su relleno fuera. No le daba gran importancia.

Ayúdame. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora