15. Perdedor.

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Me ardía todo el cuerpo de pies a cabeza.

Agresividad y malicia se apoderaron de mí y sin ningún tipo de temor u inseguridad, mis pies se movían solos. A la casa de ese maldito imbécil, como haya intentado tocarlo juró que estará muerto.

—M-matt.— acomode el traje que llevaba puesto. Lo miré con el ceño sin fruncir, de pies a cabeza. Mis ojos ardían en llamas. Oí que trago espeso cuando mi recorrido término. Note claramente su ausencia de camiseta. Gire mi vista hacia el idiota en el marco de la puerta, quien en su mano portaba una botella de vino de vidrio. Qué asco. Tú y Albert se llevarían bien.— T-tu...¿cómo sabias–

—Porque soy precavido.— interrumpí. Escucharlo era lo que menos quería ahora. Quería estar en silencio y tal vez golpear algo.

—Oh miren, la novia celosa ha venido por su propiedad.—hablo el idiota. Le fulmine con la mirada mientras apretaba mis puños escondidos en los bolsillos del jean negro que use para la estúpida cena. Si antes estaba enojado, ahora estoy que hiervo.— Yaya~ no me dejó hacerle nada.

—Y no le harás. Imbécil. No te gustaría meterte conmigo, ni con nadie cercano a mí. Simple rata abandonada.— sé que estuvo mal eso que dije, pero, en ese momento estaba ciego de furia, y no controlaba las palabras que decía. Por lo tanto, el herir o no a alguien no estaba bajo mi control. Vi fruncir su ceño y acercarse rápido a mí, tomó la corbata que llevaba acercándome a él. Procure mantener mi inexpresiva postura.

—Repítelo.— escupió.— y te rompo la cara.

Nada me haría más ilusión, Nathan Husbond.

Sin que se diera cuenta golpee su estómago y patee su nariz, sangro a montones. Aprovechándome de su distraída postura lo tire al suelo y posicione mi pie sobre su cabeza, juraría aplastarlo.

Pero como siempre, eres inoportuno.

—¡Mail!—grito a mis espaldas, abrazándome. — no lo hagas, te arrepentirás. — no sonaba amenazante. Yo diría que preocupado. ¿Se estaba preocupando por este imbécil?

Me libre de su agarre bruscamente y levante mi pie de su cabeza. Lo miré una vez más y me fui. Mello iba detrás de mí, callado. De repente, sentí una gota mojar mi mejilla derecha, levante mi vista al cielo que anunciaba la noche. Más gotas empezaron a caer con rapidez. Vi de reojo a Mello quien frunció el ceño ante tan repentino cambio de clima. Lo odio, pero a la vez lo amo tanto.

—Ten.— me quite el saco y se lo puse encima de su cabeza, por más que la furia me consuma no puedo permitir que sufra algo. Cualquier cosa. ¿Por qué lo amo tanto? Maldición.

—Gracias.—tomo el saco y lo acomodó.— ¿Y tú te vas a mojar?

—El auto está ahí.—respondí cortante, señalando un Ferrari rojo al fondo de la calle. Su brillo de asombro era similar al de un niño.

Ese niño idiota que me desmantela la razón.

Lo tome del brazo, y casi a rastras lo lleve al auto, abrí la puerta bruscamente y lo adentré en este. Me senté en el asiento del conductor y arranque con los humos saliendo de mis orejas. Manejaba rápido, sin importarme la lluvia, mis nudillos quedaban blancos de tanto apretarlos contra el cuero del volante.

—Matt.— no gire mi vista, sólo emití un sonido inentendible.— ¿Cómo sabias donde estaba? ¿Cómo es que sabes lo que le molesta a Nath? ¿Cómo sabias sus intenciones?

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