9. Autocontrol.

272 24 8
                                    

Lo último que recuerdo es que olvide todo.

Esa calidez de su mano chocar con la mía, fue la clave para que pudiera dormir. Admito que fue algo que hice por impulso, y claramente me espere todo menos que apretara mi mano y no dijese nada. Estaba seguro de que la sacaría de ahí y yo tendría que dormir con el amargo sabor de haber quedado como un imbécil. Pero, no paso eso, así que con esta sensación de calidez, me digne a despertar.

Abrí los ojos esperando que los rayos de sol me obligarán a volver a cerrarlos, pero me sorprendí encontrando a las espaldas de Mello que la ventana dejaba ver el cielo gris y bruscas gotas de lluvia caer por este.

Estaba lloviendo a cántaros.

Baje mi vista al rubio que dormía sin ninguna preocupación a mi lado, tiene un hábito con dormir con la boca abierta y que su cabello esconda al menos uno de sus ojos, me agrada eso. Me di cuenta de que su mano permanecía sobre la mía, y permaneció así toda la noche. Con razón dormí tan plácidamente. Recuerdo que alguna vez en mi vida dormí entre medio de mis padres...

Cuando era feliz.

Suspire triste, despegue costosamente mi mano de la suya y me levante, debía buscar los uniformes para y a ir a la escuela. Me senté en la cama y me estire, haciendo sonar los huesos de mi espalda. Me levanté con sigilo de no despertarlo, no quería romper la escena.

Últimamente me haces sentir extraño, Mello.

Provocas en mi miles de sensaciones que creí pérdidas, y lo más importante, tú fuiste el culpable de que el estúpido corazón volviera a latir, y así a molestarme. ¿Cómo lo haces? ¿Cómo es que tienes tanto poder sobre mi cabeza?

—Matt... —oí un susurro con mi nombre en él, me giré a ver la cama, viendo al que se mete en mi cabeza ilegalmente, rascándose su ojo izquierdo con la mano contraria.

—Buenos días Mello. — conteste, se terminó de rascar los ojos y se me quedó mirando, intentando despertar por completo. Y sí que lo hizo, ya que cuando se dio cuenta de que no llevaba camisa puesta se sonrojo hasta la punta del cabello. Me reí ante su expresión, pero seguí con la misión de colocarme la camisa blanca del Instituto. —Vístete, llegaremos tarde.— le entregue su camisa ya doblada. Me miró de reojo y se detuvo en mi cadera. Me sonroje un poco, sabía que era por mis cicatrices ¿por qué se fijará en ellas?

—No iré. —me lanzó su camisa, lo mire confundido, se levantó de golpe y detuvo mis dedos que estaban abrochado los botones de la prenda. — y tú tampoco.

—¿Es broma? No podemos faltar, tal vez perdamos algo importante. — intente seguir abrochado la camisa pero sus manos hacían un mínimo contacto con las mías y ya las ponían temblorosas. Maldición, Matt es hora de que te CALMES.

—Mira el día Matt, es un asco. Vamos niño perfecto, falta al menos una vez en tu vida. —suspire, mi historial era el mejor de ese instituto que ya iba quedando pequeño a mi lado.—sólo una vez tendrás esta edad, falta de una vez. — me sacudía de un lado hacia otro, estaba haciendo un berrinche similar al de un niño. El clima era tentador para quedarse en casa, pero, si quería llegar a la perfección y dejar mi apellido del tamaño de un maní tenía que seguir la rutina. No podía hacerlo... — Pelirroja, por una vez que lo hagas no morirás. Mira, ya que convertiste en alguien responsable al hacerme ir a ese tonto Instituto, ahora déjate persuadir por mí. — me reí ante su comentario.

—Bien, pero será sólo por hoy. Luego te obligare a ir. — vi el brillo en sus ojos de haber ganado. Aunque se desvaneció cuando me quite la camisa y fui en busca de ropa. Le traje una a él y una a mí para sobrevivir. Mello estaba más feliz que de costumbre, tal vez su victoria sobre mi le haga sentir animado. Claramente, odio perder, pero si tengo que perder contra él, creo que no me hace mucho efecto. Nos dirigimos abajo para desayunar, y se encontró una vez más con la enorme sala que lo dejo boquiabierto la primera vez que la vio.

Ayúdame. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora