2. Otra vez tú.

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Han pasado días, una semana tal vez, desde que le salve literal la vida a ese desgraciado. Lo hubiera dejado morir así podría a ver apreciado lo que la vida le dio y sufrir viendo como se lo arrebatan todo de una sola acción. Si hubiera sabido que eras tú... Mail Jeevas: él que todo lo tiene. Si tan solo yo hubiera tenido un cuarto de lo tuyo.

Me removí en la cama tratando de cubrirme del sol pero fue imposible ya que la claridad se colaba por las cortinas negra de una manera asombrosa.

Escuché sus pasos por el pasillo, en dirección a mi habitación, vamos otra vez. Una mujer de estatura media, ojos celestes y cabello azabache, junto con su blusa negra, jersey marón y zapatillas del mismo color de la blusa entró por la puerta con su mejor sonrisa. Si supiera que los escuche coger a noche no entraría de esa manera, mierda Ana, pareces una maldita perra en celos.

—¡Buen día, Mihael! —movió su enorme trasero hacía las cortinas negras y con dos brazos en cada tela las abrió de un solo tirón. —Hoy es un bien día para a ver sido suspendido en clase, ¿no crees? —volvió su mirada hacía mi y se cruzó de brazos.

—En absoluto.

La observaba desde mi hombro ya que mi cuerpo está boca abajo y no creo que mi mirada sea una de las buenas pero Ana es inmune a todo.

—¡Vamos Mihael, arriba! Son la una de la tarde, ya has dormido demasiado. —sus intenciones eran irse, lo cual estaba por agradecer, pero frenó en el marco de la puerto y habló aún con la mirada en el pasillo.- La comida está lista, hice pasta. 

Y desapareció. No me quedara opción de bajar a compartir tiempo con esos asquerosos, tal vez por las noches olvidan que viven con un maldito de dieciocho años. Qué va, ni les importa. Algo injusto al saber que ellos fueron los que me sacaron de la calle, "mis padres adoptivos" que horrible suena eso.

Salí de mi hermoso refugio y me decidí cambiar, busque la polera negra y los jeans negros de siempre, busque las botas de debajo de la cama y me las puse con toda la pereza del mundo. Cuando me sentí listo ya estaba dispuesto a salir por la puerta pero mi mente reacciono y mis ojos se posaron en el rosario que posaba sobre la mesita de luz blanca. No es que crea en Dios, es un simple accesorio que me gusta llevar.

Ahora si listo me dirijo al baño a mear y lavarme la cara. El espejo mostraba un color amarillo obscuro sobre mi cabeza igual al que tenia ella... pero borré todo pensamiento y pase mis dedos por el tratando de que se vea a mi agrado, cosa que nunca funciona ya que es tan lacio que como se duerme se levanta, intacto. 

Baje las escales y me deje caer sobre la silla del comedor color salmón. Sobre la mesa había un plato de vidrio con pasta y salsa que se repetía dos veces más en frente mío, uno para ella y otro para él que hoy parecía más concentrado que nunca en la televisión pero al recibir un codazo de su esposa miro rápidamente hacía mí y mostró la mejor sonrisa.

—Hola, hijo. —le eh repetido mil veces lo de llamarme hijo pero insiste, solo lo ignoro y ya. —¿Has visto eso? El hombre que encontraron muerto la semana pasada, se ve que quiso robarle al joven de la familia Jeevas y el muchacho forcejeo con él haciendo que el ladrón se disparada así mismo sin darse cuenta. —me informo para luego llevarse algunos fideos a la boca.

—Sí, pero el otro día dijeron que la bala que recibió el ladrón no era de la pistola que el tenía.

—¿Entonces mintieron? —Oliver le dedico una mirada curiosa a la pelinegra y ella solo se limito a subir y bajar los hombros.

Metí un par de fideos bañados en salsa rosa a mi boca y solo dije:

—Esa familia está compuestas por una gran mentira.

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