Capítulo 4

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"Un hombre está en la oscuridad de la habitación, y me ve a lo lejos. Tiene una ligera barriga colgando, y su piel desnuda mostraba que no era tan viejo. De hecho, era jovial, y mínimo tendría unos 35 años. Sus muslos, velludos, caminaban hacia mí. Sus pies descalzos suenan en el suelo de madera de mi cuarto. Se me hace conocido, lo sé. Yo sé que he visto esa silueta. La falta de cuello es muy visible, y sus piernas, fuertes y con mucho vello, se estiran con agilidad. Sus ojos verdes brillaban en la noche, y su pecho, lampiño, mostraba seguridad y potencia.

No hablemos de lo que había entre las piernas. Ligeramente grande, se veía la forma de su aparato reproductor, que al acercarse más, iba creciendo y poniéndose en pose de ataque.

Lentamente trepaba en mi cama y sujetaba mis manos atadas, y por alguna extraña razón, no podía emitir sonido alguno. Muy a mi pesar, debo decir que dolió menos de lo que esperaba, aunque eso no le quita lo bastardo. Con brusquedad, entró en mí, y sin piedad tomó un ritmo desagradable para mi vientre. Rebotaba y golpeaba mi sexo mientras entraba y salía de mí.

Mis gritos mudos me lastimaban más la garganta que su mano apretando mi pecho, y sentí como si una inyección entrara en mí, pero muy, muy, muy dentro de mí, y lo único que logro hacer es sofocar otro grito mudo.

Una mano me presiona el busto, y juega con los dedos de manera grotesca mientras su cabeza desciende bajo mi ombligo. Entonces me logro quitar una de las ataduras nudosas de sábana, y con lo restante de mi fuerza, lo empujo. Mala idea. Su miembro entra con brusquedad en mí y me lastima, mientras que sujeta mi mano liberada. Trató de gritar pero no puedo, además de que ahora siento su otra mano alrededor de mi cuello.

Me falta la respiración, y se me nubla la vista. Sólo puedo ver lo último de mi vida, que es a mi padre tomar mi virginidad sin piedad, y lentamente, caigo desmayada."

Tabatha despertó sobresaltaba, bañada en sudor frío, y sintiendo mojado su pantalón. Le había bajado su regla, y se levantó. Afortunadamente para ella, tenía un baño cercano, y se pudo dar una ducha rápida, y al regresar vio que no había mancha alguna de sangre en la cama.

"Suerte la mía", pensó ella.

Se acostó, pero un ruido en la habitación de su madre la distrajo.

Se volvió a enderezar y se puso sus sandalias moradas. Salió del cuarto y se dio cuenta de que seguía en pantis, que no se había puesto su pijama de flores que le dio su abuela. Pero no le importó. ¿Y si era un ladrón? Caminó sigilosamente hacia la repisa del pasillo y tomó el objeto más cercano, que era una veladora, y con ganas de no encontrar nada raro, abrió la puerta.

Lo siguiente fue raro, pues vio a su madre desnuda, atada en la cama, pero nadie más estaba en la habitación.

"Vaya deja vú"

-¡Mamá! ¿Qué haces?, ¿¡Por qué estás así!? –Le gritó a su madre, mientras intentaba desanudar las cuerdas.

-¡Vete hija! ¡Ahora!... Espera, en la cocina, bajo el gabinete de las cucharas, ahí, hay dinero. Tómalo, por favor... ¡Déjame! Y no regreses a la escuela. –Le dijo su madre con lágrimas en sus ojos negros, que compartía con su hija.

Corriendo de lahabitación, bajó las escaleras para llamar a la policía, pero tropezó con unobjeto duro y frío. Y con un golpe en la cabeza de una persona conpasamontañas, todo se nubló.

Fuimos lo mejor en el momento menos indicadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora