Capítulo 5

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El primer mes de clases se fue rápidamente, y Arabella Thorne sentía que no había mejor lugar que la clase de latín. No sabía si por el apuesto chico que le ofreció su banca y que siempre la veía con ojos tiernos, o por la lengua.

Arabella había tenido un día terrible, pues no había podido decirle a su hermana que su padre era un infiel que se había separado de mamá. Además, un intenso dolor en la cabeza le provocaba náuseas continuas, y no hablar de la maldita temperatura que no bajaba de los 39 °C. Desde temprano había sentido hormigueo en las piernas, y no dejaba de quejarse. Tomó una aspirina y durmió unas horas, pero la despertó la fiebre y la diarrea. Tal fue el dolor seguido que su madre, Alexandra, fue por su médico particular para que la revisara, a pesar de que fuera sábado y su día libre del médico.

La respuesta no fue algo cómoda, pues Ara no escuchó del todo, y lo único que distinguió fue "estudios". Su madre regresó llorando con una caja de "pastillas controladoras de hormonas", o algo por el estilo, según le dijo su madre.

Iris estaba igual de preocupada que su madre, y no paraba de moverse de un lado a otro buscando teléfonos y guías telefónicas.

Pareciera que Ara era una niña consentida, pero en realidad sólo querían que se sintiera mejor. No sabía que le habían dado, pero la ayudo a sentirse tan bien como para hacer sus labores de la escuela.

"Alfa... Beta... Gamma... Delta..."- Repetía constantemente Ara al hacer su planilla del alfabeto griego. Escribía y escribía hasta cansarse, y tras tres horas de planillas, guardó su libreta y plumas en su mochila.

Conociendo a su madre, supuso que estaba cocinando, porque eso la tranquilizaba demasiado. Y estaba en lo cierto, porque la encontró asando una pieza de pollo, que iba a terminar siendo la cena.

-¿Mamá? ¿Te puedo preguntar algo? ¿Qué te dijo el médico Alain cuando se fue? –Soltó de una vez Arabella.

-¡Oh, cielo! –Dijo su madre sobresaltada. Tenía la cara roja de tanto llorar.- Me asustaste querida. En realidad, nada importante nena. –Respondió su madre cubriéndose el rostro con las manos.

Ara notó que su madre vestía de rosado, tanto su pantalón como su blusa, pero que había marcas moradas en su brazo, las cuales intentaba ocultar dentro de su delantal para lavar los platos sucios. Su trenza de cabello le caía sobre su espalda, y la raíz blanca-grisácea se le notaba más. Sus mejillas ya no mostraban tanta calidez como antes, y sus labios estaban hinchados de los mordiscos involuntarios que ella sola se daba.

Al parecer, Alexandra se dio cuenta de que la estaba observando y le cambió el tema de conversación.

-Oye hija, me contó tu hermana que estás inscrita en el taller de latín. Pero tú ya tomaste italiano y francés en Venecia, y las hablas a la perfección. Así que no entiendo porque no tomas otro taller.

-Ay mamá. Iris está mal informada, pero sí. Me metí en latín porque maneja griego, y estando en esa clase, hay oportunidad de irme de intercambio a Alemania o Rusia, o hacia algún país que tenga una rica cultura lingüística. Lugares que sean cunas de historia. –Le respondió Ara con emoción en sus palabras.

Tal vez esa fue la respuesta correcta para terminar la conversación. O eso pensó Arabella, pues su madre se giró por completo y caminó hasta su habitación. Tal vez su madre tenía muchas cosas que ocultar, pero no se iba a quedar ahí, sin hacer nada para enterarse. 

Fuimos lo mejor en el momento menos indicadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora