En la calle Poppins Av. Se encontraba caminando Karen Clarke que había salido a comprar unos bocadillos para su cita con su antigua amiga Dayanne. Había sido el destino que vivieran cerca la una de la otra, incluso después de aquella época donde compartían cuarto en la universidad.
Después de comprar donas y unos divertidos brownies, tomó camino a la calle Hope Giver, donde vivía Dayanne, y no pudo evitar pensar en lo que estaba a punto de hacer.
Después de cinco años, volvería a ir a esa casa, donde había visto de primera mano cómo la violencia invadía un hogar. Y no se sentía segura de ir. Pero después de todo, estaba en cierto modo agradecida con Dayanne por "deshacerse" de su marido, quien no solo abusaba de su hija y su esposa, sino que golpeaba a los vecinos por simples excusas, y siempre lograba evitar a la justicia por sus contactos y palancas que tenía.
Nunca olvidaría como una tarde de abril se había reunido con Dayanne en su casa para hablar de un chisme en el vecindario, en el que ellas estaban entrometidas por defender los derechos de los bebés no nacidos.
-Pero, ¿estás de acuerdo en que no deberían decir eso de nosotras? Digo, hombre, si abren las patas para que les metan el hijo sin fecundar, ¡porque no abrirlas para sacarlo al completar los nueve meses! –Rugía Dayanne, que vestía de rosa pálido con un pantalón negro ajustado a sus piernas. Los moretones que tenía en los brazos estaban cubiertos por la blusa, y los chupetones que tenía en el cuello los intentaba disimular con maquillaje. En cierto momento, Karen sintió lástima por ella, pero no le mencionó nada.
-Si, pero entiende también que muchas de ellas, incluidas la señora Mills, tienen una hija, y no creen sentirse listas para ser madres o abuelas, y recurren mejor a llamarnos las locas lesbianas antiaborto a aceptar que no pueden controlar sus hormonas. –Argumentó Karen, que iba vestida de manera similar a Dayanne, solo que ella usaba una blusa corta y escotada de color blanco, y unos pantalones de licra color arena.
-¿Y la iglesia? No apoya el aborto y no veo que los insulten a ellos...
-Eso es porque prefieren ir al infierno antes de ver la furia del padre Dennis agitando su bastón y gritando sin parar "¡NIÑAS DEL MAL!". –Se burló Karen, de 36 años en ese entonces.
Las dos rieron unos minutos y escucharon como una niñita de 12 años bajaba las escaleras y llamaba a su madre.
-¡Mamá! ¡¡La televisión se volvió loca!! –Gritó Tabatha.
-Discúlpame. Voy a ver qué sucede con ese televisor. –Y se levantó Dayanne del sofá amarillo canario en el que estaba sentada.
Karen se quedó sola en la habitación unos minutos leyendo el periódico que estaba en el taburete de al lado, y vio que estaba un cajón abierto, donde no pudo evitar ver una caja entera de condones. "Pícaros" -pensó Karen.
-Eso es mío. –Le dijo una voz dura y seductora.
Karen se sobresaltó y dejó la caja ahí. Ryan, el esposo de Dayanne había llegado del trabajo y se veía cansado, con grandes ojeras en sus ojos verdes. Su barba estaba mal rasurada, y su nariz se veía tosca y ligeramente ancha. Tenía un temblor en las manos, que guardaba en los bolsillos de su pantalón de vestir café, que hacía juego con su camisa beige. Tenía una erección que se marcaba en su pantalón, e intentaba disimularla con la desfajada camisa, y caminaba lentamente hacia los sillones.
-¡Ryan! Vaya susto que me diste. Perdona que me encuentre aquí a esta hora, y perdón por tomar tu periódico. –Dijo temerosa Karen.
Ryan se acercó y se sentó a su lado, para después abrir el cajón y sacar la caja que había visto Karen.
-Me refería a esto, no al periódico.
Karen le vio la mano izquierda, que se sobaba con delicadeza su miembro, y la derecha que sostenía la caja. Después subió la mirada, y se encontró con los ojos de Ryan, que no dejaba de mirar su pecho, su rostro y de nuevo, su pecho.
-Creo que mejor me voy, Ryan. Despídeme de Dayanne, por favor. –He hizo un ademán de levantarse, pero Ryan fue más rápido.
La tomó de las caderas y la sentó en su entrepierna, restregándole su erección contra sus glúteos. Karen forcejeó y se liberó de él, para girar y abofetearlo con fuerza.
-¿Qué demonios te sucede? –Exclamó Karen, quien se giró y caminó hacia la puerta. Pero eso solo hizo enojar más a Ryan, que de un buen paso, consiguió tirar a Karen al suelo. Con una mano le sujetaba las feroces manos que se movían, con las piernas de él sujetaba las de ella, y con la otra mano le bajaba el pantalón a Karen. Karen estaba a nada de llamar a Dayanne, y Ryan se percató de ello, y le dijo:
-Si gritas, te mato. –Ryan la veía con sus ojos verdes tan profundos y temerosos, y supo que tenía razón. Iba a matarla. Además, no podría hablar ni gritar puesto que con la mano con que la había despojado de sus pantaletas le tapaba la boca. -¿Creías que no me daría cuenta de cómo me incitabas? Pues aquí la tienes, zorrita. Todo tuya...
Y con brusquedad entró en ella varias veces mientras la tocaba con una mano, y con la otra la mantenía callada. Karen forcejeaba pero eso hacía más dolorosa la situación, y una lágrima emergió de sus ojos y rodó por su mejilla. Ryan, por otro lado, no dejaba de gemir y suplicar que continuara así de ruda, además de incrementar en el ritmo de su acción. Todo fue horrible hasta que se escuchó un ruido sordo y Ryan cayendo de espaldas.
-¿Qué crees que haces? ¡Cómo te atreves a tocarla! ¡No, Ryan! –Le gritaba Dayanne a su esposo con una madera en la mano, que seguramente era con que había golpeado a Ryan en le cabeza. –Karen, vete. Por favor, no quiero que veas esto... En serio, perdóname... ¡NO, RYAN! ¡HIJO DE... -Pero Ryan se había levantado con la barriga colgando y las nalgas descubiertas embistiendo contra Dayanne.
Karen se subió el pantalón adolorida y corrió como pudo hacia la puerta, pero escuchó un gritillo arriba, y recordó que la hija de Dayanne estaba sola. Así que mejor fue escaleras arriba, mientras Dayanne gritaba y Ryan golpeaba.
La chiquilla estaba sola llorando en su cuarto morado, cuando Karen entró en él para consolarla.
-Tranquila... todo estará bien...-Pero ni ella lo creía.
Fue entonces cuando se escuchó un disparo debajo de ellas. Temiendo lo peor, Karen le indicó a la niñita que esperara ahí arriba, y bajó con cuidado las escaleras. Entonces Dayanne la encontró en el final de la escalera saltando el cuerpo desnudo e inerte de Ryan.
-Por favor, Karen. Vete. ¡VETE!
Karen corrió y corrió hasta llegar a su casa, donde su esposo y sus hijos la esperaban para cenar. Pero en lugar de eso, subió las escaleras hasta su cuarto, donde se encerró y lloró de dolor y vergüenza. Se bañó tantas veces y seguía sintiéndose sucia, y se quedó sin comer durante días hasta que le contó a Leroy lo sucedido.
Si el ir a ver aDayanne implicaría revivir esos horribles momentos de miedo, dolor y tragedia,tal vez era mejor ser llamada la loca lesbiana antiaborto.
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Fuimos lo mejor en el momento menos indicado
RomanceAdrian Clarke es un joven audaz que tiene planeada su vida para cuando termine los estudios, hasta que su vida da un giro brusco en lo que está acostumbrado a ver y tener. Su vida es completamente normal y corriente, con 17 años cumplidos y todo el...