Capítulo 12

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Tabatha se dio de alta el 22 de octubre, y ya a las once de la noche ya estaba camino de regreso a su casa con su madre.

Arabella se había quedado en casa de su tía Pam esa noche, y probablemente, se quedaría con ella mientras estuviera en la ciudad.

El jueves en la mañana, todo regresó a la normalidad, o bueno, casi todo, sin contar que Arabella no regresó con todos ellos. En clase de latín se avisó lo mismo que Adrian ya sabía, lo que Arabella le había contado en el hospital.

-... así que por situaciones de salud, no podrá retomar nuestro curso de latín. –Dijo la señorita Helena, que usaba su mismo uniforme, de saco y falda gris Oxford, con zapatos de tacón negros y medias blancas.

Adrian no prestaba atención a lo que decía, y no era el único. Todos estaban viendo el rostro de la directora.

Sus ojos grises estaban cansados, y unas grandes manchas púrpuras le colgaban de ellos; su nariz respingada y pequeña estaba desgastada, y sus pómulos no daban color; sus labios pasaron de ser carnosos a ser delgados, y sus cejas negras de halcón la hacían ver más pálida de lo que ya estaba, todo cubierto en un mal intento de maquillaje. Sus manos delgadas y con sus venas visibles disimulaban un ligero temblor, y sus clavículas marcadas estaban tapadas con una frazada.

-Señorita Helena, ¿se siente usted bien? –Preguntó Daniel, un compañero de latín.

-¿Qué?... Ah, sí. Gracias por la preocupación, David... -Y acto seguido, salió del aula.

-Soy Daniel, no David. –Repuso el chico para hacerse oír en el tumulto de risas de sus compañeros.

~~~~~~

-Significa entonces que mi hija no tiene nada en su cabeza, ¿verdad?

La señora Alexandra tenía la costumbre de dudar de los médicos, puesto que después de que su exmarido fuera diagnosticado con cáncer, no podía quedarse tranquila.

-Así es, señora. No dude en que su hija esté sana. Sólo es cuestión de descanso y buena alimentación. –Sugirió el médico Thompson.

El consultorio del médico Thompson era espacioso, y tenía muchos papeles dispersados. Muchos. No había ninguna fotografía o imagen que no fuera del cuerpo humano, y su monitor estaba cubierto de notas. Finalmente, su escritorio tenía una placa metálica que citaba "Dr. Oncólogo C. Thompson."

El doctor Christopher buscaba un papel en su escritorio, tal vez una receta médica. Era un joven apuesto, con facciones rudas, con cejas pobladas color café y ojos avellanos, además de su nariz recta y labios delgados.

-Tenga. –Le ofreció un formato en hoja blanca.-Llénelo, le ayudará con la cuestión del seguro. No dude en llamarme si tiene alguna duda o si necesita atención inmediata.

Alexandra la tomó, le echó una mirada al médico y al papel con un número telefónico pegado al formato, y salió del consultorio junto con sus hijas que la esperaban.

-¿Qué te dijo, mamá? –Preguntó Iris, que si veía desesperada por saber información.

-Me dio su número...-Susurró Alexandra, atónita.

-Ay mamá... Lo llamarás, ¿verdad? ¡Es tan guapo! –Le dijo Arabella.

-¡Y alto! –Exclamó Iris.

-¡Y sexy!

-¡Tiene barba!

-¡Sus brazos, por Dios!

-¡Tiene vello en pecho!

-¡Y ojos castaños!

-¡Y una sonrisa encantadora!

Fuimos lo mejor en el momento menos indicadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora