El aire le golpeaba el rostro blanquecino, y su cabello negro que le llegaba al cuello se movía agitadamente. Mientras manejaba la motocicleta roja, se iba mordiendo el labio hasta que percibió un sabor cuproso. Primero pensó que había sido su arete, pero después se dio cuenta de que era un poco de sangre. Sus ojos estaban entornados en el auto gris que iba siguiendo, y sus manos estaban rígidas de agarrar y presionar constantemente el freno y el acelerador. Aunque no lo pareciera, Tabatha nunca había manejado una motocicleta. Lo más cercano había sido una cuatrimoto, pero de eso habían pasado mínimo 4 años. Después de morir su padre en un asalto en su casa, su madre había querido distraerla, y en cierta manera, lo había logrado, puesto que aceptó de inmediato que su padre no volvería nunca más, y la adrenalina en uno de los modos de liberarse de las presiones.
El recordarlo le dio escalofríos, así que volvió a la realidad, lo cual fue la excusa perfecta para echar un ojo y ver que el auto se estaba estacionando fuera de un jardín. La música sonaba fuera de los muros de la casa, y había varios jóvenes sentados en el pasto, todos con pinta de querer descansar y con sus inseparables vasos rojos llenos de cerveza.
"Vaya desastre", pensó en primera impresión Tabatha.
Por otro lado, los chicos que iban en el auto de enfrente veían maravillados el ambiente. Sí, habían ido a otras fiestas antes, pero ninguna como esa.
Adolescentes corrían persiguiéndose unos a otros, y pareciera que la mayoría de las chicas tenían pegamento en los labios, ya que no se separaban de sus parejas.
-Creí que iríamos a un lugar cerrado de la ciudad, no a una fiesta. ¡Esto es magnífico! – Exclamó Rick, que no despegaba los ojos de la ventana.
-¿Les gusta? Creí que preferirían ir a un ambiente más neutral que ir directamente a un bar o un antro, ¿no creen? Además, tengo entendido que ambos tienen 17, así que no pueden entrar aunque vayan conmigo, que ya es decir mucho. – Explicó Charlie, que ponía en motor en parking para poder bajar del auto. -¿Vamos?
Adrian fue quien tomó la delantera, y bajó del auto corriendo diciendo:
-¡Vamos!
Entraron a la casa, que estaba llena de luz, con cuadros cubriendo las paredes. Queen sonaba en todos lados, y los chicos fueron bienvenidos con un par de brazos alentadores.
-¡Hey! Bienvenidos al festín de los ignorados... Pasen, pasen... - Les dijo un joven apuesto de ojos azules y cabello negro. Era obvio que estaba ebrio, porque caminaba en zigzag y no lograba mantenerse en pie.
El chico tropezó con una chica regordeta y cayó al suelo, metiendo la cabeza en una cubeta por accidente. El público estalló en risas ante la situación, y otro chico se acercó aplaudiendo la hazaña de su invitado.
-Creo que ya conocieron a Nick... pero ustedes, ¿quiénes son? – Dijo el joven.
-¡Oh, por Dios! – Exclamó Carlos.- ¡ERES SAMMUEL JONES! Te tengo de póster en mi habitación por esa foto con que te hiciste famoso en la comunidad gay...
-Vaya, no creí que fueran a reconocerme por ponerme un par de calzones. –Contestó el aludido.
-Soy Carlos... Bueno, Charlie... Y él es mi hermano Rick y su amigo Adrian...
-¿Pareja? Son muy jóvenes... -Insinuó Sammuel, observando a los perplejos amigos que buscaban algo con que distraerse.
-¿Qué? ¡No! Solo somos amigos. Yo soy hetero y tengo a mi novia... -Se excusó Ricardo, algo ofendido.
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Fuimos lo mejor en el momento menos indicado
Roman d'amourAdrian Clarke es un joven audaz que tiene planeada su vida para cuando termine los estudios, hasta que su vida da un giro brusco en lo que está acostumbrado a ver y tener. Su vida es completamente normal y corriente, con 17 años cumplidos y todo el...