Capítulo 6

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-Te voy a ganar.

-Sigue soñando, lelo.

Adrian y Bowl estaban en pijama sentados en el sofá jugando con los controles del X-box. Adrián, despeinado, sacudía sus manos con brusquedad, y Rick estaba más confiado, tomando el control con toda la tranquilidad del mundo.

La noche del viernes, después de que Tabatha fuera a casa de Adrian, él llamó a Rick para que se quedara en su casa. Era, sobretodo, para platicar de qué hacer con respecto a Arabella y Tabatha.

-Buenas noches, señora Kendra, ¿está Rick?, bueno, más bien, quisiera pedirle permiso para que Rick se quede en mi casa hoy. Mi mamá está de acuerdo... -Le preguntó Adrian a la madre de Rick, esperando en el teléfono la respuesta. –No, al contrario. ¡Gracias señora!

Diez minutos después, Adrian y Rick ya estaban en el cuarto de Crash, a Karen Clarke y a Kendra Montiel fumando, y a sus esposos, Leroy y Jerry respectivamente, platicando; además de que Carlos, el hermano de Rick, estaba afuera con su novio, Alec.

Se puede decir que la plática de Crash con Bowl fue algo sobrellevada.

-...Y entonces dijo "pues si quieres aprender y conocer una lengua, que sea la mía". ¡Y de la nada, me besó! – Le contaba Adrian a Rick mientras movía las manos y gesticulaba un rostro de asco. Fue tal cara de náuseas que Bowl se la pasó riendo cinco minutos, hasta que se calmó, se enderezó y le respondió:

-¿Y ya le diste? Suena que esa chava es bien calientapollas, Crash. Yo que tú, me venía cuidando. Ya sabes, protección, pastillas, esas cosas. Sabes que mi papá trabaja en la farmacia, y yo te puedo sacar los condones. –Le dijo Bowl con una sonrisa maliciosa y pervertida mientras se reía por lo bajo.

-Bueno Bowl, creo que el que debe tener cuidado eres tú, porque yo no me excité de tan sólo pensar en sexo, ¡y luego con Tabatha! –Contestó Adrian agregando un tono despectivo al final.

Ricardo se ruborizó y se agachó. Al notar la mirada de Adrian en su erección que se marcaba en el pijama, cambió de posición para que no se notara tanto.

-Cambiando el tema de conversación...-Comenzó Adrian a decir. -¿Crees que exista el amor a primera vista?, ¿O por qué duran tanto las relaciones así?

-Absolutamente. Digo, veo a mi hermano con Alec, a mis padres, a los tuyos. Y sí, todos son felices, o eso creo. –Respondió Rick.

-Pero, ¿cómo crees que tu hermano se enamoró a primera vista? El ser gay puede quitarle eso, digo, las personas homosexuales y bisexuales ven a todas las personas, así que no sería como que verdad que tiene un amor a primera vista. –Comentó Adrian.

-Que comentario tan homofóbico. Mira, mi hermano tiene 26 años, y salió del clóset a los 19. Afortunadamente, él trabajaba cuando lo admitió. Si no, mamá y papá hubieran actuado mal. Y el ya conocía, o creía conocer, cuál sería su reacción. No creo tampoco que vean a todos, no de la manera cómo crees. Además, recuerda que nosotros los heteros también vemos a las personas, incluso más que los homosexuales. Una persona gay o con diferente orientación sexual es igual a cualquier otra persona. Se enamoran, sufren, lloran y ríen, solo que ellos o ellas, son más selectivos. Incluso dicen que los homofóbicos son los que menos quieren en el mundo, y estoy de acuerdo con esa afirmación. –Argumentó Rick.

Ambos chicos ya habían soltado los controles del juego y se miraban mutuamente. Adrian se quedó estupefacto ante lo que le dijo Rick, cuando en realidad él estaba de acuerdo. Él decía que las personas de la unión LGTB debían ser felices, dado que eran muy rechazados en la sociedad. Por otro lado, le vino a la mente Arabella, y si ella tenía una orientación así. Y aunque así fuera, no dejaría de atraerlo como lo hacía.

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Carlos Montiel tenía 26 años y una vida por delante, y aunque no fuera a tener hijos sanguíneos por el hecho de ser gay, él se veía como una persona común y corriente que podría tener descendencia. Cualquiera que lo viera no pensaría que era gay, por el simple hecho de que él era muy varonil. Con chaqueta de piel ajustada a sus musculosos brazos, pantalones de mezclilla apretándole sus grandes muslos, y botas, él atraía las miradas tanto de chicas como de chicos.

Su pareja, Alec, era todo lo contrario a él. Un joven extraordinario, extrovertido y muy loco, con un gran sentido de la moda. Como es costumbre de Alec, combinaba colores vivos con claros, creando un contraste muy genial en sus playeras y pantalones. Tenía una perforación en la ceja, y usaba lentes cuadrados, lo que lo transformaba en un sex symbol en todos los antros a los que entraba.

Carlos había entrado a los 21 años por primera vez en un antro cuando lo conoció. Y para ese entonces, el recién admitido homosexual se sentía libre de su secreto.

Total, llevaban aproximadamente cinco años de relación, y como iban las cosas, tal vez era el momento para el gran paso.

Carlos, siendo muy "hombre", también era muy celoso. Y esa noche, después de que salieran al rutinario evento de la escuela de la escuela de Alec, Carlos le reclamaba un beso con el Dj de la fiesta.

-Charlie, ¿No quieres hablarlo luego? Estamos frente a la casa del mejor amigo de tu hermano.

-No lo sé, Alec. Creía que nos respetábamos. Pero no puedo seguir discutiendo por unos celos que ni tú ni yo podemos controlar.

-Carlos...

-Lo siento, Alec. No puedo.

Acto seguido, Alecestaba con los ojos llenos de lágrimas silenciosas, se alejó por el sendero dela calle por el que una hora antes había llegado de la mano con Charlie,cargando secretamente y en silencio una pequeña caja dentro del bolsilloderecho de su pantalón, la cual contenía un anillo de plata, con una carta conel él título "Para mi cariño, por siempre"...

Fuimos lo mejor en el momento menos indicadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora