Sexo y sumisión

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-No creo que sea correcto señora, perdón, usted tiene a su esposo y yo, a mi esposa.

-No me digas señora Mike, nadie se va a enterar.

La señora me tiró en la cama de la casa de su esposo. Cristall y su padre habían salido a ver a su tía para darle la noticia. No fui porque habían ido al reclusorio y me reconocerían. Ya saben todo lo que hubiera pasado.

-Vamos Mike, hazme tuya. -Frotaba su entrepierna en mi pene. Mi única reacción era cerrar fuertemente los ojos para evitar que éste se erectara.

-Señora enserio.

-Miranda, MI-RAN-DA!

-Señora Mirinda enserio, ¿quiere que su esposo la deje?

-No me importa, él no tiene lo que tú tienes amorcito. Además, si me deja, Crissty se va a enterar y también te va a dejar a tí, y viviríamos muy felices juntos.

-No pienso tener nada con la madrastra de mi esposa.

Sujetó mis manos con su mano derecha mientras que con la izquierda desabotonaba mi camisa y mis pantalones. Lo admito, fue inevitable controlar la erección. Liberó mi pene sin quitarme por completo la ropa y, sin soltarme las manos, empezó a besar, desde la base hasta la cabeza del pene y luego rozó su lengua en mis testículos trazando una circunferencia en ellos.

-Veo que te he excitado.

-Por favor, que no se entere Cristall ni el señor McClowing.

-Con una condición. -Posó sus largas uñas alrededor de mi pene con delicadeza.

-¿Cuál?

-Que tengamos sexo cada que ellos no estén.

-No, no puedo aceptarlo -intenté levantarme, pero ella me enterró las uñas en el pene y por obvias razones, grité.

-Crissty se enterará.

Pensaba en mi hijo y en ella, si se entera se enojará, tendrá el riesgo de perder al bebé y me abandonará. No viviría sin ella, así que acepté su condición.

-Serás mi sumiso, y si no es así y no cumples tu trato, vete despidiendo de Cristall y de tu nuevo hijo.

La señora se levantó el vestido y me bajó los pantalones junto con los boxers hasta las rodillas.

-¡Que hermosos genitales tienes Michael!

-Gracias, lo sé, lástima que no pueda decir lo mismo de usted, digo, de tí, Mirinda.

-MI-RAN-DA!

-Aunque debo admitir que su rose con ese trasero celulítico se siente rico en mi pene.

-¡Ay como eres amor!

-Esto sólo es sexo, prohibiré los besos en este acto.

-Está bien.

La penetré tomándola de la cadera, ella se acostó mientras la seguía penetrándo vaginalmente. Me corrí en su vagina, ella gimió y esparció el semen que quedó en sus piernas hacia su clítoris.

-Mi amor, Michael! Ya llegué.

¡Era Cristall! Me levanté rápido de la cama sin importar si lastimaba a Miranda. La tiré de la cama, quedando con las piernas abiertas dejándo a la vista su hinchada vagina. Me doblé un poco el pene para que la erección bajara, me subí los pantalones, me abotoné la camisa y bajé a recibir a Cristall.

-¡Mi amor! Hola. -Le di un beso- ¿Cómo te fue allá?

-Normal, ¿y ese cabello?, ¿Dónde está Miranda?

-No sé, creo que salió. -Me peiné con rapidez.

-Ah! -Dijo indiferente- ¿Ya nos vamos a Neverland?

-Vámonos nena.

-Mi padre trae el coche, él nos va a llevar.

En eso, escuché a Miranda gemir, mi pene se erectó pero por fortuna Cristall no lo notó. Miranda bajó las escaleras, pero se le había caido por "accidente" un pendiente, al agacharse noté que no traía bragas y Cristall me besó rápido para que no la viera y me dice.

-Mi padre nos espera, vamos...

-¡Adiós nena!...Te amo Michael

Se despidió de nosotros y Cristall estaba súper enojada.

*En el coche*

-Maldita perra descarada.

-¡No le digas así a mi esposa Cristall! -Le riñió

-¡Está coqueteando con mi esposo!...

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