¿Merezco tu perdón?

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Narra Michael:

Cristall me dio otra oportunidad, debo ser mejor y ahora sin finjir. Por suerte estoy libre y a salvo de la justicia, ya no debo de esconderme.
En un sólo día que pasé en la prisión, me enteré de muchas cosas, entre ellas, que a Octavio le dieron pena de muerte, nadie sabe por qué, ni qué delito fue el que cometió (además de fugarse de nuevo de la prisión), si mi único delito y el primero no fuera más que robar, me hubiera quedado en la prisión sin otra oportunidad, no lo digo por Cristall, sino por mi cuñado que es jefe de la policía y mi cuñada, ellos ni le hubieran dicho a Cristall si me aceptaba de nuevo en su familia, nuestra familia. Iba a ser obvio que no.

-Mi amor, ¿qué harás con todo esto?

-Primero el dinero que robé del banco, lo devolveré a la policía, luego, les consultaré qué es lo que puedo hacer con lo demás, para así, si me es posible, conseguiré dinero para tenerlos bien, como lo merecen.

-¿Y esta mansión?

-Nos la quedaremos, pagaré las deudas.

-¿Y en qué trabajarás? No quiero que caigas otra vez en esas tentaciones, te arriesgas mucho ya que tu esposa es policía y tiene el poder de encarcelarte y ahora sin tenerte piedad, querido.

-Sí. - Baje la mirada arrepentido.

Cuando escucho que alguien está entrando al portal de mi mansión. Bajé para ver de quién se trataba, dejando a Cristall sola con mi hijo, creo que ella sí sabía quién venía a visitarnos sin haberme consultado antes.

-¡Señor McClowing! Miranda...¿Qué los trae por aquí? -intenté ser amable, pero creo que no funcionó.

-Iré a estacionar el auto. Miranda... -La llamó el señor para que lo acompañara, pero ella...

-No amor, yo me quedaré a hablar con Michael. Tremenda decepción que le metió a nuestra hijita. -hipocresía a más no poder.

El señor llevó su auto al lado izquierdo de mi mansión, donde, claro, no es el estacionamiento...

-¡Señor, su auto debe estar estacionado del otro lado! -Le grité para que me escuchara, pero creo que no funcionó.

-Guapo, mi esposo tiene la libertad de estacionar nuestro carro en donde le plazca, ya pagamos las deudas de esta mansión...y por cierto, me gustan los malos, quizá por eso es por lo que me atraes. -Se fue acercando a mí y cada paso que daba hacia a mí, yo lo daba hacia atrás, evitándola.

-Señora, tenga pudor y oculte su tendencia de prostituta.

-Si no cedes ante mí, muñeco, le diré a Cristall que...

-Mi amor hermosa, ya estacioné el carro. -Al fin el señor McClowing había llegado. La tomó de la cintura y la acercó hacia él. -¿Nos vamos a ver a mi princesa y su hermoso heredero?

-Claro señor, dense la libertad de entrar... -El señor me fulminó con la mirada.

-Entra tú...este...como te llames, no quiero que te robes mi carro.

-Tranquilo, está a salvo aquí.

-No lo creo rata, estubíste en la cárcel por robar oro y quién sabe qué cosas más, decepcionaste a mi hija y Prince casi se queda sin padre, si fuera por Catlyn ¡te hubiera mantenido en prisión el resto de tu maldita vida!

-Pero no fue así suegrito...

-¡No me llames así, maldito ladrón!

-Bueno, aunque eso no hará que usted deje de ser mi suegro. -La cosa se estaba poniendo tensa, sí, y yo de provocativo.

-Puedo

-No intervenga en las decisiones de su hija.

-Soy su padre y puedo hacer con ella todo lo que se me antoje.

-Pues no, ella ya es mayor de edad para poder decidir qué hacer o no con su vida. -El señor McClowing, a pesar de lo bueno que se veía, me soltó un puñetazo en la cara, haciendo que brotara sangre de mi nariz y un poco de mi boca. Corrí hasta la entrada de mi mansión para ayudarme con mis cosas de primeros auxilios. Cristall se encontraba en la sala con el bebé en brazos y al verme así...

-¡Mi amor!, ¿qué te pasó? -Se sobresaltó y yo detuve mi camino al baño.

-Un...un pequeño accidente nena, tranquila.- Continué mi camino y me limpié la sangre sin atenderme.

El señor iba detrás mío con la furia apoderada y su esposa intentándolo calmar.

-No...No fue un accidente muñeco.

-¡Desgraciado! ¡Sal de la casa de mi hija!

-¡Padre, no tienes derecho de hablarle así a mi esposo! ¡Y mucho menos en SU casa! -Hizo énfasis en la penúltina palabra, yo iba saliendo del baño.

-No es su casa, nosotros la pagamos.

-Eso ni tú te la crees padre, si apenas tienes para mantenerte; por eso es que me metí a trabajar para mantenernos.

-Bueno...fue Miranda.

-A ella ya la quieren despedir porque se acuesta con cada testigo de cada juicio.

-¿Eso es cierto, bombón?

-Nnn....No le hagas caso mi amor, le afectó la cabeza la noticia de su esposo.

-Eso es cierto señor.

-Tú cállate la boca estúpido.

-¡Padre!, ¡por Dios! -Arrullaba al bebé de un lado al otro sentada en el sillón enfrente de su padre.

-Habla Michael. -Me dijo Cristall con cierta dulzura y Miranda palideció.

-Ella intentó acostarse conmigo.

-Jamás le creeré a un prófugo.

-Amor, está mintiendo.

-¿No quieres que dé detalles, verdad, Miranda?

-No te conviene amor mío.

-¡Miranda! -La reprimió su esposo.

-Una prueba, querido padre, de lo zorra que es, si quieres no le hagas caso a Michael, que, por supuesto, no está mintiendo, date cuenta sólo.

-¿Accediste? -El tono de mi suegro cambió, de enfurecido a interesado.

-No me dejó opción, fue como una violación.

-Pero bien que te excitáste corazón. -Cristall estaba a punto de estallar, el enojo se había apoderado de ella.

-Me amenazó con perder a mi Criss. -La miré y ella desvió la mirada

-¡No era para llegar a la excitación Joseph!

-¡No sabes lo que hizo! ¡Es una bruja!

-Hija, debo irme, arreglaré las cosas con esta prostituta y tú arreglalas con éste.

-Créeme que eso haré papi.

Ahora sí me toca pena de muerte...¿Qué me pondrá mi querida Criss de castigo?...

El PrófugoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora