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–¿Estás bien?–pregunto hacia ella quien, al instante, me brinda una mirada confusa.
El que estuviera entre la gente, hizo que me desconcertara. Ella tenía que haberlo hecho. Debió haberlo logrado.–¿Sí?–afirma algo insegura.
Su mirada. Tiene unos grandes y oscuros ojos que adornan la palidez de su rostro. Son tristes como el resto de ella, pero muy a pesar de eso, son bonitos.
Sin tan siquiera reconsiderarla, una idea se escapa de mí–¿Charlarías un rato conmigo?– La pregunta es expulsada de mi sistema como si yo hubiera querido soltarla, sin embargo antes de sacarla, ni si quiera la había analizado.
Ella no dice nada. Solo levanta sus hombros con desigualdad, afirmándome así mi invitación. Pensé que sería más incómodo.
–No conozco mucho de aquí. ¿Sabes de algún lugar bueno para comer?
–Sígueme–es lo único que contesta.
Camina despacio hacia el exterior de aquel puente y la sigo a una distancia considerable. Algo en ella que, no sé que es, me atrae.
Pero...
¿Quién es ella?
¿Por qué querría lanzarse?
¿Por qué no lo hizo?
Esas preguntas invaden mi cabeza como otras lo hicieron en algún momento dado de mi vida.
Sin darme cuenta, la noche había llegado y junto a ella, el frío. Estos no eran mis planes, pero la chica estaba ahí y no podía dejarlo pasar.
–Es aquí–anuncia después de haber caminado por casi 30 minutos.
El lugar es pequeño, pero con cierta privacidad. Está un poco alejado de la ciudad lo cual hace que me guste aún más.
Entramos al pequeño restaurante y una joven de mi edad nos recibe sonriente–¡Buenas noches! ¿Mesa para dos?
–Sí, por favor–respondo ante el silencio de mi acompañante.
En seguida nos ubican en una mesa alta con dos sillas igualmente estructuradas. Agradezco que el lugar era algo obscuro, al igual que la música. No soportaría ser visto por los demás.
Segundos más tardes, la mesera nos brinda una sonrisa a la vez que pregunta nuestros pedidos.
–Yo ordenaré una hamburguesa–digo mientras espero el pedido de mi compañera. Ella queda en silencio y no pide nada–¿No quieres nada?
Niega con su cabeza mirando fijo a la mesera quien habla hacia ella tratando de persuadirla para consumir del lugar.
–No, estoy bien–responde la chica cortésmente.
La mesera asiente un poco insatisfecha y continua su trabajo con otros clientes.
Miro la mesa y muevo las manos con nerviosismo. ¿Qué le diría? No sé exactamente ni por qué la invité a este lugar. Joder, ni si quiera nos conocemos. Aunque en el fondo siento como si ella no fuera extraña para mí.
–Mi nombre es Angel–comienzo presentándome y extendiendo una mano hacia ella quien la acepta confundida.
–¿Para qué me invitaste a charlar?–pregunta mientras evita hacer contacto visual.
–No lo sé. Pensé que necesitarías hablar con alguien después de lo que intentaste hacer.
La veo sonrojarse y fruncir su entrecejo.–¿Qué acaso tú no ibas hacer lo mismo?
Muevo mi cabeza asintiendo a su pregunta. El tema es incómodo. No solo para mí, sino también para ella.
Decido cambiar de asunto en cuanto una pregunta asalta mi mente–¿Cómo te llamas?–sentía que conectaba con ella, pero ni si quiera sabía su nombre.
–Mar–susurra con cierto disgusto.
–¿Mar? Lindo nombre.
–No. No lo es–corrige casi al instante.
–Me parece que es original. No conozco a nadie más que lo tenga.
Ella suelta un suspiro de molestia. No creo que establecer una conversación sea su fuerte, pero tengo que saber sobre ella. Más que un deseo, es como una necesidad. Hay algo en ella que atrae mis sentidos. Es como una inquietud que crece en algún hueco de mí.
Voy a continuar hablando, pero el rico olor a comida se traslada a mi lugar. Después de la repartición de pedidos, prosigo con la charla, no sin antes ofrecerle de mi plato. Como debí esperarlo, ella lo rechaza.–¿Cuántos años tienes?
–¿Para qué quieres saberlo?
–Curiosidad–contesto relajado.
–¿Cuántos crees que tengo?
La verdad era una chica de aspecto mayor. Tendría unos veinticinco, quizás un poco menos. Su piel era pálida y suave, aunque sus ojos tenían una marca de expresión algo inusual. Ojeras. Su cabello color avellana iba en juego con sus ojos azabaches y aunque en ella se notaba el cansancio, no tenía mal aspecto.
–Vamos, no puede ser tan difícil adivinar mi edad.
–¿Veinticinco?
Niega con diversión.
–¿Veinticuatro?
–No.
–A ver, ¿Cuántos tienes?
–Veintitrés. Apenas los cumplí la semana pasada.–comenta con cierto orgullo, que al momento reemplaza con tristeza–¿Y tú?
–Veintiséis.–Doy un fuerte mordisco a mi hamburguesa y trago saliva para aligerar la digestión.
–Luces mucho más joven–comenta la chica con el mínimo interés.
Al parecer, el tema no es de su agrado, pues su semblante ha cambiado desde la mención de su cumpleaños.–¿Qué sucede? ¿No estás feliz de haber cumplido los veintitrés?
Su rostro se aflige y responde con sus ojos puestos en mí.–Cumplirlos no estaba en mis planes.
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-Angie_lab
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Colisión de galaxias {Completada}
Любовные романыLa colisión de galaxias es frecuente en la evolución del universo. Debido a la distribución extremadamente tenue de la materia en las galaxias, no se trata de colisiones propiamente dichas, sino más bien de interacción gravitacional. Una colisión pu...