Capítulo 7

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Mudo; Palabra perfecta para describir en lo que se ha convertido él después de lo último que dije. No lo culpo, sé que mis palabras no son lo más normal en el mundo, pero al menos pensé que entendería el por qué de mi respuesta.

Sin darme cuenta, he comenzado a caminar hacia el exterior de aquella llamativa ciudad. Por lo pronto no quiero regresar a mi hogar. Ya me había ilusionado en que nunca volvería y por lo tanto, no dejo de pensar en mi fracaso.

Hoy tenía que haberlo logrado.

Pienso en la única razón por la cual no me lancé del puente y de repente, una ráfaga de furia inmigra mi cabeza.

A mi lado, puedo observar su sombra persiguiéndome a pocos metros de distancia.

Atravieso una calle más antes de parar en seco y enfrentarme a él.–¡¿Qué diablos te pasa?! ¿Por qué me estás siguiendo? ¿Acaso se te olvidó dónde queda tu casa?

El chico queda sorprendido. Veo que alza sus cejas con expresión de asombro y a mala hora demuestra lo lindas que son sus facciones.

–¡Quiero estar sola! ¿No entiendes?

–Lo siento. No soy de esta ciudad y la verdad no tengo idea de-–

–¡Me importa un bledo todo ese rollo! Solo no me sigas. ¿Podrías hacerme ese favor?

Una extraña sensación de culpabilidad aparece en mí cuando él inclina su cabeza. Sin embargo, intento reprimirlas al momento.

Da un paso hacia atrás y una mirada melancólica se escapa de sus claros ojos.

Siento mi pecho apretarse cuando comienza a caminar a la ciudad.

–Angel–llamo mientras se detiene y espera unos segundos. Gira sus talones y me encara–. No te vallas. Lo siento, yo...

–Esta bien.

Frunzo mis labios desconociendo mi actitud. Quizás él no sea tan mala compañía después de todo.–Ven acá.

El chico obedece despacio y llega a mi lugar. No me atrevo a mirarlo a los ojos, por lo que simplemente continuo andando.

Debe ser ya media noche, pues aunque no es luna llena, el inmenso satélite está en su cúspide, dejando así, un camino visible para nosotros.

El silencio toca su propia melodía, que a su vez, es acompañada por mis pisadas y las de Angel.

Angel

Pienso en su nombre y creo cierta hipótesis en mi cabeza. Tal vez él haya sido enviado para rescatarme. Quizás la fuerza suprema me haya mandado un ángel de carne y hueso para protegerme de la muerte. Pero, ¿por qué? Si lo que busco es precisamente eso, la muerte. ¿Por qué el destino se empeña en mantenerme en este mundo?

–¿Por qué estabas allí?–la pregunta brota de mis labios sin importa el significado de cada una de mis palabras.

–Yo... 

–¿Quién eres tú, Angel? ¿Eres eso? ¿Eres un ángel que ha venido a salvarme?

–No–carcajea incrédulo–. De hecho, tú me salvaste.

–¿Qué? Vamos, no seas ingenuo. Yo me iba lanzar del puente. Estaba a punto de hacerlo, pero entonces-–

–¿Entonces, qué pasó?

Sin notarlo, nos hemos detenido en medio de una inmensa llanura. No sé con exactitud cuánto habíamos caminado, pero tengo la certeza de que ya estamos un poco apartados de la ciudad.

–Dime, Mar. ¿Qué pasó? ¿Por qué no te lanzaste?

Admitirlo, crea una especie de pavor en mi interior. Aceptar esa realidad me es bastante incómoda.

–¡Habla, mujer!

–No lo hice por tu culpa.

–¿Por mi culpa?

–Sí–afirmo con seguridad–. Tú estabas allí al otro lado y muy dispuesto a lanzarte. Quería verte. Incluso desee que lo hicieras. Tú me desviaste de lo que había venido hacer y esa fue la razón por la cual no lo logré.

¿Acaso está sonriendo?

Sí, el maldito esboza una sonrisa que literalmente hace que mis nervios aumenten. Y es que su sonrisa es muy diferente a las que estoy acostumbrada a recibir. No es de burla, no trae maldad y ni si quiera es un maldito rictus fingido. El gesto está completamente lleno de honestidad.

Me detengo a admirar cada detalle de su cara. Tal vez no sea el momento correcto para hacerlo, pero la necesidad de observarlo comienza a ser insoportable.

Su boca encaja a la perfección con sus pómulos y sus blancos dientes le añaden valor a esa estúpida y bella sonrisa. Su nariz es fina, y justo al lado de ella, en la parte izquierda, hay un pequeño lunar que hace que su rostro se vea más atractivo de lo que ya es.

Sus gigantes pupilas negras están cubiertas de un amarillo opaco que se mezcla con verde y marrón, creando así una combinación bastante interesante.

Pero sin duda, su despeinado cabello negro es lo que hace que mi cabeza se pierda por completo.

–¿De qué te ríes?–termino diciendo.

–Es que todo esto me parece sacado de una película. No puede ser que haya sido por mí.

–Explícate–ordeno con frialdad.

–¿Quieres saber por qué no me suicidé esta tarde?

Aunque la respuesta me asusta, deseo saberlo, así que sin más, asiento con mi cabeza.

–Porque tú estabas allí. Yo te había visto en el puente cuando llegué y juré que al final te encontraría en el fondo. Pero es gracioso, ya que al voltearme, todo se vino abajo. Simplemente no pude hacerlo.

La frustración embargó de lleno mi corazón.

–¿Quieres decir que ninguno de los dos nos matamos simplemente porque hicimos ojitos el uno con el otro?–refuto con irritación.–¡Por favor! Ese es el chiste más estúpido que he oído en toda mi vida.

–¿Tienes otra teoría?

–No seas idiota. ¡Somos desconocidos!

Angel da vueltas en su lugar, poniéndome aún más nerviosa.

Si todo eso es cierto, tiene que haber una razón. No por nada el destino se iba a encargar de reunirnos.

–¿Mar?

–¿Qué?

–¿Por qué estabas allí esta tarde?–se detiene pensando en la mejor manera de explicarse y aclara–¿Por qué querías acabar con tu vida?

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-Angie_lab

Colisión de galaxias {Completada}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora