Capítulo 18

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Viajamos en silencio durante el camino regreso a la ciudad. El señor resultó ser más amable de lo que pensé que era. O al menos eso fingió ser después de que Mar le hablara de la forma en que lo hizo. Condujo largos minutos y nos dejó en el centro de la ciudad, donde mi acompañante y yo le dimos las gracias por habernos traído.

Ahora, cinco minutos después, no encontramos yendo hacia uno de los restaurantes de desayunos más reconocidos de la ciudad.

En cuanto a Destiny, tuvimos que amarrarle una soga a su collar. Después de todo, el señor que nos trajo simpatizaba con la perra, cosa que había negado desde un principio.

Así que la amiga de Mar camina amarrada de cuello junto a ella mientras mueve su cola de derecha a izquierda.

–Llegamos–señala la chica en cuanto pasamos un pequeño edificio de pinta rústica–. El mejor lugar para desayunar.

Sonrío al sentirme realmente hambriento.

Es entonces cuando nos detenemos justo en la entrada, donde un camarero nos recibe muy gentilmente.

–Buenos días, ¿mesa para dos?

Recordé la noche anterior cuando cenamos en aquel lugar oscuro. Me pregunté por qué todos preguntaban lo obvio.

–Sí, pero preferimos que sea acá fuera–explica la joven–. No podemos dejar a la mascota y supongo que no la dejaran pasar a dentro.

–De acuerdo, tomen asiento donde gusten–el muchacho señala las mesas del exterior y nos disponemos a tomar asiento.

Luego amarro la soga de Destiny a unas de las patas de la mesa. Esperamos un rato en lo que algún mesero tomara nuestra orden.

–Yo quiero un wafle y un café–pido sintiendo mis tripas revolcarse.

–Yo pediré unos pancakes con fresas, por favor. Ah, y otro café.

El joven apuntó los pedidos y se fue a hacer su trabajo.

–Oye ¿y Destiny no comerá?

–Le daré la mitad de mi desayuno–responde la chica de ojos negros–. No suelo comer mucho. Ya sabes lo que pasa si como demasiado.

–Tienes que controlar eso. Me prometiste que lo harías.

–Lo sé, pero no es tan sencillo como parece. Por suerte te tendré a ti.

Otra vez, un dolor se instala en mi pecho.

–Por cierto–hablo murmurando para que solo ella me escuche–. ¿Sabes lo que haremos después de desayunar, verdad?

–No con exactitud. Pero puedo imaginarlo, ya que ni tú ni yo traemos dinero suficiente como pagar la mitad de mi café.

–En realidad lo que tengo da solo para un sorbo.

Ella alza sus cejas con gracia y voltea cuando el mesero nos trae los pedidos.

Quedo asombrado por el rico aroma que hay sobre la mesa.

Colisión de galaxias {Completada}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora