Capítulo 4

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La ridícula charla había culminado. La joven terminó diciendo que todo esto era ilógico y tenía razón. No existía un motivo contundente por el cual yo quisiera hablar con ella y tampoco la conocía de antes. Sin embargo, mi corazón gritó que lo hiciera. Yo solo obedecí.

Hemos regresado a la iluminada ciudad.

Su compañía es cálida. A pesar de su silencio, he comprendido que tiene mucho por decir y aunque no sé nada sobre ella, algo me dice que necesita de mí.

No he visto señal de alegría alguna en el escaso tiempo que hemos compartido. Es algo obvio viniendo de una persona que estuvo a punto de suicidarse.

Aunque comparando las cosas, no es la única a la que le hace falta esa cualidad.

Felicidad.

La idea se mete en mi cabeza, mas la rechazo de inmediato. Esa palabra fue eliminada de mi vida desde hace mucho tiempo. Me he dado cuenta de que la plenitud es algo totalmente apartado de mi realidad.

Me pregunto si a ella le pasa lo mismo. Aunque, claro, la respuesta es obvia. No es feliz.

¿Por qué no terminar con esto de una vez?

Estoy seguro de que si lo logramos, tanto ella como yo, seremos finalmente felices. Y ¿quién no quiere eso? Todos merecemos ser felices. Cada uno de una manera distinta, pero siempre buscando sentirse bien.

–¡Oye!–llamo a la chica quien gira su moribundo perfil hacia mí. No me había dado cuenta de cuánto tiempo llevábamos caminando–. Acabemos con esto de una vez–propongo mientras comienzo a trotar.

Ella solo sigue mis pasos.

–¿Qué haremos?–la oigo preguntar a mis espaldas.

–¡Buscaremos ser felices!–exclamo y aligero el paso para allanar varios callejones, los cuales conducían a la ciudad, o al menos eso creo.

La chica no vacila y toma ventaja.  Luego me hace un gesto con su cabeza y decido seguirla hasta que pasamos varias tiendas, todas apagadas.

Ella sabe lo que busco.

A lo lejos, una luz se esparce. Si mi sentido de reconocimiento no me falla, se trata de un puesto de gasolina.

Autos, justo lo que necesitamos.

Continuamos ascendiendo sin detenernos. Nuestros pasos suenan fuertes, muy llenos de energía. La adrenalina corre por mis venas a la vez que realizo el puesto cada vez más cerca.

Al fin llegamos hasta a la negrura de la ciudad y es entonces cuando decido tumbarme en ella. La calle se encuentra seca y áspera, como cada sentimiento en mi alma.

Extiendo una mano hacia Mar quien tiene sus ojos muy abiertos. La invito a unirse a mi locura y accede sin titubear. Su cuerpo roza con el mío hasta posarse a mi costado y una sensación escalofriante recorre mis brazos.

Una vez ahí tirados, alzamos la vista. El cielo está bastante despejado y cubierto de un hermoso brillo. Aunque la luna apenas inicia su aventura, estoy seguro de que tiene más para dar. Por eso, aún no está visible en su totalidad.

A la distancia, mis oídos captan chirrido de llantas y bocinas alborotadas. Mi acompañante también los oye y puedo sentir su entusiasmo ante la sensación.

Una luz se acerca. Consigo trae viento y vibración.

Giro la cabeza y miro el vehículo a pocos metros de distancia. A mi lado, Mar mira las estrellas como si estuviera buscando el fin de ese infinito universo. Ella sabe que estamos cerca de encontrarlo, mas se niega a enfrentarse al auto que acelera cada vez más.

En un instante, la bocina altera mis sentidos y doy un pequeño salto. Otro escalofrío recorre mi organismo, pero esta vez es causado por el fugaz celaje del auto.

Lo mismo sucede una y otra vez.

Los malditos autos susurran la palabra muerte en mi cercanía, pero como por arte de magia, luego desvían su camino y hacen sonar las bocinas que tanto retumban en mi cabeza.

El ciclo se repite.

Bocinas.

Insultos.

Euforia.

Mi mano es agarrada inesperadamente y al buscar a la causante de mi despiste, me encuentro con unos ojos llenos de desesperación. Noto que ella se levanta y niega con su cabeza. Sé que esto no da resultado, pero alguien tendrá que hacerlo. Alguien deberá borrarnos de este sucio papel llamado mundo.

Aturdido por el comportamiento de la chica, levanto mi cuerpo hasta sentarme. Este no es momento de dudas. Hay que desaparecer ahora.

Ella parece estar de acuerdo, por lo que simplemente señala un lugar apartado de mi campo visual. Asiento sin saber a qué se refiere e inesperadamente, algo nos distrae.

Sirenas.

Las relucientes luces azules carcomen mi vista de una manera drástica. Escapar es nuestra única opción. No quiero acabar en la cárcel por tratar de buscar mi felicidad y mucho menos terminar en un maldito manicomio donde me ficharán por loco. Estoy seguro de que la chica tampoco quiere ese final. Para terminar de esa manera, mejor retomar nuestro plan.

Ya no hay de otra.

Desafiando todas las leyes de la ciudad e incluso a la vida misma, corremos esperanzados hasta la inalcanzable y deseada muerte.

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Voten y comenten.

-Angie_lab

Colisión de galaxias {Completada}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora