Capítulo Seis.

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- ¿Dijo algo?

Escuché la voz de otro hombre.

- El hijo de puta no ha dicho ni una sola palabra.

- Bien, si él no habla tal vez lo haga su amiguita. Espera aquí.

Tragué saliva, venían por mí ahora. Mi puerta se abrió y entró un hombre alto y delgado.

- ¿Cómo te llamas encanto?

Lo miré fijamente y temblé, él era intimidante.

- ______.

Respondí seca. Él sonrió.

- Bien mi queridísima y bella ______, yo soy el gobernador. Tu amigo Glenn no nos ha sido de mucha ayuda, tal vez tú quieras decirnos donde está tu grupo.

- Nunca.

La cara del gobernador cambió a una de molestia, se acercó peligrosamente a mí y me amordazó. Soltó las amarras de mis pies, pero no las de mis manos y me hizo ponerme de pie.

- Camina.

Me ordenó y me guió hasta la habitación de al lado. Ahí estaba Glenn sentado en una silla, todo golpeado, su rostro estaba lleno de sangre. Merle también estaba en la habitación apoyado en una mesa, el gobernador le ordenó que amordazara a Glenn.

- Esto muchachos, es lo que pasa cuando no cooperan conmigo.

El gobernador rajó mi camiseta, dejándome solamente con mi ropa interior y me apoyó contra la mesa poniéndose detrás de mí.

- Voy a disfrutar mucho este momento.

Me habló al oído mientras movía sus manos por todo mi cuerpo. La cara de Glenn reflejaba desesperación pura, trataba de gritar pero la mordaza en su boca lo impedía. Nunca en mi vida había sentido tanto miedo, las lágrimas caían por mi rostro, mientras el gobernador me besaba parte de la espalda, cerca del hombro y el cuello. Se detuvo en este último y succionó para dejarme una marca, el asco se apoderó de mi cuerpo. Me movía tratando de resistirme pero obviamente era inútil. Miré a Glenn y estaba llorando al igual que yo, trataba de pedirle perdón con mi mirada y era como si él tratara de hacer lo mismo. El gobernador puso sus manos en mis pechos y los apretó fuertemente, Glenn cerró los ojos y vi cómo se tensaba su mandíbula. Tenía rabia por lo que comenzó a moverse más fuerte en su silla, estaba desesperado por soltarse y eso le causaba gracia a Merle y al gobernador. La rabia también aumentaba en mí, pero el miedo me tenía paralizada.

- Bien, suficiente diversión. La verdad es que no soy un violador. El chico ya no me sirve, Merle dile a Martínez que traiga a uno, quizás después de esto ella se decida a hablar.

Me levantó de la mesa y me sostuvo en la puerta, mirando hacia Glenn, lo iban a matar. Mi respiración era agitada, no soportaría verlo. Merle volvió junto a un hombre, traían un caminante encadenado.

- Suéltenlo.

Traté de gritar y patalear lo más que pude, habían soltado al caminante y se dirigía a Glenn, que estaba amarrado totalmente a una silla. Me sacaron de la habitación con ellos y cerraron la puerta. Mis lágrimas caían una tras otra.

- Espero que hayas recapacitado cuando vuelva.

Quitaron la mordaza de mi boca, las amarras de mis manos y me tiraron al piso en la habitación que estaba anteriormente.

- ¡Hijos de puta! Les juro que los voy a matar.

Ellos solo rieron y me dejaron sola. Escuchaba el sonido del caminante y cosas rompiéndose, sin duda Glenn se estaba defendiendo. Escuché un grito y luego todo fue silencio. Me acerqué a la pared que separaba las habitaciones.

More Than Words [Daryl Dixon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora