47- ¡Eres como Malfoy!

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Después de leer esas cartas, me llega el sentimiento otra vez. Todos se juntan. Si fueran personas reales  seria algo raro, la tristeza estaría llorando sin encontrar solución en su cama comiendo galletas. El odio estaría buscando formas de matar a Harry, Voldemort y de pasada a Cho para que su vida sea perfecta. El miedo estaría haciendo su testamento, cambiándose el nombre y al mismo tiempo haciendo las maletas para irse a otro país.

¡Oh no! La tristeza ganó el control de mi, las gotas de agua salen de mis ojos sin control, una tras otra, de la mas pequeña a la mas grande. Pierdo el control de mis piernas y caigo al suelo deslizándome por la pared gris, en mi rincón sombrío. Lloro.

Lloro sin importar que me escuchen, los sollozos se conviertieron en llantos desesperados. De frustración ¿Qué voy a hacer? No quiero morir pero tampoco quiero que Harry muera, Voldemort me da igual. Me siento terrible, como si hubiera hecho algo malo, soy la peor amiga del mundo por quererse salvar a si misma y que su mejor amigo muera. Ese que me apoyo siempre, estuvo conmigo ¡que me beso! Si quiero que muera así no volveré a ser su juguete.

—¿Hay alguien aquí? — pregunto alguien que a mi parecer estaba muy alejada su voz —¿Aylien? ¿Hermione? ¿Quién es?— permanezco en silencio esperando que la pelirroja se vaya. El sol se oculto, la luz esta apagada pero Weasley la prende, provocando dolor en mis ojos por estar tanto tiempo apartada de la luz —¿Qué haces ahí?

—Vete— digo con la voz entrecortada.

¡Pero que si es desobediente! Le dije que se fuera y se acercó a mi, se arrodillo. Con la yema de su dedo pulgar limpia mis lágrimas, me regala una sonrisa. Con brusquedad alejo su mano lo mas lejos posible de mi

—¿Qué te ocurre? Puedes confiar en mi— me dice tratando de generar un aire de confianza.

Con los ojos hinchados y dolor en mi corazón le vuelvo a repetir que se vaya, una y otra vez. Hasta que me harto

—¡Que te larges! ¿acaso no escuchas Weasley— le respondo irritada, me mira con una mirada que refleja tristeza.

—Si es lo que quieres— se fue por la puerta que había dejado atrás antes.

Respiraba pesadamente, el aire espeso del verano acumulado en esta pequeña habitación hace que sea sofocante quedarme mas tiempo aquí, pronto será la cena y es mejor que me de un buen baño de agua fría. Para despejar mi cabeza.

Entró al baño, abro el grifo para que la cascada artificial caiga sobre mi, se siente tan bien esta agua, dejo que limpie mis lágrimas y oculte mi cara roja. Cuando salgo me siento un poco mejor, inhaló el aire caluroso y lo suelto, abro la puerta que Ginny había cerrado.

Camino por el pasillo estrecho y obscuro hasta que llegue a las escaleras de las que baje para llegar a la cocina, puedo oler la comida. Será sopa estoy segura, en la cocina esta la señora Weasley partiendo verduras

—¿Puedo ayudar en algo?— pregunto

—¡Oh! Aylien que bueno que ha bajado. Parte estos tomates, en seguida enviare a Ron y Hermione para que vayan a comprar papas— me dice, me entrega el cuchillo.

Es afilado, su hoja es casi papel puedo ver mi rostro en el afilado artefacto. En un cesto hay muchos tomates, la señora Weasley sale de la cocina en busca de Ron y Hermione para que compren papas.

Tomo el cuchillo por el mango y empiezo a partir los tomates, el jugo que sale de esta verdura roja. Es carmesí, como la sangre, pareciera que el cuchillo hubiera sido enterrado en alguien ¿Qué se sentirá? Matar y ser asesinado.

Haber muerto, haber hecho que alguien muera, los mortífagos han asesinado muchas personas Voldemort el doble y yo no sería la excepción.

—Pero mamá ¡Yo no ire a comprar papas con esta loca! — se escuchan gritos. Era Ron

El cuarteto de oroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora