II

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Mafalda López caminaba por la ciudad de Buenos Aires, Argentina, escuchando su canción favorita, "All you need is love" a través de sus auriculares, mientras se dirigía a la secundaria.

Ese no era exactamente su lugar favorito en el mundo, pero desgraciadamente, su madre la obligaba a ir.  A Mafalda nunca le importaron realmente las opiniones de los demás, pero que te lanzaran bolas de papel en clase con la palabra "lesbiana" mientras intentabas prestar atención a la clase de historia y aprobar el año escolar, no era exactamente reconfortante.

Y lo peor, era que no era lesbiana. Creo.

Sinceramente, jamás se había sentido atraída a nadie, tanto si era mujer como hombre. La cabeza de Mafalda tenía muchas cosas dentro, temas mucho más importantes que discutir y reflexionar, como la política, la economía, la sociedad, la ciudadanía, el futuro de la humanidad... Cosas más importantes que preocuparse por los ojos de un chico o las curvas de una chica.

Gracias a estos pensamientos continuos, Mafalda tampoco albergaba muchos amigos. No porque ella fuera rara, claro que no, absolutamente no. El problema es que era una incomprendida. La única persona que parecía comprenderla, era Sabrina.

Sabrina era una chica de su escuela, la única que podía considerar una amiga, de cabellos azabaches y ojos igualmente negros, siempre llevando su remera de "Star Wars" y sus anteojos torcidos. Mafalda no solía etiquetar a la gente, por lo que, mientras no fueran ignorantes, le daba igual que clase "social" ocupaban. Pero según sus compañeros, Sabrina era una "friki". Al menos, ella intentaba entender a Mafalda, y era la única que lograba sacarle una sonrisa.

Sus padres adoptivos tampoco parecían entenderla: siempre decían que era una chica rara, que siempre veía el lado negativo de la vida, como la inflación, la violencia, las guerras... Que no le veía el lado positivo. Pero Mafalda siempre les respondía de la misma manera: "Solo veo la realidad"

Con 16 años, entendía absolutamente todo y a todos. Con una simple mirada o pregunta, podría calificar a una persona según su nivel de ignorancia. Y solía ser alta.
Ya dentro de la escuela, encontró a su amiga, Sabrina, esperándola para entrar en geografía.

- Llegas tarde, ¿sabias?- le reprochó.

- Si en unos minutos tiraran una bomba nuclear, ¿no te arrepentirías de estar esperando una clase de geografía, que escuchando una obra de arte como Los Beatles?

Sabrían solo río.

- Que tiraran una bomba nuclear, sería menos doloroso que enfrentarse a la maestra enojada.

Entraron y se sentaron en una de las mesas, juntas como siempre.

La maestra explicaba no sé qué de los polos y su vegetación. Algo inservible.

Mafalda levantó la mano.

La maestra la miro irritada. Ya todos conocían bien las preguntas de Mafalda.

- Si, ¿señorita López?

- ¿Porque estudiamos sobre algo que no nos sirve para absolutamente nada en la vida, cuando podríamos estar estudiando cómo salvar al planeta de su estupidez?

La maestra se masaje o las sienes.

- ¿No tienes nada más para decir, Mafalda?

Esta frunció el entrecejo.

- Parece molesta. Solo era una crítica constructiva.

La maestra suspiro.

- Si no te interesa la clase, puedes quedarte afuera y dejar a los demás estudiar.

Mafalda tomó sus cosas y se paró en su silla, como solía hacer cuando quería comunicarles algo a sus compañeros.

- ¡NO SE DEJEN PISOTEAR POR ÉL COMUNISMO ESCOLAR, MIS AMIGOS! ¡VIVA LA PATRIA!

Mientras todos la miraban confundidos, tomó sus cosas y salió del aula, mientras escuchaba los usuales pasos de Sabrina seguirla.

Al salir, su amiga la tomo del brazo.

- ¿Estás loca, mujer? ¿Viva la patria? ¿Sobre una sillita?

Mafalda se encogió de hombros.

- ¿Y qué? Total, el Vaticano, la casa de gobierno y mi sillita tienen el mismo poder de convicción.

- ¿Y eso qué quiere decir?

- Que la maestra debería quedarse tranquila. Nadie me va a prestar atención.

- Vas a reprobar.

- ¡Y ahí está, señores! ¡El comunismo! ¿Acaso voy a reprobar por el simple hecho de expresar mis opiniones? ¿No deberían enseñarnos algo que sirva realmente?

- Estudia lo que te dicen, aprueba el año, y después puedes quejarte todo lo que quieras.

- Te preocupas demasiado por mi.

- Me preocupo por la inteligencia.

- Pero no por la sabiduría.

Una risa femenina se escuchó en el viento.

- ¿Qué fue eso? -preguntó alarmada Sabrina.

Mafalda la miro con una sonrisa.

- El mundo, feliz de que alguien lo proteja de nuestra ignorancia.

- Hablo en serio, Mafalda.

- Yo también.

De nuevo esa risa. Pero esta vez, Sabrina pareció más afectada. Parecía que estuviera escuchando algo prohibido para los oídos de Mafalda.

- Pero...- dijo Sabrina al aire - ¿estás segura?... Okey...

- ¿Qué pasa? ¿Dios te está hablando?

- Algo así- contestó. - tenemos que irnos antes de que sea tarde. Después le avisaremos a tus padres.

- ¿Antes de que sea tarde? ¿Tarde para que? El partido de fútbol empieza a las ocho recién, no te apures...

Un gruñido se escuchó detrás de Mafalda. Al darse vuelta, la chica se encontró con la ilustre cara de la cosa más horrible que había visto después de la pobreza: una mujer, con alas de murciélago, y unos horribles colmillos, flotaba frente a ella. Y no se veía muy amistosa que digamos.

- Antes de eso.

La hija de Artemisa. {COMPLETA}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora