XXIV

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- Esta fue mala idea.

- Esta fue muy mala idea.

- Una idea terrible.

- ¿Se pueden callar?- gritó exasperada Mafalda.

Alexandra, Valentina y ella estaban subiendo los escalones al palacio del Olimpo, con el propósito de charlar con Artemisa y pedirle consejos para mejorar la puntería de su hija. Habían viajado en pegaso de Canadá, donde entrenaban, hasta New York, así que esperaba que tuvieran suerte.

Mafalda no esperaba que las cosas salieran bien entre su querida madre y ella, pero no había nada más que pudiera hacer. Todas las cazadoras dependían de ella y de su liderazgo, y se negaba a defraudarlas.

- ¿Estás bien?- preguntó Alexandra.

- Si, solo es una visita dubitativa. Nada amistoso.

Abrieron juntas las puertas del palacio y entraron. Parecían diminutas, comparadas con las altas columnas de mármol blanco, o de por sí, de las tres diosas que estaban sentadas en sus tronos.

Atenea, quien parecía muy aburrida, sonrío cuando vio a Mafalda acercarse.

- Oh, querida, que gusto verte.

- Er- buenos días señorita Atenea.

- No tienes porque llamarme así, puedes decirme madre-

- ¿Madre?- rugió enojada Artemisa- no vas a tomar crédito por todo el dolor que tuve que pasar por esta cosa.

- Mi nombre no es cosa, mi nombre es Mafalda.

Artemisa dirigió por un segundo su mirada hacia ella, entre disgustada y enfadada, la ignoro por completo, y siguió hablando con Atenea.

- No puedo creer que me hayas obligado a reconocerla. ¿Sabes lo confundidas que estaban las cazadoras? Me mandaron mensajes iris todo ese día preguntándome porque no les había dicho nada. ¡Algunas hasta se fueron con las amazonas porque ya no confían en mi! Si la hubieras dejado, no estaría en estos problemas. Y ella no tendría la responsabilidad de liderar.

- Perdóname, pero si la hubiera dejado a la deriva, no solo viviría sin saber quiénes son sus padres, si no que además, los monstruos la hubieran encontrado. Me encargue de tu hija por diez y seis años.

- Pues quizá no deberías haberlo hecho. - contestó ella.

Valentina y Alexandra se quedaron allí, incómodas, tratando de mirar para todos lados salvo a la discusión. Pero a diferencia de ella, Mafalda estaba que echaba humos. ¡No la había ayudado en nada, y se quejaba!

- Mira - dijo interrumpiendo su pelea- no es como que yo eligiera ser hija tuya. Esto paso, y ya. ¿O quieres que te explique cómo se hacen los bebes? Fue una cosa horrible, pero yo no tuve la culpa.

- Pues dile eso a tu padre. ¡Lo que me hizo es irreversible! Es un monstruo. ¿Cómo sé si no serás igual a él?

- Ningún ser humano es un monstruo. Ni siquiera el más desquiciado y frío asesino. Lo que nos para de hacer cosas como estas, es nuestra moral, cuál aprendemos gracias a la gente con la que crecemos. Obviamente mi padre no consiguió esta educación, por así decirlo. Yo que tú, no lo llamaría ni a él ni a nadie monstruo, porque lo que nos detiene de hacer lo que él hizo a todo y a cada uno de nosotros, no es más que una insignificante barrera.

Con eso, se dio vuelta y tomo a sus dos amigas, llevándoselas sin más, y lo último que escucho mientras subían al ascensor del Empire State, era la risa de Atenea, resonando por todo el Olimpo.

🌸🌸🌸

Hey guys!

So, acá está el capítulo. Ya se, hace mucho que no escribo. Ya se, era fin de semana. En mi defensa vivir al lado de la playa te da lugares y amigos para estar ocupada. Además me mudé y hasta ahora no tenía Wifi.

Gracias por leer! Cómo deben saber, esta historia está llegando a un final... Como todas. Igualmente estoy pensando en hacer una segunda parte, pero quién sabe.

Los quiero!

- Carrie

La hija de Artemisa. {COMPLETA}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora