VII

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Creo que la parte más extraña de todo el recorrido por el Olimpo, debió ser la subida en ascensor.

Mientras escuchaban la cancioncita de recepción en un ambiente obviamente incomodo, Mafalda se preparaba para lo peor.

Tendría que saber la verdad sobre lo que pasó con su madre, y la honestamente, habían cosas que era mejor dejar que se olvidaran con el tiempo.

Las puertas se abrieron, dejando ver el paisaje más hermoso que había visor en su vida.
El Monte Olimpo estaba hecho completamente de brillante mármol blanco, que reflejaba los brillantes rayos del sol. Por doquier habían sátiros, ninfas y estatuas de los diferentes dioses.

- Es precioso.- comentó anonadada.

- Tienes razón- coincidió Sabrina- jamás había venido aquí.

- ¿Ni para visitar a tu madre?- le preguntó ella. Y se arrepintió de inmediato, como siempre. Ella y su bocota.

Sabri pareció ponerse un poco triste, al igual que siempre que mencionaban a su progenitora divina.

- Los dioses no tienen mucho contacto con sus hijos mortales. - explicó Jordán/Jason. - yo tampoco había venido aquí antes, y solo vi a mi padre una vez en medio de la batalla.

- Por mi mejor- dijo de repente Sabrina- espero con toda mi alma que mi madre no este. No soporto a mis hermanos, imagínate a ella.

El aire se puso incomodo de nuevo. Como ya se habrán dado cuenta, Mafalda era terrible para consolar a la gente, o incluso darles ánimos, pero intento hacer lo que si le salía bien. Al igual que con Leo, le dijo la verdad.

- Yo tampoco quiero que este. No es de mis diosas favoritas, o al menos por lo que leí en los libros de Annabeth.

Y lo decía enserio. Apreciaba al amor y todo eso, pero la verdad es que no estaba siendo muy productivo. La gente era cada vez más violenta, había cada vez más corrupción y ¿dónde estaba Afrodita cuando se la necesitaba? Tomando un café en el Olimpo y ignorando a su hija.

Sabrina la miro agradecida.

En frente de las puertas del palacio, se encontraba la estatua de una imponente mujer.

- Hera- informó Jordán/Jason. - la diosa del matrimonio. No le cae muy bien a tu mamá.

- No le cae bien a absolutamente nadie.- dijo Sabrina mirando a la dichosa Hera.

- Mi hermana me contó que una vez, que esta estatua se le callo encima.

Mafalda lo miró atónita.

- ¿tienes una hermana?

- Thalía. Tampoco le cae muy bien Hera. Digamos que como cazadora de Artemisa, no es seguidora del matrimonio. Y Sabrina tiene razón, a nadie le cae bien.

- ¿Tú hermana quiere cazar a mi madre?

- Son seguidoras legítimas de Artemisa- explicó Sabrina. - juran lealtad a tu madre, por lo que no pueden salir con chicos.

- ¿Y con chicas?

Pero la pregunta quedo en el olvido cuando las puertas del palacio se abrieron, y se vieron obligados a entrar.

En la sala habían distintos tronos, decorados tal cual la personalidad de los dioses. Sin embargo, sólo se encontraban allí tres mujeres y dos hombres, con el pequeñísimo detalle de que median tres metros.

Una de las jirafas tenía cabello pelirrojo, igual que el de Mafalda. A penas aparentaba la edad de una niña de trece años. Tenía un carcaj a su lado, y una hebilla con forma de Luna en su pelo.

La hija de Artemisa. {COMPLETA}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora