31. Sólo hay una cosa que recuerdo

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Capítulo con contenido no apto para todo el público

—Rogers —Romanoff entro a el departamento de Steve sin tocar o pedir permiso—. Creo que encontré algo —Natasha dejo caer la carpeta que tenía entre su mano en la mesa frente a Steve—. Toma tu escudo y vamos por ella.

—Llamare a su familia —comunico Steve poniéndose de pie.

—No —la rusa lo detuvo, poniendo una mano en la mano donde Steve sostenía el celular—. Si esto no es nada y es sólo alguna pista vacía, no sería bueno darle falsas esperanzas a su familia, ya están sufriendo demasiado.

—¿Y quién dice que yo no lo hago? —contraataco Steve—. ¿Qué si esto no es nada? Yo también sufriré Natasha. Tengo meses sin saber si Ana esta con vida aún. Ni siquiera tengo un cuerpo al cual llorar si es que esta muerta, trato de ser positivo todo el tiempo, trato de decirme a mí mismo que está afuera en algún lugar, que su corazón aún está latiendo y no importa si me odia, porque yo también lo hago. Me odio a mí mismo por dejarla sola, por no confiar en ella, por ser un imbécil, por con creer en la mujer que amaba, que aun amo. Por mi culpa ella esta... —Steve soltó un suspiro—. Ni siquiera sé si esta. Lo que le pase a Ana sólo es culpa de una persona. Esa persona soy, yo.

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—Sugiero que no es buena idea separarnos —comentó Romanoff observando el lugar—. Eso es un túnel, debemos ir juntos.

—Iré yo solo —informó Steve—. Necesito a alguien afuera y no es buena idea que nos capturen a los dos, si pasa algo podrás llamas a los demás y entonces estaremos todos seguros.

—Pero...

—Es lo mejor Romanoff —aseguró el rubio—. Necesito saber que hay un plan b que funcionara. Eres mi respaldo por si algo sale mal.

—Está bien —asintió Natasha—. Estaré aquí. No me moveré de aquí.

—De acuerdo —Steve asintió con una pequeña sonrisa para bajar la pequeña colina e introducirse en el túnel que había ahí.

Rogers entro por la pequeña entrada que era cubierta por una especie de reja a medio cerrar, por lo grande de su cuerpo tuvo que agacharse y abrir un poco para poder pasar. Una vez dentro y a unos cuantos metros, el espacio era más amplio por lo cual Steve podía avanzar en una mejor posición.

—Rogers, ¿logras escucharme?

—Si —respondió

—Espero y la señal no se pierda —pidió Romanoff. Steve se detuvo al escuchar algunos pasos apresurados.

—Alguien viene a mi posición —informo Steve sosteniendo su escudo de manera segura entre sus manos.

Los pasos cada vez eran más cerca al rubio, podía escuchar con claridad las pisadas en los charcos de agua, estaba a nada de toparse con la persona dueña de todo ese ruido, era cuestión de tiempo para que se encontraran cara a cara. Steve cubrió su cuerpo con el escudo dejando su cabeza expuesta para observa a quien lo había encontrado.

—¡¿Ana?! —susurro Rogers al ver a la chica detenerse abruptamente frente al mirarlo en aquel lugar. Ana observo al hombre frente a ella con recelo, pero parecía conocerlo de algún lugar, aun así, no podía confiar en él, no podía confiar en nadie. Ella avanzo hacía él de manera rápida pateándolo en el estómago, pues aquel chico había bajado la guardia. Steve salió volando hacía una de las paredes permitiéndole a la chica seguir corriendo—. No —se quejó poniéndose de pie y lanzando el escudo a un lado de la chica cuando un agente estaba por dispararle. Ana observo al hombre caer a sus pies y el escudo volver a su dueño—. Tranquila —Steve levanto sus manos en señal de rendición—. Soy Steve, y vine por ti —aquellas palabras sólo alarmaron a la chica la cual intento huir—. No, espera —Steve fue más rápido al leer los movimientos de ella tomándola de la mano—. No te voy a lastimar, quiero llevarte a casa con tu familia.

Libre - Segunda TemporadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora