23. Las cosas pueden empeorar

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Mis manos se encontraban cubiertas de sangre, mi ropa sucia de la misma y en mi rostro había salpicaduras rojas. El oscuro y vació callejón era el escenario perfecto para la situación.

—Después de todo no se equivocaron contigo —comentó aquel sujeto con una sonrisa cubierta de sangre mirándome de manera divertido en el suelo.

—Ahora el monstro los persigue a ustedes —con un rodillazo en la mandíbula y su cuerpo cayó a un lado del contenedor de basura.

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—Buenos días —saludé ingresando a la casa dejando mi maleta a un lado de las escaleras caminando directamente a la cocina—. Hola mamá. Muero de hambre, pero muero más de sed —tome una botella de agua bebiendo sin mucha delicadeza.

—Despacio o te hará daño —comento ella—. El desayuno ya casi está listo.

—Comeré un plato de fruta en lo que sale el desayuno —me serví un buen plato de fruta y me senté en el comedor.

—Buenos días hija —papá dejo un beso en mi cabeza—. Llegando de hacer ejercicio.

—Si —asentí sin más.

—Gracias amor —agradeció cuando mamá puso el sartén en la mesa.

Los tres comimos en silencio disfrutando de nuestros alimentos, hasta que mi hermano mayor apareció y así comenzó una pequeña charla entre todos con pequeñas risas de por medio. El celular de mi padre sonó cortando con el bonito momento que habíamos creado.

—Si, lo entiendo —asintió mi padre—. Estaré ahí en cuanto pueda.

—¿Paso algo malo? —cuestionó mi madre preocupada una vez que papá colgó el teléfono.

—Apareció otro hombre asesinado —respondió papá—. Ana ¿me acompañas a la oficina? Necesito ojos nuevos sobre el caso.

—Claro papá —asentí poniéndonos de pie los dos—. ¿Dónde está el expediente? —curioseé dando una mirada rápida a su escritorio.

—No creo que necesites revisarlo cuando sabes la causa de muerte de esos hombres —comentó mi padre de manera seria poniéndole seguro a la puerta de la habitación.

—¿Qué quieres decir con eso? —aquello no lo entendí.

—Se que eres tú quien ha asesinado a todos esos hombres —se colocó frente a mí con los brazos cruzados sobre su pecho—. Tal vez no soy espía y no trabajo en SHIELD, pero eres mi hija y trabajo para el FBI investigando casos de homicidio. Nos otorgaron este caso y según las investigaciones la mayoría de los muertos son europeos, hombres mayores que tienen un expediente sospechosamente limpio después de ciertas fechas. Antes de ello no hay registro alguno de ellos, de ninguno, ni siquiera del hombre de 74 años quien fue brutalmente asesinado, pero que casualmente no hay huellas, ni rastro de quien lo asesino, y por los golpes y fuerza de la brutalidad, sospechamos que es un hombre con una excelente condición física que ronda entre los veinte a treinta años. Por todo lo que e investigado con el equipo y que sus familias no hablan de su pasado, tengo el presentimiento de que los asesinatos están relacionados entre sí.

—¿Y dónde entro yo? —cuestioné.

—En el momento exacto donde comenzaste a sentirte mejor y tus manos cada vez están más dañadas —papá tomo entre sus manos las mías mostrando las heridas aun no sanadas—. Donde tu ropa no es lavada con la nuestra. En donde no te has presentado a el gimnasio desde el primer día y donde hay tres botes de pastillas vacíos en tu basura. Tu apetito mejoro notablemente de la noche a la mañana, pareces estar mejor, pero no has llamado a Tony, Alex, inclusive a Fury. Superaste todo sin terapia de un día para otro. Y donde tu fuerza es superior a la de un hombre de treinta años. Y nadie más que tu puede hacer, lo que veo todos los días en esas escenas del crimen.

Libre - Segunda TemporadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora