CAPITULO I
Esta historia es demasiado vieja y fue contada hace ya mucho tiempo. Existen diferentes versiones, pero ten por seguro que la que yo te cuento, es la más clara y veredicta de todas.
Había una vez, siglos atrás, dos reinos que eran pésimos vecinos. Sus desacuerdos eran tan grandes entre ellos, que se decía que solo un gran héroe o un terrible villano, podría unirlos.
En un reino, vivía gente como tú o como yo, que era gobernada por un terrible rey, arrogante y lleno de ambición.
Aquel rey, de quien no vale la pena recordar su nombre, sentía envidia de la riqueza y belleza que el otro reino y sus habitantes poseían, pues en el otro reino, llamado El Páramo, habitaban toda clase de criaturas mágicas que vivían de la naturaleza en pacifica armonía.El páramo, que al igual que el reino de los humanos, era gobernado por un rey, que a diferencia del primero, era justo y dirigía a su pueblo con sabiduría. *Seigi, amo y señor del páramo, tenía la apariencia de un hombre al inicio de sus cuarenta, elegante porte y cuerpo alto y musculoso que era marcado por algunas cicatrices que evidenciaban su participación en guerras sangrientas, y que eran cubiertas por la ropa que usaba, una hakama blanca que dejaba entreabierta, dejando ver la mitad de su fornido pecho cubierto por una ligera capa de vello. Aquella hakama bajaba hasta su cintura en donde un obi negro la sujetaba junto a sus pantalones holgados, terminando con unas botas largas que llegaban hasta un poco más debajo de sus rodillas.
Su cabello negro levemente ondulado, que cubría el nacimiento de unos grandes cuernos que se inclinaban hacia atrás, terminando un una punta puntiaguda, junto con su rostro varonil de facciones duras que era decorada por una abundante barba negra en forma de candado que le otorgaba una aire de increíble sabiduría que su longeva vida fácilmente respaldaba, no era lo único que lo hacía resaltar.
Seigi pertenecía a una extraña y casi extinta clase de hada que vivía en el páramo hace muchos, muchos años con abundancia. Sus enormes alas emplumadas, semejantes a las de un halcón que les permitían volar a grandes velocidades y en donde concentraba gran parte de su poder mágico, junto con su habilidad de controlar todo el poder mágico de la naturaleza, le hacía destacar de las demás hadas que, con alas más pequeñas y frágiles, y con solo la capacidad de controlar el poder mágico de la estación en la que nacían, les dada.
Por aquellas características, aquellas hadas fueron las encargadas de proteger el páramo de las mentes invadidas por la avaricia y la destrucción que se atrevieran a invadirlo.
-¿Cómo está el sur del páramo, Diaval?- Preguntó Seigi al cuervo que se acercaba y que se transformó en un apuesto hombre maduro de cabellos negros despeinados justo enfrente de él.
-Todo en orden. La tormenta no causo ningún daño.- Dijo la criatura mágica que únicamente tenía la habilidad de transformase en cualquier animal que deseara, siendo la de un cuervo su favorita.
-Gracias a la madre naturaleza.- Suspiró aliviado.- Lamento tener que dejarte la inspección a ti, pero sabes que es más rápido y eficaz hacerlo por los cielos, y lamentablemente es algo que me es imposible hacer por mi cuenta desde hace mucho tiempo.- Dijo moviendo su única ala, recordando la perdida de la otra en aquella guerra contra algunos cambia-formas de tierras lejanas, hace ya algunas décadas.
-No te preocupes, sabes que para mí es un placer ayudarte a hacer este trabajo.- Dijo Diaval, restándole importancia y dándole un golpecito al hombre que era su mejor amigo.
-Por cierto, Diaval ¿sabes dónde está mi hijo?
-No lo sé, quizás...- El grito entusiasta de un niño, interrumpió las palabras de Diaval, quien soltó un pesado suspiro.- Volando por la catarata como es su costumbre desde que aprendió a volar.- Dijo el pelinegro, viendo a lo lejos como una figura pequeña se movía a gran velocidad por las nubes.
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Páramo Maléfico (YAOI 18+)
FanfictionEsta historia es demasiado vieja y fue contada hace ya mucho tiempo. Existen diferentes versiones, pero ten por seguro que la que yo te cuento, es la más clara y veredicta de todas. Había una vez, siglos atrás, dos reinos que eran pésimos vecinos...