CAPITULO VII
Después de confiarle la seguridad de su hijo a Allen, Stefan se encerró en los muros del castillo, y con el paso de los días y al estar alejado de su bebé, su carácter fue ensombreciéndose, y se consumió en la paranoia y la venganza hacia aquel ser proveniente de El Páramo que había destruido su vida.
Con el deseo latente de matar a Hayato, ordeno a los herreros del reino elaborar grandes placas de hierro que fueron colocadas alrededor de todo el reino incluido el castillo. Si ese monstruo se atrevía a poner un solo pie en sus tierras terminaría quemado hasta los huesos. El hierro era lo único que el castaño conocía que podía lastimar a Hayato, y el rey consorte lo compraba en exceso para la elaboración en masa de armas y armaduras sin importarle que el costo de ese material fuera tan elevado que llevaría al reino casi a la bancarrota.
El reino próspero y armónico que el rey Henry había creado, poco a poco se convirtió en un lugar triste y sombrío en donde ya nadie quería vivir.
*
Por otro lado en la cabaña de Allen, la alegría abundaba día a día.
El rubio cuidaba con dedicación al pequeñito que era la luz de su vida, y no había nada mejor que ver aquellas sonrisas que el pequeño Haruki le dedicaba a cada momento.
El doncel había deseado un bebé por años, y le había pedido incansablemente a los dioses que lo bendijeran con un pequeño que fuera producto del amor que él y su esposo se tenían. Pero su vientre nunca fue bendecido para albergar vida, y con el paso del tiempo Allen se había resignado a que nunca sería padre. Sin embargo sus rezos fueron escuchados -aunque de una manera muy diferente al que él esperaba-y finalmente tenía un hijo al cual amar con toda su alma. Su Thomas ya no estaba ahí para disfrutar de esa dicha pero Allen lo haría por ambos y le daría un hogar lleno de amor a ese pequeñito de hermosa sonrisa.**
-"Busca a ese niño y dime donde está." - Fueron las palabras que Maleficent le dijo a Diaval al enterarse que el hombre cuervo no había visto al pequeño príncipe por ninguna de las ventanas del castillo del reino, o escuchado que las criadas hablaran del mismo.
Sin objetar nada, Diaval se convirtió en su forma alada y voló fuera de El Páramo pero no precisamente en busca del principito perdido. El pelinegro no estaba de acuerdo en las cosas que estaba haciendo Hayato, la maldición, la muerte del rey Henry, el muro de espinas que aislaba a El Páramo... Su odio estaba cruzando límites inimaginables y él no quería ser parte de esas masacres sin sentido, menos si en medio de todo eso se encontraba un inocente niño que nada tenía que ver en ese lio.
En lugar de seguir las ordenes de su Señor, Diaval se dirigió hacia la cabaña que estaba en lo más profundo del bosque y cercana a las montañas, y en donde vivía un hermoso doncel de cabellera rubia. Desde hace ya un tiempo, espiaba al hombre, sobretodo en las mañanas cuando este se levantaba vistiendo únicamente ese delgado camisón que le dejaba apreciar su apetecible cuerpo de caderas anchas y gordas nalgas.
Como envidiaba al hombre que había sido el esposo de esa bella criatura. Había podido disfrutar de ese cuerpo delicioso, entregándose sin contemplaciones en noches de lujuria entera. Y el únicamente podía fantasear desde la ventana en una forma animal, deseando tener al doncel desnudo, abierto de piernas y recibiendo gustoso su verga.Como siempre, se colocó en el borde de la ventana semi-abierta de la recamara del doncel, y observó como este hacia la cama con tranquilidad, empinando su agraciado trasero cada vez que se estiraba para acomodar las sabanas.
El rubio colocaba las almohadas en su lugar cuando un pequeño llanto claramente de infante, se escuchó en el cuarto, sorprendiendo a Diaval porque estaba más que seguro que el doncel no tenía hijos y menos ahora que era viudo, y tampoco en ningún momento lo había visto con el vientre abultado.
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Páramo Maléfico (YAOI 18+)
FanfikceEsta historia es demasiado vieja y fue contada hace ya mucho tiempo. Existen diferentes versiones, pero ten por seguro que la que yo te cuento, es la más clara y veredicta de todas. Había una vez, siglos atrás, dos reinos que eran pésimos vecinos...