CAPITULO II
Varias estaciones habían pasado. Seis años para ser precisos.
En ese tiempo -como era natural en los humanos- la apariencia de Stefan había cambiado. Ya no era aquel adolescente dulce e inocente de 16 años que vivía en una granja, rodeado de animales sucios y comiendo las sobras de pan duro que se dignaban a darle. Ahora era todo un doncel adulto de 22 años que podía valerse por sí mismo en un mundo que se empeñaba en menospreciarlo al hacerlo vivir en la pobreza.
Para Stefan no fue fácil abrirse camino. Siendo huérfano y un muchacho de granja, las posibilidades para sobresalir eran casi nulas, pero aun así, al cumplir 18 años y con solo una diminuta maleta que guardaba sus viejas ropas, junto con algunas monedas que había logrado ahorrar, se marchó de la granja decidido a ser alguien más que el muchacho que ordeñaba las vacas.
Su destino había sido el pueblo del reino, lugar que se mantenía prospero gracias a su cercanía con el castillo.
Con su maleta en mano, camino hasta el mismo con la idea de buscar aquella vieja amistad que se había marchado hace ya varios años y sabia, trabajaba como sirviento en el enorme palacio. Con algo de suerte, logro encontrar a aquel rubio doncel que llego a vivir con él en la granja y quien lo recibió con un cálido abrazo tras años sin verse, invitándole un poco de jugo de naranja en la cocina real mientras tenía su descanso de medio día.
Con la suerte que rara vez le sonreía, el doncel rubio -cuatro años mayor que él- había logrado conseguirle el trabajo de lavaplatos que curiosamente, algunos días atrás, había quedado libre debido a que el muchacho que se encargaba de dicho trabajo, había tenido un parto repentino dejando vacío el puesto.
El trabajo era pesado -aunque no tanto como el de la granja- y la paga no era mucha pero podía vivir en uno de los cuartos de servicio del palacio -junto a otros jovencitos- y probablemente, comer las deliciosas sobras de la cena de los reyes.
Así con el paso de los años, la ambición de Stefan por sobresalir lo llevo a busca mejores "contactos" que el de un sirviento que se había casado con -vaya la ironía- el granjero que surtía los vegetales del palacio. Trabajar en el palacio por varios años para volver a una sucia granja, ¡vaya desperdicio de tiempo!, pensaba Stefan.
Su habilidad para sonreír falsamente le había ayudado a amistar con los concubinos del rey, quienes lo mantenían informado de jugosas noticias reales que podrían favorecerlo algún día. O bien, se hacía de buenas prendas o joyas -que normalmente vendía- que los doncelitos le daban ebrios y deprimidos por no lograr concebir al bastardo del rey.
Aquellas ambiciones impulsaron a Stefan a la tentación del mundo humano, alejándolo poco a poco de Hayato a quien frecuentaba menos.
La avaricia y la envidia eran algo que las criaturas mágicas -como Hayato- no comprendían. Para él, el dinero y las prendas hechas de telas finas traídas de otras tierras y que Stefan tanto anhelaba, eran algo sin importancia y no lograba entender el empeño del humano por obtenerlas.
La lejanía y las fugaces visitas que el castaño le daba, habían llegado a confundirlo sobre si Stefan sería buena "reina" para él. Contaba ya con varias décadas de vida y como Diaval le decía, era hora de buscar una buena "hembra" con la cual procrear.
Amaba a Stefan, y deseaba que fuera él quien le diera su primer hijo. Un hadito de cabellos chocolate y con algunas pecas en el rostro como su doncel padre. Deseaba hacerlo su "reina" y presentarlo como tal ante todo su pueblo. Sin embargo desconocía si Stefan deseaba lo mismo.
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Páramo Maléfico (YAOI 18+)
FanfictionEsta historia es demasiado vieja y fue contada hace ya mucho tiempo. Existen diferentes versiones, pero ten por seguro que la que yo te cuento, es la más clara y veredicta de todas. Había una vez, siglos atrás, dos reinos que eran pésimos vecinos...