CAPITULO XVII -Verdadero heredero y una proposición inesperada

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CAPITULO XVII


Con finas ropas de seda negra y una capa roja que ondeaba a sus pasos, Stefan caminaba por los largos pasillos del castillo que en los últimos años había adquirido un olor a humedad, las telarañas adornaban la mayoría de las esquinas del techo y la falta de muebles y cuadros en las paredes, hacían que el sonido de cada pisada retumbara en un profundo y sonoro eco.

Hace menos de una hora, Stefan se encontraba en su habitación, una de las pocas que aún conservaba los lujo como muebles caros, sabanas y almohadas de telas finas y suaves, así como un muy buena dotación de las mejores alhajas que guardaba en el primer cajón del mueble junto a su cama.
El castaño estudiaba los mapas del reino. Cada bosque, cada granja, cada pastizal, cada atajo quedaba memorizado en su mente, así como las rutas mas cercanas y rápidas para llegar a <El Páramo>.
La vela que iluminaba su estudio chipoteó un poco justo en el momento en que unos de sus soldados tocó con fuerza su puerta y con una insistencia que hizo al hombre bufar y tirar uno de los muchos papeles que tenía regados por el escritorio al levantarse y así encarar al insolente que se atrevía a molestarlo cuando había dado la orden estricta que lo dejaran solo.

<<Lamento la interrupción, su alteza, pero el príncipe Philip está aquí y desea verlo>>, fue lo que el soldado de frente amplia y sudorosa le dijo al abrir la puerta.
El ceño ya fruncido de Stefan se arrugó aún más al escuchar que ese muchachito se encontraba ahí. El muy malcriado jamás había sido de su agrado, ni aun cuando solo era un mocoso de escasos seis o siete años cuando se casara con el difunto rey Henry, y Stefan no necesitaba quemarse las neuronas para saber el motivo de la visita del príncipe.

Aparentando calma, despidió al soldado y le ordeno que volviera a su puesto. Con esa misma calma, guardo los mapas que con tanta devoción estudiaba, apago la vela y salió de la habitación para así dirigirse hasta el salón principal en donde los pocos sirvientes que aún mantenía en el castillo, atendían al joven que aun vestía aquellas ropas sucias y remachadas que en Stefan causaron un gran desagrado. De no haber visto a Philip un par de años antes, habría ordenado de inmediato que sacaran a ese campesino que se atrevía a pisar su palacio y a beber vino en tan fina copa.

<<Podrá vestir como pordiosero pero no hay duda que es el hijo de Henry>>, pensó el doncel. No había convivido mucho tiempo con su esposo, y cariño no era algo que podría decirse que sentía por aquel buen mozo que había muerto ensartado por ramas espinosas, pero los rasgos del difunto rey se encontraban en ese muchacho y no podían ocultarse aun con esa ropa mugrosa y desaliñada.

- ¿Con esa cara es como recibes a tu familia? - Philip dijo en un tono un poco burlón al percibir de inmediato la cara de asco que Stefan le ponía al ver su aspecto. Era una fortuna que se bañara un día atrás en aquella posada, o de lo contrario el Rey Consorte le habría dedicado algo mas que un gesto de desagrado en cuanto le llegara su aroma. -Aunque tampoco esperaba un abrazo de tu parte. Que te hayas casado con mi padre no nos convierte en seres muy cercanos, ¿verdad? - Decía aun con una sonrisa burlona en los labios. -A lo mucho nos hemos visto, ¿que serán? ¿Dos o tres veces? -Philip tomó la copa con vino que había dejado en la mesa al momento en que viera al otro entrar, y le dio un sorbo. No estaba mal, dulce y fácil de beber como le gustaba. -Debería darnos vergüenza nuestro poco contacto, ¿no crees? Mi padre nos reñiría a ambos si se enterara que ni siquiera conozco a mi hermanito. - Volvió a dejar la copa en la mesa tras darle otro trago. - Por cierto, ¿dónde está? Creí que él me recibiría con mas entusiasmo. - Claramente también lo decía en broma. No conocía al muchachito en nada pero teniendo a un padre como Stefan, podía imaginarse la clase de joven que era.

Páramo Maléfico (YAOI 18+)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora