—¡Emma! ¡Ya baja a desayunar! -gritó mi madre mientras yo intentaba separarme de mi cama—. ¡Emma!
—¡Ya voy mamá, mi cama no me quiere dejar ir! —forcejee un poco con las sábanas que se aferraban a mi cuerpo como si fueran lapas.
—¡¿De qué hablas?! ¡Las camas son objetos inanimados Emma! —gruñí ante el comentario de mi madre, eso yo ya lo sabía, pero mi situación parecía una auténtica batalla, una especie tira y afloja entre el verdadero amor de mi vida y yo; mi cama—. ¡Seguro lo estás inventando para no ir al instituto! —volví a gruñir, a estas alturas empezaba a sospechar que era mitad can.
—¡Vale! ¡Ya voy! —grité cuando logré ganar la batalla que enfrentaba contra mis sábanas. Bajé a paso apresurado por las escaleras resbalándome en el último escalón y cayendo sobre mi trasero. Solté un gemido de dolor y mi madre salió de la cocina, me miró y me lanzó su típica mirada de "¿No te lo he dicho ya?" y como conozco a la perfección mi madre, esperé a que me echara en cara tremendo desnalgue.
—Te he dicho que no corras por las escaleras —y ahí estaba damas y caballeros; mi madre con sus brazos en jarra, golpeando rítmicamente el suelo con su pie, me miraba desde arriba dejándome ver una vez más la superioridad que ella poseía en esta casa, y como toda buena hija que se respete, la enfrenté con la más estúpida de las excusas.
—No estaba corriendo, simplemente caminaba a paso rápido —dije mientras me levantaba y me sobaba el trasero con cuidado.
—Sí claro, paso rápido... —huí lo más rápido que pude hacia la cocina y me senté frente a mi hermano mayor Ian. Tomé un cuchillo junto con un tenedor y me preparé para comenzar a ingerir los panqueques con miel que había hecho mi madre esa mañana—. Paso rápido mi trasero —apreté fuertemente mis labios para resistir las ganas de reír al igual que mi hermano y comencé a devorar mi desayuno con una sonrisa en el rostro. La vida junto a mi madre nunca sería aburrida.El receso había comenzado y ahora me dirigía hacia el comedor acompañada de mis mejores amigos; Derek, Samantha, Stacy y Nancy, eramos un grupo un tanto... extraño; Derek era un chico alto, flacucho, de piel blanca, cabello oscuro, ojos de un color azul intenso y con gafas —el nerd—, mientras que Samantha era alta, cabello rubio platino, bronceada, esbelta y ojos marrón claro —la popular—, Stacy era bajita, casi tanto como yo lo era, de cabello oscuro, piel pálida y ojos de color marrón oscuro, pero usa lentillas de color rojo carmesí —la gótica—, Nancy era alta, incluso más alta que Derek, de piel morena, cabello oscuro rizado y ojos grises —la ruda— y luego estaba yo; la más bajita, pelirroja, con unas cuantas pecas en el rostro, ojos grises, piel blanca y unos cuantos kilos por encima del peso ideal —la callada—. Los cinco eramos amigos desde que teníamos memoria, siempre habíamos estado juntos, ninguno de nosotros nos podíamos imaginar separados, era como si hubiésemos nacido para encajar entre nosotros.
—Ahí hay una mesa libre —Samantha apuntó hacia una mesa cerca de una de las entradas al comedor—. Vamos —enganchó uno de sus brazos al de Nancy y otro al mío y tiró de nosotras en dirección a la mesa mientras Derek y Stacy nos seguían de cerca. Todos tomamos un lugar al rededor de la mesa y nos miramos entre nosotros—. Bien, ahora tenemos quien decidir quiénes serán los que vayan por los almuerzos —todos pusimos una mano apuñada en el aire y comenzamos a agitarla— ¡Piedra, papel o tijeras! —Derek, Stacy y yo terminamos perdiendo al elegir piedra en vez de tijeras, mala suerte para nosotros, la próxima será—. Yo quiero lo de siempre: una hamburguesa con papas fritas y un zumo de naranja,
—Yo igual —Nancy nos sonrió de forma fraternal—. Con Ketchup a parte y una Coca-Cola —agregó. Los tres nos unimos a la fila y después de esperar un rato nos dieron las ordenes, las cuales eran todas exactamente iguales; en está escuela, el que no pedía hamburguesa estaba loco, pues era lo único que era realmente comestible.
—Sus almuerzos —Derek, al igual que yo, les entregó una de las dos bandejas que llevaba.
—Sus bebidas —Stacy le entregó el zumo de naranja a Samantha y la Coca-Cola pequeña a Nancy. Los tres nos sentamos y comenzamos a beber.
—La clase de hoy del señor Simons fue algo... —Samantha tomó una papa frita entre su pulgar y su índice, la colocó frente a sus ojos y la giró varias veces, dejando la frase en el aire.
—Intensa —concluyó Nancy mientras Sam se llevaba la papa frita a la boca. Rápidamente recordé la clase de Historia del señor Simons, digamos que se había "emocionado" un poco con el tema de hoy; los Oscuros.
—¿Ustedes creen en ellos? —Samantha se inclinó sobre la mesa mientras susurraba, acercándose más a nosotros—. En los Oscuros —el silencio se instaló en la mesa, bajo la atenta mirada de Sam, todo nuestro alrededor era ruido y más ruido, pero para nosotros, en ese momento, sólo existía aquel silencio.
—No —Stacy fue la primera en hablar y todos la observamos en silencio—. Que sea gótica no significa que creeré en cada estupidez sobrenatural que escuche —apartó la mirada, le dio un mordisco a su hamburguesa y una pequeña sonrisa se apoderó de mis labios sin poder evitarlo.
—Es verdad, yo también creo que es una simple leyenda —agregó Derek, provocando que Sam se recargara contra el respaldo de su asiento, inflando los cachetes como mohín.
—Que aburridos —Sam sólo quería curiosear un poco sobre el tema.
—Bueno, es lo que hay Sam —Nancy le dio un sorbo a su Coca-Cola y siguió comiendo, todos parecían haber dejado el tema, pero yo quería decir algo, realmente quería hacerlo a pesar de no ser una persona habladora.
—Yo creo en la autentica existencia de los Oscuros.
De repente, justo cuando acabé la frase, un silencio sepulcral se instaló en todo el comedor sin razón aparente, no había forma que me hubiesen escuchado, no con todo el ruido que había y mi bajo tono de voz. Mis amigos me miraban en completo silencio, estáticos y logré notar en sus miradas que ni siquiera ellos entendían porqué lo hacían, pero entonces lo sentí; un escalofrió tan intenso como una descarga eléctrica me recorrió el cuerpo completo, el aire huyó de forma abrupta de mis pulmones, mis dientes castañetearon y me abracé a mi misma al sentir una corriente de aire fría envolviéndome, pero lo peor llegó poco después; un terror tan abrasador surgió de lo más profundo de mi ser y se extendió por cada parte de mí, atrapándome y dejándome vacilante en la oscuridad que el miedo me producía. Un estruendo llego hasta mis oídos, abriéndose paso como cuchillo a través del aire, giré mi cabeza y miré por los grandes ventanales del comedor como la bruma negra se expandía, el cielo se volvía de un espeluznante tono gris, el viento arrasaba con todo lo que tenía por delante, estampándose contra los fuertes muros y ventanales de la escuela, y de repente lo vi; a lo lejos, una figura oscura y amorfa cruzó el campus a una velocidad vertiginosa, volaba sobre el césped con decisión dejando un ligero rastro de ceniza a su paso, la cual se mantenía suspendida brevemente en el aire, para después consumirse y finalmente desaparecer.
Giré mi rostro de nuevo hacía mis amigos, los cuatro seguían en la misma posición, observé a todos los demás en el lugar, todo parecía estar en pause, volví el rostro a los ventanales, el aire seguía sin querer entrar en mi sistema y todo mi cuerpo se congeló al mirar a la figura amorfa justo al otro lado del cristal, a tan solo unos cuantos metros de mí, lo sentía observándome a pesar de que no tenía ojos, ni un rostro definido, sólo había un par de hendiduras donde iban sus globos oculares y una pequeña figura puntiaguda sobresalía del centro de su cabeza, asemejando una nariz a la perfección, tenía unos brazos anormalmente largos, sus manos eran grandes y huesudas y no tenía piernas, en su lugar, un manto negro oscilaba constantemente en el aire. Le sostuve la mirada con una valentía que en realidad no tenía y eso pareció enfurecerlo, rápidamente la oscuridad en las hendiduras de sus ojos desapareció, como si hubiese tenido los ojos cerrados todo este tiempo y unas esferas blancas se abrieron paso hasta asomarse en el exterior, su mandíbula se abrió como la de una serpiente y profirió un rugido tan desgarrador que me lleve las manos a los oídos.
—¡Emma! ¡¡Emma!! —abrí los ojos y miré como Sam me observaba con un gesto de preocupación en la cara, le eché un vistazo a mi otros amigos; podía notar el desconcierto en sus ojos y rápidamente retiré las manos de mis oídos—. ¿Te encuentras bien? —no le contesté, en cambio, recorrí con la mirada el comedor, el ruido había vuelto, todos estaban haciendo justo lo que estaban haciendo antes del extraño suceso, excepto por un par de estudiantes que me miraban curiosos debido a los repentinos gritos de Sam en mi dirección. Miré hacia los ventanales; el cielo estaba despejado, el sol brillaba como siempre lo hace en esta estación, el calor del verano se podía sentir en la piel, no había nada estampado contra los cristales, el aire entraba frenéticamente a mi sistema y no había figuras oscuras.
—Si, lo siento, no es nada —no supe en que momento me había levantado y alejado de la mesa, pero ahora volvía a sentarme y a decirme a mi misma que nada había sido real y que, quizá, debería ir al psicólogo si esto volvía a pasar.
—¿Segura qué estás bien? —Nancy me tomó de la mano—. Estás fría y pálida —me miró a los ojos—. Bueno, más de lo normal —bromeó intentando aligerar el ambiente.
—Si, estoy bien —las nauseas me asaltaron repentinamente y me encogí en mi lugar—. Necesito aire, disculpen —salí por una de las puertas de cristal, bajo la atenta mirada de mis amigos, pasé por el lugar donde había imaginado a aquella figura e instintivamente giré mi cabeza hacia ese lugar, observé unas cenizas que se encontraban flotando en el aire, luego se consumieron y al final desaparecieron.Mi cuerpo se congeló al instante; todo había sido real.
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LOST (Borrador)
FantasíaSinopsis. Los Oscuros habían dominado este planeta desde hace muchos años, infundiendo miedo en los corazones de la gente, creando estragos en las calles... y robando almas de inocentes. Afortunadamente, han pasado bastantes años desde aquella época...