Epílogo

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—¡Alice, es hora de irnos! —grité al pie de las escaleras.

—¡Ya voy mamá! —una pelirroja de siete años bajaba las escaleras, la contemple desde mi lugar con emoción, detrás de ella apareció el hombre de mi vida; mi padre. Después de despertar aquel día, quince años atrás decidí que nuestra relación tenía de cambiar, o al menos que hubiese una, y debo decir que ha sido una de las mejores decisiones que he tomado. Alice llegó hasta a mí, la tomé entre mis brazos y le planté un beso en ambas mejillas.

—Todo listo —papá me entregó la pequeña mochila morada y nos dio un beso a cada una en la frente. Caminamos hasta la puerta, donde mamá nos esperaba con los brazos abiertos, nos despedimos con un abrazo y atravesé la entrada.

—¡Vuelvan pronto! —di media vuelta para ver aquella escena que me encantaba; papá abrazando por los hombros a mamá, mientras ella sonríe, ambos portaban aquellas arrugas que tanto amaba.

—¿Cuando le contaras? —mamá observo a mi pequeña hija, inmediatamente comprendí que se refería a todo lo que había vivido, miré a Alice y le sonreí.

—Algún día mamá, algún día —di media vuelta y caminé con mi pequeña en brazos hasta el coche, abrí la puerta del copiloto y me monté en él, salude a mi esposo, la persona que más amaba en el mundo después de Alice; Axel. Sus labios se posaron con suavidad sobre los míos y nos separamos al escuchar una risa infantil que nos llenó de ternura, Alice nos miraba mientras escondía una sonrisa entre sus pequeñas manos.

—¿Por que estamos de negro? —la dulce voz de Alice llegó a mis oídos y miré aquellos ojos grises que me recordaba tanto a los míos.

—Iremos a visitar a unos viejos amigos, cariño.

   El bunker seguía ahí, las personas de la comunidad nos saludaban con alegría cada vez que caminábamos por sus estrechas calles de tierra, seguían aquí por gusto, al igual que nosotros volvíamos cada año. Caminamos hasta llegar a las lápidas de las tres personas que para mí significaron esperanza durante los tiempos más difíciles de mi vida y coloqué una rosa negra en cada una de ellas, sus nombres estaban grabados tan bellamente que las ganas de llorar eran casi imposibles de contener; Elizabeth, Lamnywhaan y Tánatos, aquellas personas que dieron sus vidas para salvar la mía, al parecer Tánatos se dio cuenta que aún le quedaba algo por perder; a mí, así que sacrificó hasta la última gota de su poder para mantenerme con vida, aunque en el proceso perdiese la suya, a ella le debo todo lo que ahora tengo y jamás sabrá cuan agradecida estoy de ello.

—¿Quienes son? —giré para ver hacia donde la pequeña mano de Alice señalaba, a lo lejos una pequeñas manchas brillantes se desvanecieron en el aire y sonreí.

<<O quizá sí lo sabe>>

—Alice, ¿quieres escuchar una vieja historia? 




LOST (Borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora